Opinión Nacional

Lo bueno de los estándares es que hay tantos…

El poder tiende a corromper, pero el poder absoluto corrompe absolutamente.
Lord Acton

Pregunta: ¿cuántos ingenieros de Microsoft se necesitan para cambiar un bombillo?
Respuesta: ninguno, porque Microsoft declara que la oscuridad es el estándar.
Anónimo de Internet

El 3 de diciembre de 1999 a las 4 pm http://www.webho.com/WealthClock sostenía que Bill Gates tenía US $ 108.905.000.000. Dicho en letras: ciento ocho mil novecientos cinco millones de dólares. Cada tanto tiempo ese sitio Web actualiza la cifra. Es cuestión de que lo visites cuando leas esto para poner al día el guarismo. Se dice fácil. Ese sitio para envidiosos se dedica a observar minuto a minuto cuánto se ha ganado Bill Gates en su corta vida. ¿A qué se debe esta monstruosa hacienda que al propio Gates desconcierta y por eso anuncia que no la dejará en herencia a sus descendientes?

La desmesura es una de las características más humanas. Los griegos la llamaban hybris y es uno de los rasgos de la tragedia. En este caso no estamos ante una tragedia, aunque sí de un drama. El cuento de Bill Gates ha sido contado una y mil veces como para repetirlo aquí. Solo me limitaré a evocar algunos aspectos. Entre ellos aclarar ciertas leyendas que, como suele suceder, son falsas. Una de ellas es que Bill Gates hizo su fortuna a base de su solo ingenio y talento gerencial. Esta versión Reader’s Digest de la vida de Gates es falsísima. En primer lugar, como se informa en http://photo.net/bg/, Bill Gates escogió muy bien a sus abuelos y a sus padres, que es el modo más común de hacerse rico: heredar una fortuna. Hay una historieta obviamente apócrifa de cómo se hizo millonario John Rockefeller: su padre le regaló una manzana. En lugar de comérsela la vendió. Con el dinero obtenido se compró dos manzanas, que también vendió y compró entonces tres. Así fue acrecentando lenta y penosamente su capital hasta que un día murió su padre y heredó no sé cuántos millardos de dólares. Así fue como se hizo rico Rockefeller. El bisabuelo materno de Bill, J. W. Maxwell, fundó en 1906 el National City Bank de Seattle. Y su madre Mary Maxwell compartía con John Opel un puesto en la directiva de United Way. A instancias de Mary, Opel se encargó de convencer a IBM, de cuya directiva él también formaba parte, de que contratase a Gates el sistema operativo para su nueva computadora IBM PC, entonces en desarrollo. Lo demás es historia, entre ellas que Microsoft comenzó comprando programas ajenos y estancando el desarrollo de la tecnología. Cuando no compra programas se los copia sin amor propio, como el sistema operativo de Macintosh. Uno de sus principales recursos es la estupidez humana. Los usuarios de MS-DOS dijeron que la interfaz gráfica de Macintosh era un juguete hasta que Bill Gates la introdujo en Windows. Erasmo de Rotterdam haría su agosto estudiando el caso de MS-DOS y Windows y seguro que escribiría la segunda parte de su Elogio de la locura. Otros innovan, Microsoft copia y todo el mundo piensa que fue Microsoft quien inventó el ratón, las carpetas, la hoja de cálculo e Internet. Muchos deben pensar que inventó la computadora, el pan rebanado y el espejo retrovisor.

Como la vida es más complicada que lo que creen los que todo lo ven de un solo color, ciertamente Bill Gates ha creado numerosos programas útiles. De hecho esta columna la estoy escribiendo con Microsoft Word 98 Macintosh Edition. Excel es quizás el mejor programa hecho para Macintosh y tal vez para computadora alguna. El único defecto que le hallo es que no lo necesito para mi trabajo. Otros productos son más discutibles, como Windows, pero en todo caso le sirve a mucha gente. Hay cosas que no entiendo de Windows: que una computadora se vuelva loca porque le desconectan el ratón o que el teclado invoque unas letras en un programa y otras en otro de la misma serie de Office de Microsoft. Son contratiempos que me ahorro eludiendo el uso de Windows. Pero con todo y eso funciona.

Otros procedimientos los cuenta el juez Thomas Penfield Jackson, cuando estableció lo que todo el mundo sabía: que Microsoft sí era un monopolio. Allí cuenta cómo Microsoft extorsionó a Apple al amenazarla con no desarrollar más la serie Office para Macintosh (que ya tenía lista por cierto), para forzar a Apple a poner el Explorer como programa predeterminado de su sistema operativo. Otras maniobras consistieron en lograr que los principales sitios Web eliminaran toda mención de Netscape a cambio de estar en los canales de Explorer. La extirpación de Netscape se proponía evitar que Internet instaurase un modo de trabajar que prescindiese de los sistemas operativos Windows, Unix o Macintosh. Otra amenaza era Java, el lenguaje de programación de Sun Microsystems, que funciona en cualquier sistema operativo.

Con todo y serviciales, los programas de Microsoft terminan asentando límites para el desarrollo de otras tecnologías. La cosa no ocurriría así si Microsoft no tuviera tanto poder. Entonces tendría que compartir el espacio tecnológico con otros competidores y se vería obligada a innovar en lugar de copiar, que es talento que no se puede comprar.

La cuestión está en el dominio de los estándares. Durante la Fiebre del Oro el que ganaba era el que controlaba la mayor cantidad de yacimientos. Lo mismo pasó con el boom petrolero texano. Era una versión capitalista del latifundismo. Pero ahora está en el dominio de estándares. Algunos estándares, claves, se hicieron de dominio público: Unix, la hoja de cálculo, HTML, pero otros conservaron su carácter privado y ahí te quiero ver. Como los estándares tienen la mala costumbre de proliferar (lo dice el título de estas palabras, que tomé de alguno de los libros que recopilan las leyes de Murphy), suele suceder que el usuario termina adoptando la menor cantidad posible, entonces le da prioridad a la compatibilidad.

He allí una de las claves del éxito de Windows. Al ser el que más se propagó desde bien temprano, la masa crítica tiende a favorecerlo porque asegura compatibilidad con la mayor cantidad de equipos instalados. Eso garantiza la fluidez del trabajo y de los datos. No es poca ventaja. Ello explica por qué muchas veces se adoptan estándares inferiores porque su desventaja intrínseca se compensa con la ventaja extrínseca de la comunión con el resto del mundo. Los que se salen del estándar se van quedando por el camino. Hubo varios procesadores de palabras que competían favorablemente con Word, pero no eran compatibles entre sí. Pronto Word se convirtió en el formato estándar. Asimismo pasó con MS-DOS y luego con Windows.

A veces me pregunto qué hubiera pasado si el sistema operativo dominante hubiera sido el de Macintosh y no MS-DOS/Windows. Todavía puede pasar: Apple no solo se ha recuperado sino que sus nuevos modelos dominan el mercado instantáneamente, como la iBook y antes la iMac. El juicio antimonopolio hubiera sido mucho más severo porque Apple no solo controla el sistema operativo sino el equipo mismo, el hardware, y las ambiciones hegemónicas de Steve Jobs, uno de los creadores de Apple y su actual Gerente General Ejecutivo interino (CEO, Chief Executive Officer, o iCEO…), no son inferiores a las de Gates. Es más, son obviamente superiores. Pero es como lo que pasó entre los indios y los conquistadores españoles. No eran más bondadosos que estos, pero no tenían arcabuces ni armaduras y por eso perdieron la guerra de Conquista (ver América no existe. La Macintosh llegó cuando ya la IBM PC había impuesto el sistema operativo MS-DOS en la mayoría de las computadoras. Era más cara, no tenía disco duro ni mucha memoria RAM. Eso retardó y limitó su difusión. MS-DOS ganó la guerra y labró el terreno para Windows. Los mismos inocentes que decían que la interfaz textual de MS-DOS era mejor que la interfaz gráfica de Macintosh son los que dicen ahora que Windows es mejor que Macintosh.

Cómo Apple se fue dejando alcanzar por Windows, hasta casi quebrar, es tema para otra crónica. Lo interesante de todo esto, lo que debemos aprender, es cómo gran parte de la lucha por el control, esa obsesión humana, demasiado humana, está en el dominio de los estándares. Bill Gates ha dicho que él no teme la competencia de las grandes compañías, sino a dos muchachos de veinte años en un garaje, como lo fueron Steve Jobs y el otro creador de Apple: Steve Wozniak. Como lo fue el mismo Gates con el otro creador de Microsoft: Paul Allen. Ahora está preocupado por Linux, que es tan o más estable que Windows NT, es gratis y su código fuente es público. El peligro es que el control de los estándares puede terminar haciendo de necesidad virtud: si mi producto estándar no es capaz de ciertas funciones declaro que el estándar es la inexistencia o inconveniencia de esas funciones. Si mis bombillos no alumbran declaro que el estándar es la oscuridad. Entonces presiono a todo el que puedo a fin de lograr que las tecnologías más avanzadas que la mía muerdan el polvo, se abandonen, se engaveten y languidezcan como languidece Netscape, que otrora fue el navegador dominante.

Hasta ahora el poder de Gates se ha circunscrito al dominio de las tecnologías de software y en gran medida de hardware, ¿pero qué pasará cuando comience a presionar a los sitios Web que están en los canales de Explorer para que no divulguen información que lo perjudique? ¿Cuánto falta para que Gates invada el campo de la política? Ya está comprando derechos de reproducción de todo cuanto puede, porque sabe que Internet es contenido principalmente. Cualquier día termina como el Big Brother. El capitalismo tiene esas cosas.

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