Opinión Nacional

Los desvaríos de Chávez

Uno se ha acostumbrado ya a las “salidas” de Chávez y las ve, las siente, y las recibe sin inmutarse, lo que de ninguna manera es saludable para el país. Pero cuando de repente uno las ve en secuencia, una tras otra, no puede dejar de hacerse la misma pregunta. ¿Qué clase de gente somos nosotros que nos seguimos “calando” este mamarracho, este vergonzoso y perverso que nos gobierna y conduce al odio y el caos?. Herman Escarrá, nuestro constitucionalista, afirmaba la otra noche en un programa de corte internacional que Chávez tenía serios problemas de personalidad, lo que no es la primera vez que se escucha y desde Argentina, sí, la de Kirchner y Cristina, una de las máximas voces autorizadas del mundo siquiátrico asentía, definiéndolo como un “caso psicótico”. En otro programa, al que verdaderamente hay que felicitar por el maravilloso trabajo de edición que realizan y que da respaldo vital a Bailly todas las noches, pasaban a Chávez con el comentario adecuado uno tras otro: llamaba a la guerra. Se desmentía. Cantaba rancheras. Bailaba. Acusaba a Colombia de asesinar a Bolívar. Insultaba a Obama. Cantaba mexicano. Llamaba a los militares “joyas” a prepararse para la guerra. Engolado aseguraba que pelearía hasta morir. Cantaba himnos. Gritaba a Colombia que la amaba. Cámara encima llamaba desgraciado a Uribe (que es lo menos que le ha llamado) . Recitaba. Ardoroso, amenazaba a las nubes, él mismo dispararía contra ellas para que lloviera. Bailly decía que ahora hasta las nubes eran antichavistas.Humillaba a sus ministros. Arengaba a la gente “rodilla en tierra” Iracundo, enviaba tanques y soldados a cerrar fronteras al “Colombia amado”. Rojo rojito ordenaba tres minutos de baño a los venezolanos. Cantaba. Amenazaba al gobernador de Táchira con verlo en Perú. Invoca a Bolívar. Insulta a Obama. Baila. Bueno, el etcétera es infinito. Manda saludos a Fidel. Pero esas imágenes, esos cambios de actitud, esas señales gestuales, eso que vemos todos los días están además sazonadas de mentiras, manipulaciones, incoherencias, amenazas, provocaciones e insultos nunca escuchados por este país o el mundo. Y más allá de eso, el riesgo cotidiano de un país que por su concepto enloquecido, primitivo y analfabetismo diplomático, está de pronto no sólo en un estado de pre guerra con Colombia, sino con cualquiera que se atreva a disentir de sus locuras o no hacerle una reverencia cuando lo ve. Hablamos de primarias, de unidad, de consenso pero no deberíamos dejar de lado el peligro que este personaje con su enorme carga psicopática, sus desórdenes sociopáticos, o lo que estimen los médicos especializados, significa para Venezuela y los venezolanos, para esta población roja rojita que levanta el puño amenazando el aire inducida por el flautista de Hammerling que les lleva al precipicio. Somos un país con una amenaza mucho más grave y cercana. Basta ver las colas en farmacias y clínicas, el odio en la universidad, los sicariatos y la inseguridad. Quien no controla su propia psiquis no puede ver la realidad a su alrededor para controlarla. Sentar en una mesa especialistas de varios países y pasar una tras otra esas imágenes sería un gran apoyo para abrir los ojos de unos y otros. De los que no los quieren abrir, los que voltean a otro lado, y los que no lo creen. Evidencias terribles, que dan miedo. Hasta Edmundo Chirinos, de quien poco se sabe después de ser acusado de asesinato y psiquiatra de Chávez por algún tiempo según contaban, si ve televisión, debe estar preocupado.

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