Opinión Nacional

Los clones de Chávez

Desde que la ovejita Dolly fue obtenida mediante técnicas de clonación en un laboratorio británico, se ha popularizado el verbo clonar, antes usado sólo en ambientes académicos o en historias de ciencia ficción.

En política ya se ha hecho muy común llamar clon a quien es nombrado por un líder para que le cuide sus intereses y sea prácticamente una extensión de su persona. Este clon es una réplica que obedece a la influencia del original en todo lo a éste le importa.

Casos relevantes se han dado en diversas democracias. Por ejemplo, en el final de la España felipista, el jefe en el ocaso del PSOE dio paso a la figura de Joaquín Almunia quien, después de ser instalado en la Secretaria General del partido, perdió las elecciones internas y hoy vegeta en un puesto de mediana importancia en la Comisión Europea. Así, Felipe González vio frustrado su proyecto de seguir gobernando España por interpuesta persona.

En Venezuela no han sido pocas las veces en que un jefe político impone a quien cree va a seguirlo como ”la cola al perro”, como le gustaba decir a Rómulo Betancourt. El mismo gran líder guatireño tuvo dos clones que lo siguieron lealmente: Carlos Andrés Pérez y Luis Piñerúa Ordaz. Pérez mostró fidelidad perruna hasta mediados de su primer período presidencial, cuando intuyó que podía soltarse de las riendas betancourianas. De Piñerúa no se puede decir lo mismo porque no obtuvo la Presidencia en 1978 y no supimos si le hubiese dado la patada histórica a su mentor.

Más atrás hay casos paradigmáticos, como la traición del general Gómez a Cipriano Castro en diciembre de 1908, después de ser su lugarteniente en actividades bélicas y financieras. Algo parecido creyó López Contreras que le hizo Medina Angarita cuando él aspiró a regresar al poder en 1945. Por cierto que está división del posgomecismo es olvidada frecuentemente por los analistas al abordar la insurgencia de los militares en alianza con Acción Democrática el 18 de octubre.

Hoy, las copias de Chávez están en todo el país y a todos los niveles de la administración pública. El abuso mediático es la primera asignatura que cursan gobernadores y alcaldes. Son muy pocos los que no han sucumbido al hechizo de la radio y la televisión, para desde allí anunciar obras públicas o programas sociales por ejecutarse. Pero también, principalmente, para hacer el proselitismo más grosero y la manipulación demagógica del debate político.

No hace mucho recorría la autopista José Antonio Páez, mientras en la radio estaba encadenada, en todas las emisoras del estado Portuguesa, la gobernadora Antonia Muñóz. ¿El tema? La consformación del partido gobiernero (PSUV) en la región. La dirigente hablaba de batallones, insultaba a adversarios internos, nombraba a su hija (“puede ser mi sucesora pero yo no lo voy a permitir porque la política es muy ingrata”). Y así continuaba la Negra (como cariñosamente la llama Chávez, obviando la falsa categoría de afrodescendiente) con su tarea de organizar el partido. Ninguna palabra sobre la ejecución legal del presupuesto público.

Todos los clones del Presidente siguen su guión: la habladera de paja no busca convencer sino denigrar del adversario y usar la mentira redonda como su mayor argumento. Quizás puede viajarse por todo el país –sin interrupción- sintonizando “Fulano con el pueblo”, “Perencejo rinde cuentas”, “Aló, Sutano” y así hasta el infinito, porque este desgobierno lo que sí hace es hablar.

La clonación del modelo chaviano está descentralizada: cada gobernador sigue a Chávez en todo. Comparten con el jefe no sólo el abuso de los medios, sino que también repiten el autoritarismo, la inhibición ante el hampa desatada, el militarismo, la invasión de la propiedad privada para arruinarla, el discurso elemental y obsoleto sobre la economía, el nepotismo (Si Chávez pone a un hermano ministro de Educación, el gobernador Florencio Porras nombra a su hermana directora de Educación), el uso de todos los recursos para imponer sucesores en el cargo.(Ví un CD enviado a todas las radios de Mérida por la oficina de propaganda de la Gobernación que contenía una entrevista grabada por el alcalde de La Azulita, nuevo candidato digitado por el gobernador para sucederlo).

Pero lo que más preocupa es que dentro de quienes se dicen opositores también hayan clones del jefe de la boliburguesía. Hace unos años, después de la contundente derrota que le propinara Florencio Porras, William Dávila declaró: “Yo soy el nuevo Chávez de Venezuela” (Frontera, 08-08-2000, p. 3a). Ese día expresó su verdadera intención: quiere ser un clon de Chávez. Y mientras fue gobernador no estuvo muy lejos de su sueño: desorden administrativo, nepotismo, viajes excesivos al exterior y a Caracas, preferencia por el capital foráneo antes que por la promoción de los empresarios merideños, repartición de contratos a media noche, evasión de la Ley de Licitaciones mediante la partición de contratos, firma del compromiso del Trolebús faltándole pocos días para salir del gobierno y despreciando la opinión de los expertos en la materia, etc.

El otro clon de Chávez es el rector de la ULA. Mientras Léster Rodríguez continúe usando todos los recursos de la Universidad para su promoción electoral, no hace otra cosa que imitar a Hugo Chávez.

La oposición no puede presentar clones chavistas como candidatos. Si vamos a elegir una copia, mejor nos quedamos con el original.

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba