Los dedos de Chávez
Más desafortunado no pudo ser el debut: cuando los periodistas le echaron en cara el haber sido designada a dedo para contrarrestar a un alcalde electo por el voto de más de 700 mil caraqueños, la Ing. Jacqueline Faría, recién investida con el singular cargo de Jefe de Gobierno del Distrito Capital, respondió con lugar común más pueril: “los dedos de Chávez son los dedos del pueblo”. Traducido al román paladino, esto no quiere decir otra cosa sino que, para ella, cada dedo de su Presidente vale al menos 70 mil caraqueños, lo que conduce a una pregunta ineludible: ¿para qué gastar entonces dinero en tantas elecciones? Pero también desprende un tufillo de fundamentalismo religioso que delata lo que realmente se oculta detrás del proclamado “socialismo del siglo XXI”.
Como no es fácil pisar el freno cuando de lanzar dislates se trata, siguió intentando justifi-car el arrebatón con el argumento de que, siendo Caracas el asiento de los poderes públicos, sería incomodo para el Supremo Conductor estar rodeado de gobernantes opositores, con lo que revela la que será su prioridad en el ejercicio del cargo: no la comodidad y bienestar de los ciudadanos sino la del caudillo. Exactamente la misma de los gobernadores designados durante la denostada “cuarta República”. Pero si es incómodo estar rodeado de gobernantes opositores, debe serlo más estarlo de ciudadanos opositores, ¿o es que en un sistema democrático la presencia de gobernantes opositores es algo distinto a la expresión de ciudadanos opositores?
Estas observaciones puntuales sirven para ilustrar los grados de abyección moral a que pueden conducir el autoritarismo y la veneración cuasi religiosa de un caudillo, pero asociadas a otros hechos recientes, en los que, además de la voluntad ciudadana, se ha incurrido en abierta violación de la Constitución Nacional, ayudan a poner en evidencia el verdadero carácter del régi-men. En su sotie Il cavaliere e la morte el gran escritor siciliano Leonardo Sciascia escribía hace ya veinte años: “Una ley… por más inicua que sea, es siempre sin embargo una forma de la razón: para alcanzar los fines de extrema, definitiva iniquidad, los mismos que la quisieron y que la hicie-ron, se ven forzados a prevaricarla, a violentarla. También esto era el fascismo: un sustraerse de sus propias leyes. Y también, aún más, el comunismo de Stalin”. Los acontecimientos que se vie-nen sucediendo llevan a concluir que cada vez más los venezolanos nos enfrentamos a esa forma encubierta de dictadura, que por cierto tiene por escenario privilegiado las ciudades, los espacios donde se concentra no sólo la mayoría de la población sino también la más lúcida. El reto es en-contrar las formas de revertir democráticamente la avalancha del fascismo del siglo XXI a través de la construcción de ciudadanía.