Opinión Nacional

Los dilemas de Súmate

Respeto el trabajo que ha venido realizando la organización civil Súmate, en su empeño por defender los derechos de los venezolanos. Pienso que sus dirigentes han mostrado capacidad técnica y coraje político. La autoridad moral que se han ganado, acá y en el exterior, es merecida. Ahora bien, en medio de la turbulencia que caracteriza nuestra vida política, Súmate no escapa a los dilemas que afectan al país en general, y a la oposición venezolana en particular. El más importante puede sintetizarse en dos interrogantes: 1) Los actos electorales que tienen lugar en Venezuela bajo el régimen «bolivariano», ¿son justos, limpios y transparentes? 2) Si no lo son, ni siquiera mínimamente, ¿debe la oposición democrática participar en ellos, o más bien abstenerse de hacerlo y convertir la lucha por elecciones libres y limpias en el centro vital de su esfuerzo?

La excelente página web de Súmate, accesible en la dirección electrónica (%=Link(«http://www.sumate.org»,»www.sumate.org»)%) , contiene en su sección «El estado de la democracia en Venezuela» un capítulo dedicado al tema de la transparencia electoral. Allí se formulan cinco preguntas: 1) ¿Es el Consejo Nacional Electoral un organismo imparcial? 2) Responde el Consejo Nacional Electoral a los intereses de la sociedad civil o a los del poder ejecutivo? 3) ¿Actúa el Consejo Nacional Electoral de acuerdo con la legalidad? 4) Es el proceso automatizado de votación un proceso confiable? 5) ¿Contiene el Registro Electoral Permanente información precisa y veraz?

Luego de un cuidadoso análisis de los hechos, Súmate responde de esta manera: El CNE no es un organismo imparcial. El CNE responde a los intereses del poder ejecutivo, y no a los de la sociedad civil. El CNE actúa de manera contraria a lo establecido en las leyes. El proceso automatizado de votación no es confiable. El REP no contiene información precisa y veraz.

Ante semejante claridad, uno podría presumir que la oposición democrática venezolana, en manos de los partidos e individualidades que hoy la representan, se vería llevada a convertir la lucha por elecciones libres y limpias en el eje fundamental y posiblemente único de su esfuerzo, convocando el respaldo internacional tras una causa que a muchos en el mundo debería lucir atractiva. Pero he aquí que la dirigencia opositora, la de la oposición oficialista, lo que hace es entregarse a la participación electoral, colocando en segundo lugar el tema crucial de las condiciones del voto. ¿Qué puede explicar su actitud? ¿Acaso no admiten los resultados que con tanta lucidez alcanza Súmate? ¿O es que andan en otro juego? Y de ser así, ¿cuál es el juego?

El caso de Súmate tiene rasgos propios, pues no se trata de un partido político. Usualmente, cuando se les pregunta a sus líderes si, en vista de las conclusiones a que han llegado en cuanto a la inexistencia de elecciones limpias en Venezuela, es lógico solicitarle al electorado no votar en tanto tales condiciones sean modificadas, los voceros de la organización adoptan una actitud ambigua. Su respuesta es —palabras más palabras menos— que ellos no le dicen a la gente ni que vote ni que no vote, pues su papel se limita a esclarecer las características del contexto electoral. Dicho de otra forma, menos elegante: «Las elecciones en Venezuela son una farsa absoluta, pero tú haz lo que quieras».

Puedo entender esta postura ambivalente de parte de Súmate. Con toda razón, no desean darle al régimen motivos adicionales para hostigarles judicialmente y amenazarles por otros medios. Pero entonces no me explico porqué, por ejemplo, una destacada vocera de la organización recientemente saludó con beneplácito la «unidad» supuestamente alcanzada por la oposición oficialista (es decir, la que acepta participar aún sin condiciones mínimas de transparencia electoral). Súmate debería saber que tal «unidad» es puramente electoralista, y su exclusivo propósito se dirige a hacerle comparsa a una nueva pantomima electoral del régimen.

No resta pues otra opción que concluir que uno de los dilemas de Súmate es el de todos: o seguimos viviendo bajo las garras de la esquizofrenia colectiva que afecta a la oposición democrática, o marcamos distancia de la misma, aunque sólo sea por razones de sanidad mental. Para decirlo en otros términos: o admitimos que las elecciones «bolivarianas» son una gran mentira (como con contundencia lo aclara Súmate), y en consecuencia no participamos en ellas, y nos dedicamos a luchar para que cambien esas condiciones, o —de otro lado— participamos en los actos electorales, a sabiendas que estaremos convalidando una nueva trampa para beneficio de la «revolución». ¿Tomaremos algún día un camino definido sobre el asunto, o seguiremos viviendo en el limbo de la ambigüedad

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