Opinión Nacional

Los avestruces

Los déspotas raramente ocultan sus propósitos. Antes, por el contrario, prefieren exhibirlos como el león sus rugidos. Nada mejor para amedrentar y paralizar al adversario, que anticiparle su destino con lujo de detalles. De allí el catálogo de desatinos y amenazas – todos cumplidos al pie de la letra – que contenían Mi Lucha, la Biblia hitleriana, Qué hacer, la agenda revolucionaria de Lenin y toda la caterva de libritos rojos y verdes esgrimidos por los autócratas del siglo XX.

El problema es que los condenados, suficientemente avisados de su muerte, intentan ignorarlos. Miran de soslayo o se ocupan de faenas menores, creyendo que así conjuran el peligro. Ni siquiera sospechan que así, lo que objetivamente están haciendo, es acelerarlo. Como los avestruces.

Eso es lo que está sucediendo literalmente en Venezuela. Mientras el autócrata arremete contra la propiedad y ni siquiera oculta que lo hace persiguiendo la imposición del socialismo, vale decir: la dictadura por los siglos de los siglos, la dirigencia política opositora prefiere reducirse al ámbito menor y absolutamente decorativo de las elecciones parlamentarias.

Es la clásica contraposición entre el político revolucionario que no comprende otra razón que la destrucción inclemente del adversario y el liberalismo que, entre tomar una decisión y convocar a una reunión para discutir hasta el infinito, prefiere lo último, así le cueste la vida: “resulta característico del liberalismo burgués no tomar una decisión… sino tratar de entablar, en cambio, una discusión. Esto la condena, porque implica que relega toda actividad política al discurso en la prensa y el Parlamento no es capaz de hacer frente a una época de luchas sociales”. Carl Schmitt dixit.

De allí lo trágico de esta mortífera comedia de enredos: los Borges, Mendozas, Salas y Ramos llamando a votar y Chávez imponiendo el socialismo y liquidando la propiedad privada, sin la cual no hay elecciones ni democracia que valgan. Se lo dijo claramente al chileno Manuel Cabieses, director de la revista de ultraizquierda Punto Final: “desde el punto de vista del cálculo electoral algunos buenos amigos y compañeros me han dicho que no era oportuno iniciar el camino al socialismo. Yo no veo la situación de esa manera. Los tiempos políticos no coinciden necesariamente con los tiempos electorales. De aquí a un año hay un siglo. Si en algún momento fue oportuno avanzar es ahora. Aquí y ahora.”

Lo que todo el mundo ve con meridiana claridad y nuestra decadente oposición electoralista ni siquiera atisba es precisamente lo que Chávez no tiene ningún empacho en confesar: los tiempos políticos no coinciden necesariamente con los tiempos electorales. Esos tiempos se han disociado a tal extremo, que las elecciones de diciembre son un triste y estéril regreso al pasado. No servirán de nada que no sea subordinarse al tiempo político real, el del asalto a la propiedad privada, la liquidación de la libertad y la imposición dictatorial del castro comunismo.

¿Habrá alguien en el seno de PJ, AD, COPEI, PV y el MAS que lo comprenda?

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