Opinión Nacional

Los escenarios de la incertidumbre

 En Venezuela hay millones de videntes. Cada uno pretende adelantarse a los acontecimientos para que las acciones sobrevenidas no los agarren de sorpresa. Las preguntas que estimulan este ejercicio anticipatorio son numerosas: ¿Chávez está o no enfermo? ¿Tiene o no cáncer? ¿Cuán grave se encuentra el hombre de Sabaneta? ¿Será o no candidato presidencial? Si no es el abanderado del Gobierno, ¿quién lo sustituirá? ¿Los narcosoleados están dispuestos a aceptar una derrota del candidato oficialista o le darán un palo a la lámpara, en el supuesto de que pierdan los comicios? ¿Quién será el nuevo Vicepresidente cuando Chávez no pueda seguir gobernando ni siquiera por twitter? ¿Podrá tomar posesión Henrique Capriles en el caso de resultar vencedor el 7-O? ¿Qué estará tramando ese Lucifer llamado Fidel Castro que no se conforma con tiranizar a Cuba, sino que pretende hacerlo también con Venezuela? La lista podría continuar hasta el infinito.

         Estas interrogantes trasuntan desasosiego frente al futuro inmediato. ¿Por qué tanta ansiedad e incertidumbre? ¿No se supone que somos una república con una democracia constitucional y, por lo tanto, que la información fluye y los mecanismos de sucesión y traspaso de mando previstos en la Carta Magna deben activarse para que todo transcurra en sana paz? En teoría contamos con la “mejor” Constitución del mundo, en la práctica Venezuela ya no es una república democrática. La intranquilidad evidencia la destrucción institucional llevada adelante por el proyecto hegemónico con pretensiones totalitarias dirigido por Hugo Chávez.

         El contraste con el pasado sirve. En 1993, a ocho meses de terminar su mandato constitucional, se produjo la salida de Carlos Andrés Pérez de Miraflores. Una conjura, o rebelión, orquestada por los náufragos, tal como la llamó CAP, sacó al Presidente electo en los comicios de 1988. Los meses anteriores a que se produjera el fallo del Corte Suprema de Justicia fueron tensos. Se especulaba acerca de la decisión que tomaría cada magistrado. Estos guardaron silencio, al menos en público, para respetar el secreto sumarial. En los días decisivos, el Presidente se mantuvo firme al frente del Estado y del Gobierno, pero sin emitir declaraciones que significaran ningún tipo de presiones a los jueces del máximo tribunal. Cuando se produjo el fallo, en mayo del 93, el Jefe del Estado acató el dictamen a pesar de lo viciado e inconstitucional de la sentencia. El Primer Mandatario prefirió ser víctima de la venganza de sus enemigos políticos que convertirse en artífice de una conspiración que pusiera en peligro el sistema democrático. Colocó los intereses nacionales por encima de los suyos particulares. Luego de su salida forzada, se abrieron las vías contempladas en la Constitución de 1961. Aplicarla era el único escenario. El sistema soportó esa prueba sin traumas.

         Ahora ocurre lo contrario. Desde Miraflores se estimula la incertidumbre. La enfermedad de Chávez continúa siendo un misterio. Ningún parte médico oficial da detalles del curso del maligno mal que padece. El Presidente gobierna por twitter desde Cuba donde estableció su gobierno bajo la tutela de Fidel y Raúl Castro, dictadores que se aferran a Venezuela como el náufrago a la tabla de salvación. A lo largo de 2012 el mandatario nacional ha visitado a Venezuela unos pocos días. Aterriza en el país con dos intenciones: decirles a sus partidarios y eventuales competidores que aún vive y evitar que transcurra el período que configura la falta temporal que obligaría a designar al Vicepresidente como Presidente encargado.

         Estamos en presencia del personalismo llevado a los extremos del delirio, del más absoluto desprecio por los venezolanos e irrespeto a las instituciones republicanas. Eso que se llama en la moderna Ciencia Política el Buen Gobierno, desapareció. El Presidente, quien desde hace años se alejó de la gente aislado por los anillos de seguridad que lo rodean, ya no forma parte del paisaje nacional. Parece el muñeco de unos ventrílocuos instalados en Cuba, que necesitan las divisas venezolanas para seguir manteniendo el espectáculo.

         En medio de esta atmósfera, donde desempolvan a figuras siniestras para que vuelvan a ocupar los primeros planos, ¿cómo no ver con temor el futuro inmediato? Ante el caos gubernamental, una buena noticia proviene de la acera del frente: la alternativa democrática está consolidada. El país sin Chávez no caerá en el caos. Tendremos nuevo Presidente y nuevo Gobierno.

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