Opinión Nacional

Los hagiógrafos del chavismo

No es una simple metáfora ni una ingenua advocación religiosa; en Venezuela existe una verdadera peste populista que corroe las entrañas mismas de la conciencia nacional y que indistintamente se presenta con el genérico nombre de «chavismo». Quien se levantó en armas invocando las disposiciones transitorias de la Constitución de 1961 es tenido hoy por miles de fanáticos y obcecados como un escapulario que puede deparar un «milagro nacional». La adoración que sienten no pocos encandilados pertenecientes de todos los estratos sociales de la nación solamente es comparable con la delirante fe que se le atribuye al Dr. José Gregorio Hernández. Esa extraña mescolanza de ansiedad colectiva con frustración generalizada fue creando las condiciones subjetivas para el surgimiento de esa «masa gaseosa» ininteligible que el pueblo bautizó con el nombre de «chavismo». Aún cuando nadie sabe a ciencia cierta qué es el chavismo, en qué consiste tal entelequia política, existe de hecho una casta de dirigentes que se encargan de recorrer el país asegurando que los torniquetes de la fe ciega al «Gran Caudillo» estén bien ajustados a los cánones que dicta el Sanedrín del Comando Táctico Nacional.

Por doquier vemos el virus chavista proliferar prometiendo el paraíso artificial de la sociedad bolivariana, las cien mil casitas por año, el pleno empleo, la sociedad libre de sus enemigos, la libertad de prensa y de opinión y otras costras demagógicas relamidas por todos los gobiernos que se han sucedido desde Adán para acá. Gente que tú nunca imaginaste iban a izar las «banderas rojas» del chavismo, con todo el caradurismo y el descaro del mundo, hoy se ufanan de ser «más papistas que el Papa» y, no conforme con ello, se te plantan en tu cara a restregarte que si eres «puntofijista», que si eres corrupto, que si eres adeco, que si formas parte de la podredumbre y otros lugares comunes que en el fondo no dicen nada. Son los mismos que sin ningún tipo de vergüenza ni del más mínimo rubor se cambian de boina y de ideas como las toallitas tess: «como si nada».

Usted entra en la casa de uno de estos esperpentos que se autodenominan chavistas y observa que desde que ganó el inefable improvisaron un altar donde le prenden velas y le rezan todo tipo de oraciones con la finalidad de que el indescriptible régimen respete la propiedad privada y no toque sus sagrados intereses económicos ni políticos. Y no le hables mal de Chávez porque son capaces de dejarte de hablar. Mejor que le mientes la que te conté pero no le toques a su Santón. ¡muchaacho, te matan!. Es lo que yo llamo la religión laica del chavismo. Tal vez sería más exacto decir «la laicización de la política» para usar una expresión que alguna vez leí en Norbert Lechner.

En esto andamos los venezolanos, endiosando a los líderes terrenales, mientras en las cárceles venezolanas nuestros presos se descuartizan unos a otros e incendian los penales exigiendo espacios más dignos de la condición humana que aún siendo presidiarios conservan. Idolatran desmedidamente a un ser de carne y hueso mientras en la capital de la «República chavista» caen asesinados cerca de 40 venezolanos, todos los fines de semana, por obra y gracia del hampa común. ¡Qué maravilla de sociedad bolivariana!. Que buena Revolución Democrática esta la del chavismo vernáculo; así se construye una nación libre y soberana, dividiendo a los venezolanos en «inmaculados» y «corruptos», es decir; en «chavistas» y «antichavistas». Los primeros, se supone, nunca han roto un plato, porque están destinados por la Providencia, esto es, por la Historia, a liberar a Venezuela de todos los males que padece desde la llegada de los Conquistadores españoles.

La estrategia ideológica de quienes se creen ungidos por el devenir de la política nacional es secuestrar para sí el uso propagandístico y politiquero de los iconos y símbolos patrios. Ello explica la constante invocación de Simón Bolívar en las demagógicas y populistas concentraciones masivas que el chavismo emeverrista logra arrear hacia sus corrales partidistas, las machaconas y cansinas citas de los próceres independentistas se convierten en boca de los «sacerdotes» de la salvación nacional en burladeros colectivos. Las constantes y sistemáticas citas de Ezequiel Zamora, Simón Rodríguez, y Bolívar, son ardides patrioteros para captar incautos y enrolarlos en la cruzada continental de la quimera del «hombre nuevo americano». Obviamente, si tú no repites como un lorito tantas imbecilidades descontextualizadas extraídas de anacrónicos manuales kindergarterinos entonces eres anatematizado por las hordas chavistas como un traidor a la patria. Y usted sabe lo que le reservaba Dante en su Divina Comedia a los «traidores».

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