Los estudiantes contra Chávez
La eclosión del movimiento estudiantil ha surgido cuando el régimen pensaba que estaba en el cenit de su poder. Cuando el gobierno está entregado a la organización de la Copa América como casi única tarea positiva. Un millón de millones de bolívares para mostrar el ánimo festivo de un pueblo que el chavismo quiere ver como conformista.
Los estudiantes han demostrado que como tantos otros sectores de la sociedad venezolana se resisten a la imposición del modelo castrista. La confabulación de viejos derrotados de los años sesenta, con Fidel y el teniente coronel a la cabeza, se ha conseguido con un nuevo obstáculo: la inteligente y firme protesta estudiantil.
Toda Venezuela ha visto marchar por sus calles a los estudiantes que piden libertad y que han rechazado el cierre de un canal de comunicación independiente, RCTV. Las mentes -ya incurables de falta de imaginación- del gobierno repiten los insultos y las supuestas explicaciones de siempre: manipulación, “mano pelúa” del imperio, mercenarios.
Al reiterar tales acusaciones, el régimen busca lo imposible: disminuir la importancia de la protesta casi unánime del sector estudiantil. Todos hemos visto las caminatas, las caravanas, las sentadas, las ingeniosas pancartas y oído sus irrebatibles consignas.
Chávez ha usado con largueza una de sus armas preferidas: las cadenas, que no son otra cosa que la confiscación temporal de la señal de todas las emisoras de radio y televisión del país. Pero no ha podido ocultar el rechazo de la juventud venezolana a su delirio totalitario.
Como bien lo dijo Stalin González, presidente de la Federación de Centros Universitarios de la Universidad Central, si la protesta estudiantil de todas las universidades del país fuese tan pequeña, como dicen percibirla Chávez y sus jalamecate más cercanos, no les hubiesen dedicado tres largas cadenas de radio y TV y parte del show dominical.
Usar toda la fuerza comunicacional del Estado para ofender a unos muchachos que sólo quieren reivindicar la libertad de expresión y la libertad de elegir el canal de TV que la gente quiera ver, es como exagerado. En una de las cadenas, habló el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, para inmiscuirse en la política interna, dando clases a nuestros estudiantes de cómo comportarse. Por supuesto que Ortega cobró por su intervención: otros acuerdos leoninos firmó para beneficio de su gobierno. Y nada dijo de la fea historia con su hijastra.
Otra fastidiosa cadena incluyó un “conversatorio” con los estudiantes que intervinieron en el fallido debate-emboscada de la Asamblea Nacional. Allí, Chávez no disimuló sus intenciones: dividir formalmente al movimiento estudiantil (con la creación de unos consejos comunales estudiantiles) y premiar con la chequera petrolera a quienes se alineen con su desgobierno.
“Serán bien retribuidos”, llegó a decir Chávez. Luego empezó a desgranar nuevas y viejas promesas no cumplidas en estos ocho años y pico. Salió a relucir la única relación que Chávez imagina que puede mantener con quien le apoya: la de cliente y patrón. Él, patrón, reparte prebendas, cargos y plata a quienes lo aplaudan y acepten sin objeción su discurso. Como se cree dueño de la bolsa, piensa que todos los demás somos bolsas.
Con ésta cadena y los debates que han sido escenificados en varios canales de TV, el régimen ha querido hacer visible a un movimiento estudiantil chavista que es minoritario y cuyos adeptos son objeto –en su gran mayoría- de la coacción –sin disimulo- mediante becas o empleos en el gobierno. De las dimensiones del grupo estudiantil gobiernero hablan sus derrotas electorales. La última de ellas en la ULA, en una proporción de 3 a 1. La generosidad del movimiento estudiantil disidente ha permitido hacerles el juego a estos aspirantes a líderes estudiantiles que repiten, letra a letra, el discurso del ignoto socialismo del siglo XXI.
En una primera impresión, las marchas estudiantiles pudieron parecer llenas de ingenuidad. No porque fueran pacíficas y permisadas, sino porque las visitas que hicieron a todas las sedes de los poderes públicos se mostraban como inútiles, sabiendo que no hay verdadera división de poderes en Venezuela. Pero no, la política –y quien participa en la vida pública hace política, aunque no lo quiera- siempre tiene una dimensión pedagógica. Y esas marchas a la Fiscalía, a la Defensoría del Pueblo, al Tribunal Supremo de Justicia y a la Asamblea Nacional han enseñado a todos los venezolanos y a los manifestantes que en una verdadera democracia los poderes públicos son autónomos. Las marchas evidenciaron que aquí sólo obedecen al dictado del caudillo y que, por eso, no han actuado para resguardar los derechos de los venezolanos y de RCTV.
El despertar de los estudiantes da alientos a la disidencia democrática. Permite recordar que la política siempre está en movimiento, por más sueños o pesadillas ególatras que tenga quien ocupa el poder.
Y eso es algo que olvidan los vejestorios que enfrentan a los jóvenes demócratas venezolanos: el poder aquí lo tiene Chávez, todo el poder, sin límites. Por lo tanto, todo lo que han leído, estudiado, pensado, oído y escrito sobre el poder, tienen que referirlo a Chávez. Por más que crean que es un poder bueno.