Los criaderos del terror
Leo el conmovedor relato de Santiago Roncagliolo, La Cuarta Espada, en que nos traza un estremecedor retrato del siniestro Abimael Guzmán, líder de Sendero Luminoso. De sus orígenes y su trayectoria hasta conducir al matadero de su organización maoísta, que le costara al Perú alrededor de ochenta mil víctimas mortales. Y penetro una vez más en una universidad latinoamericana, la de Arequipa, criadero del terror llevado a cabo por uno de sus catedráticos y muchísimos de sus discípulos.
Nada de qué extrañarse. Las universidades estatales latinoamericanas tienen a su haber un no envidiable currículo en la crianza de asesinos en serie como el doctor Ernesto Guevara o su hermano de causa, el abogado Fidel Castro. Ni una sola organización de extrema izquierda que haya hecho de la lucha armada, el foquismo y la revolución su causa espiritual que no haya contado en su máxima dirección con aventajados alumnos de sus aulas. El MIR de Chile, el ERP, de Argentina, los Tupamaros de Uruguay, Sendero Luminoso y así hasta dar en las guerrillas zapatistas, la máxima dirigencia que hundió al continente o provocó medio siglo de barbarie, fracasos y horror surgió, se crió y educó en las principales universidades latinoamericanas.
Sería injusto atribuirle a la universidad como tal haberse convertido en el vivero del terrorismo en estos cincuenta y más años de desastres. Pero ha sido en sus aulas en donde se ha enseñado la teoría de la destrucción, de sus aulas han salido los dirigentes de las matanzas y es en ellas que se ha cobijado un contrapoder incapaz de levantar alternativas viables para un continente que ha reclamado a gritos, desde los tiempos del Bolívar plenamente consciente de la catástrofe que prohijara “la razón de los hombres sensatos”.
Pocos hechos me conmovieron más del relato que me hiciera Héctor Pérez Marcano y que sirviera de base al libro que le dedicáramos a la invasión de Cuba a Venezuela que dos circunstancias allí narradas: el comando central al que debían dirigirse los invasores cubano-venezolanos que desembarcaron en Machurucuto un 8 de mayo de 1967 en caso de extravío o dificultades era…la Universidad Central de Venezuela. Hacia la dirección de la Escuela de Economía de la UCV es que los guerrilleros extraviados en los montes de El Bachiller envían a una campesina para retomar contacto con el MIR y las restantes fuerzas insurgentes. Es en esa universidad que se incuba la insurgencia, es en ella que se libran combates con armas de fuego y pérdidas de vidas humanas, en ella que se articula el llamado “correaje”, sistema de aprovisionamiento para los combatientes. Es de ella que se extraen los cuadros de repuesto ante los muertos de la inconciencia.
La otra anécdota debiera avergonzar a nuestra principal casa de estudios superiores. Se inaugura el Congreso por la Libertad con asistencia de altas personalidades políticas del continente en el Aula Magna de la UCV. Asisten parlamentarios, dirigentes e incluso futuros presidentes de repúblicas hermanas, como Eduardo Frei, de Chile. La FCU ocupa el lugar, secuestra a toda sus asistencia y le prohíbe el ingreso al propio presidente de la república, Rómulo Betancourt. Que debe aceptar la injuria y retirarse del campus humillado y ofendido.
Tres rectores sucesivos de la UCV auparon la conspiración, el golpe de estado y el ascenso al poder del teniente coronel: Edmundo Chirinos, psiquiatra, Luis Fuenmayor Toro, historiador y Trino Alcides Díaz, economista. Encapuchados que hicieron de la anarquía y el caos desde la UCV un instrumento de profunda alteración de la vida ciudadana, empujando a la desestabilización del sistema, ocupan prominentes cargos en el gabinete del teniente coronel Hugo Chávez. Entre ellos, Elías Jaua, ministro. La eventual embajadora en Colombia, Vanesa Davies, debió ser fichada por la policía por esas mismas actividades extremistas. Y la aristocracia de la nomenklatura chavista, casi sin excepción, proviene del seno de las Fuerzas Armadas o de la UCV.
¿Por qué extrañarse de la presencia de estudiantes de la UNAM en el campamento de Raúl Reyes? ¿Por qué extrañarse de la presencia de las FARC en las universidades mexicanas? Criaderos del terror, las universidades estatales latinoamericanas nos adeudan una explicación histórica. Es hora de exigírselas.