Lo importante no es ser demócrata o dictador, sino ser de izquierdas
«La democracia es solo el primer paso hacia la consecución de la dictadura del proletariado. Que nadie dude que el poder será nuestro, por las buenas o por las malas».
Francisco Largo Caballero
(El Liberal, de Bilbao, 20 de enero de 1936).
El diario “La Gaceta”[i], bajo el epígrafe El tonto contemporáneo, publicó unas declaraciones del socialista Gregorio Peces Barba, en las que calificaba como un paréntesis en la democracia los Gobiernos de José María Aznar.
Me parece extremadamente grave que a estas alturas, el jurista que fue uno de los siete Padres de la actual Constitución española, Presidente del Congreso de los Diputados, Rector de la Universidad Carlos III de Madrid y Alto Comisionado para el Apoyo a las Víctimas del Terrorismo, ignore premeditadamente la etapa democrática de Adolfo Suárez y considere un paréntesis en la democracia española el período de los 8 años de gobierno del PP.
El demócrata que ejerció de inquisidor de la izquierda durante su rectorado en la Universidad Carlos III, boicoteando la actuación de un historiador que no coincidía con su pensamiento partidario y que como tal liquidó la Asociación de Víctimas del Terrorismo, cuando presumiblemente su misión era apoyar, representar y defender sus derechos y reivindicaciones, puede ser cualquier cosa menos tonto como le denomina La Gaceta.
Sus palabras denotan que para este demócrata socialista y otros que piensan como él, la democracia es únicamente patrimonio de la izquierda y me traen a la memoria aquel pronunciamiento de Francisco Largo Caballero, el sindicalista de la UGT que llegó a ser durante escasamente 9 meses Presidente del Consejo de Ministros de de la II República española y que por estar a favor de la Sovietización de nuestro país, llegó a ser denominado popularmente el «Lenin español», en el que manifestó: «Quiero decirles a las derechas, que si triunfamos, colaboraremos con nuestros aliados; pero si triunfan las derechas, nuestra labor habrá de ser doble: colaborar con nuestros aliados dentro de la legalidad, pero tendremos que ir a la Guerra Civil declarada. Que no digan que nosotros decimos las cosas por decirlas, que nosotros lo realizamos». [ii]
Al menos, no se le podía acusar de hipócrita, farsante, tramposo, ni embustero como muchos de los que hoy ejercen el poder, cuando pronunció aquellas palabras, ni tampoco cuando más adelante aclaraba explícitamente: «La clase obrera debe adueñarse del poder político, convencida de que la democracia es incompatible con el socialismo, y como el que tiene el poder no ha de entregarlo voluntariamente, por eso hay que ir a la Revolución».
Las manifestaciones de Peces-Barba ponen de relieve el sustrato que aún subyace en el ánimo la izquierda radical española, en relación con el sentido patrimonial que tiene de lo que ella entiende por democracia, que como se demuestra en el programa socialista, Madrid, 1910, ni creen en ella, ni la asumen, ni la soportan, ni la respetan. En el mismo se puede leer el siguiente comentario: “Es cierto que aspiramos a llevar representantes de nuestras ideas al municipio, a la diputación y al parlamento, pero jamás hemos creído, ni creemos que desde allí pueda destruirse el orden burgués y establecer el orden social que nosotros defendemos”.
En el VI Congreso del PSOE celebrado en Gijón, Pablo Iglesias proclamó: “Queremos la muerte de la Iglesia… para ello educamos a los hombres, y así les quitamos la conciencia… No combatimos a los frailes para ensalzar a los curas. Nada de medias tintas. Queremos que desaparezcan los unos y los otros».[iii]
Consecuente con esta afirmación, Pablo Iglesias manifestó que la idea de elevar un monumento en el Cerro de los Ángeles, con el que Alfonso XIII consagraba España al Sagrado Corazón de Jesús era una “locura”.[iv]
[i] La Gaceta”, 7 de mayo de 2010, página 2
[ii] El Liberal, de Bilbao, 20 de enero de 1936.
[iii] Recogido por Luis Gómez Llorente en su libro “Aproximación a la historia del socialismo español hasta 1921”, Cuadernos para el Dialogo, Madrid,1972, página 169
[iv] Ricardo de la Cierva, “Historia actualizada de la II República y la Guerra de España, pag. 25