Opinión Nacional

Lo que toma es báijiú

Escuchar a un candidato a la Presidencia de la República realizar promesas es algo normal. Pero escuchar a un candidato a la tercera reelección hacer promesas como si fuera un candidato de la oposición optando por un primer periodo, es una falta de respeto a todo el país.

El caradurismo de Chávez no sorprende: estamos acostumbrados a escucharlo como quien oye llover. Nadie se pregunta ni cómo ni cuándo ni dónde ni por qué…

Un nuevo accidente, esta vez supuestamente causado por un rayo, pone en evidencia la precariedad en que se encuentran las instalaciones de nuestros gallineros de huevos de oro negro… ¿Acaso no hay pararrayos en las refinerías? El Presidente minimiza la gravedad y en Consejo de Ministros, en cadena, por supuesto, exige eficiencia, celeridad, y asegura que «todo está bajo control». Me pone los nervios de punta imaginarme qué pueda ser «fuera de control»… Mientras, la ministra Teresa Maniglia pasa un tuit con el hashtag #ChávezEsLoNuevo. Si Chávez es «lo nuevo» después de catorce años en el poder y todavía haya quien lo crea y vote por esa «novedad», nos merecemos esto y cosas mucho peores.

Llamo la atención sobre el tiempo verbal que usa el teniente coronel: todo está conjugado en futuro: «haremos», «destinaremos¨, «empezaremos», «construiremos», «alcanzaremos»… los primeros de una lista de verbos tan interminable como sus cadenas. (Si algo agradeceremos es que el próximo presidente Capriles es parco al hablar). Y todos los verbos tienen que ver con China. Claro, China le ha prestado a Chávez el dinero que no produce Pdvsa.

Chávez habló del Complejo Haier, empresa del Fondo Chino, que supuestamente fabricará el 80% de los artefactos eléctricos que necesitamos en el país (si no hay electricidad, ¿para qué tener artefactos eléctricos?) y el 20% restante será importado de China.

Venezuela ha hipotecado al menos los próximos 40 años a China mediante acuerdos inconstitucionales. No solo es la Haier. Es la Citic, son los bancos y tantas empresas más. En vez de copiar la capacidad de trabajo de los chinos y el cambio que han hecho del sistema comunista a la economía de mercado, Chávez escogió venderles el alma.

Aquí nos ha dicho que no toma güisqui con los oligarcas venezolanos, pero con los chinos, Chávez ha debido tomarse una cisterna de báijiú.

 

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