Opinión Nacional

Los enemigos del proceso

Ya sin ningún recato nos advierten que no lograremos trabajar en las empresas del Estado quienes no comulguemos con el oficialismo y seremos considerados enemigos. Se apoderaron de todo y ahora nos excluyen, es la mafia que dejó de ser “revolucionaria,” que se olvidó del “proceso” y sus derivaciones y cada vez se cierra más al común de los venezolanos, viéndonos como un estorbo para sus fines “recónditos”. La propiedad privada, las empresas existen solamente para ellos, el resto de la población es sometida al acoso con rígidos umbrales comunistas de los cubanos. Somos unos fugitivos en nuestro país, nos hallamos arrinconados por exigir el derecho al trabajo y a otras reivindicaciones sociales. Se acabaron las contrataciones colectivas, los obreros no “deberán” protestar y cuando lo hagan serán sometidos violentamente.

El polvorín está esperando quien le prenda la mecha, una chispita puede terminar en un relumbrón. Hay policías y sapos por todas partes y mil maneras de someternos por vías administrativas o por vías de hecho. La justicia está parcializada y como dicen controlada por mafias; los otros poderes están subordinados a las decisiones del jefe y también están cerrados a cualquier desacuerdo. En diez años Venezuela dejó de ser lo que era un nirvana democrático, donde se dirimían las cosas en libertad, hoy somos un feudo habitado por eunucos. Para tener un carro o una casa es necesario formar parte de esa “cosa nostra” que se acopló al poder, apartándose de cualquier proyecto revolucionario que pudo haber seducido al principio a los incautos. Revolución es un término noble, de conquistas y libertad, no hubo revoluciones para esclavizar al hombre sino las comunistas como la “revolución cubana” que, levantó tantas adhesiones en sus comienzos y hoy es una aberración histórica. Sin embargo, se empeñan en homologar a Fidel Castro con Bolívar, argumento absurdo y patético, confundir libertadores con cancerberos. Antinomia indudable para quien esté en su sano juicio.

Las listas excluyentes y los apartheid disimulados pasaron de moda cuando empezaron a fallar los recursos, así fueron reduciendo las asignaciones para el “pueblo”. Barrio Adentro está en rutas de extinción y las Misiones van por el mismo rumbo. Quienes obtienen fortunas con dineros mal habidos son los negociantes afines al oficialismo, a ellos los protegen las leyes oblicuas de la república y seguramente estarán exentos del pago de impuestos, y sus propiedades garantizadas; de otra manera no existiría ese mundo paralelo de riquezas fortuitas y de boliburgueses “revolucionarios”.

La Venezuela decente quedó para los pendejos, para quienes se quejan desde el desván de sus casas cursando sus intervenciones on line. La realidad es otra en la calle, la de las trasmisiones oficiales, tan alienantes como las drogas o el alcohol, cargadas de mentiras y malas intenciones. El cerco cada vez será mayor, aunque los grupos oficialistas son más reducidos, el entorno ruidoso y populachero va desapareciendo paulatinamente, mientras se aferran las enquistadas roscas al poder. Allí siempre habrá para mantener a sus afiliados y protegerse entre ellos. Cuando Pérez Jiménez o Gómez había que conspirar para que aventaran a alguien a las cárceles del régimen, si no lo hacías, podías vivir cómodamente “hasta con las puertas de la casa abiertas”. La seguridad era total aunque no existiera seguridad jurídica, trabajo había de sobra, pero no había libertad de expresión para un pueblo tan zahorí como el nuestro. Cuestión suficiente para acabar con esa dictadura. Hoy las cosas son peores que antes, sin tirar una piedra somos clasificados de enemigos del gobierno, sin derecho al trabajo ni derecho a nada, esa es una palabra proscrista para cualquier ciudadano honorable. Aquí las cosas se zanjan como en la mafia, apoderándose de los territorios y distribuyéndoles entre su gente de confianza, el resto de la población que se muera de hambre y para el tropel no hay “cosa nuestra” sino “cosa nostra” que los atemoriza y vapulea al olvido, como si fueran nadie. ¡Ah cretina “revolución” la que nos tocó, que no nos permite ni comer!

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