Lo militar y el militarismo
El asunto militar no sería de mayor monta, a no ser por los elevados costos y la derivación militarista que se da a partir de la ambición de poder total de algún oficial, estimulada desde el tinglado civil. En general los individuos formados en esa disciplina responden al principio de sujeción al poder civil. Obedientes y no deliberantes; de servicio a la nación y no a parcialidad o persona alguna; de defensa de la institucionalidad y de la integridad de la patria.
Así ocurre hasta tanto emerge de las cavernas un bellaco que hace armas contra la institucionalidad democrática. Vale decir el deshonroso 4F. Ese atentado se da en el momento más caliente de la crisis política, fomentada por el grupo de los llamados “notables” que, al imbricar con el “caracazo”, va a concluir con el golpe de Estado constitucional que defenestró a Carlos Andrés Pérez.
Esos señores no anduvieron clamando en cada plaza por un gobierno militar. Ese no es el estilo. Diseñaron actividades desestabilizadoras que erosionaron la base del sistema democrático y quebraron la confianza ciudadana. Lo mismo hicieron desde los inicios de la República. Negaron todo acierto y magnificaron cualquier yerro. Castraron la vocación ciudadana. Desenterraron el partido militar. Tanto que, con anticipación a la asonada chavecista, las paredes incluyendo la de los baños públicos y los espacios de las cabinas telefónicas, ostentaban la degradante consigna: “golpe ya”. Manifestación lamentable, propia de una sociedad feble en sus convicciones democráticas, acobardada por la andanada propagandística premonitoria de tiempos apocalípticos.
La godarria criolla, desde siempre, anduvo llorosa detrás de los gobernantes solicitando la supresión de regulaciones. Que la economía discurriera con sujeción a la libre oferta y la demanda. El lloriqueo era comedia. Una vez levantadas las barreras que obstaculizaban las libertades económicas, cambiaron el discurso. No eran aptos para la competitividad. Ellos, afortunados receptores de estímulos arancelarios y de la generosidad crediticia del Estado, no habían actualizado sus plantas industriales. Nada, habían malversado los aportes de la Nación y era imperioso ocultar la verruga. La única salida, derrocar el gobierno impertinente que los desnudaba en la vía pública.
Así, el ridículo aumento a los combustibles tomado como pretexto, izquierda y derecha, una vez más, hizo clic. Los godos colocaron dinero sobre la mesa y medios de comunicación. La izquierda desmelenada aportó activistas. Cuando se da el alzamiento ambos lados no lo respaldan de inmediato.¿Por extemporáneo?. Pero lo justifican. Es el militarismo subyacente que aflora a medias. Luego, el presidente Caldera, quien ya bastante daño había hecho, sobresee al felón y su pandilla. Pero como faltaba algo, godos y comunistas de todo pelo, en unión contra natura, lo llevaron en andas hasta el solio presidencial.
Experimentaron con el golpista del 4F y les salió un monstruo a gatas. El militarismo está clavando sus garras y ha copado los espacios institucionales. Controla y expropia. Para ello se ha valido y cuenta con la indignidad de rufianes, cultores del totalitarismo y maniáticos de las inhabilitaciones, verbigracia Tascón y Russián; con rectores del CNE y magistrados del TSJ dando “un paso al frente” sólo cuando la manda la voz del amo.
Igual roban los espacios para el esparcimiento. El parque una vez denominado del Este, luego Rómulo Betancourt y, por último? Francisco de Miranda lo asaltaron. Se proponen construir un museo para exponer un barco de guerra y otros enceres del precursor. Seguro que no han de ser los que enaltecen el civismo. Causarán destrozos ambientales que podrían evitarse, si las cabecitas de chorlito de los militaristas, lamebotas en traje civil, parieran una idea para dar mejor uso a los espacios de La Carlota.