Lo que vivimos hoy nos inmoviliza
Nuestro editorial del pasado lunes tiene un título angustioso: “Marasmo”.
“Según el DRAE, marasmo significa: “Suspensión, paralización, inmovilidad, en lo moral o en lo físico”.
Me voy al Larousse: “estado de pérdida intensa de vitalidad y actividad de un organismo que se halla extenuado y caquéctico, como consecuencia de una enfermedad crónica consuntiva. Suspensión, inmovilidad física o moral.” Bueno, me fui a buscar “caquéctico”. Que viene de “caquexia” que viene de y constituye la fase terminal de ciertas enfermedades o infecciones crónicas”.
El editorial lo dejaba claro: “eso es lo que está ocurriendo ahora lamentablemente en el país”.
Y la verdad es que mas allá de todas las interpretaciones del mundo, lo desgarrador es que eso que vivimos hoy nos inmoviliza y nos enferma, solo nosotros podemos desterrarlo de nuestras vidas porque quienes están dispuestos a acabar con nosotros no van a dejar de intentarlo y más bien recrudecerán en su empeño hasta que no quede el más mínimo gesto de resistencia. Pero este “marasmo” no es a pesar de ser esa su intención exclusivamente para los 6,5 millones que votamos más los abstencionistas irresponsables sino que, aunque les cueste mucho asumirlo en su cotidianidad plagada de histeria , contaminará en su angustia y desolación a esa población confundida y manoseada que “por ahora” depende de la improvisación y la ineficacia sublimizada en propósitos obscenos de poder. El mundo parece invadido de una complicidad morbosa, no están de moda los hombres íntegros, la libertad es una palabra vacía y la dignidad llena la boca de quienes mienten por mentir y engañan por engañar. Se premia la traición y ya no espantan la sangre inocente ni la indetenible locura.
Pero ante este “marasmo” no hay sino dos opciones: dejarse llevar, morir. Entregar todo, las vidas de los hijos, de los nietos, la propia, de sus sueños y sus ilusiones, el luto cruel impuesto por la perversidad que como “matapalo” se enroscó en nuestros árboles de vida hasta secarlos, o levantarnos, sacudirnos, cortar con nuestros propios dientes las ramas del “matapalo” y liberar nuestras propias ramas para que reciban la luz del sol y crezcan nuevas , desafiantes. Yo estaba hoy en el parquecito vecino viendo un arbolito que habíamos limpiado de las ramas que la ahogaban en su impotencia. Lo hicimos varios vecinos ante el alerta y allí está, floreciendo. Ella da unas semillas que según un alemán que las viene a recoger cada fin de año, bajan la tensión. Allí está…libre de “matapalo”!
Acababa de leer nuestro editorial y no sé por qué verla altiva, sana, me hizo pensar en esto terrible que nos ahoga…Allí está el marasmo. Pero…aquí estamos nosotros! Hoy como nunca los venezolanos tenemos que ayudarla a salir de esto, abrirle camino al sol. No estamos muertos