¿Llegó la hora del pueblo?
Esta consigna genérica fue utilizada por Hugo Chávez, cuando llegó por primera vez a la Presidencia de la Republica. Los resultados fueron excelentes frente a un país desvaído, viendo como se derrumbaban los logros de una democracia ancestral. Llegó su tiempo y muchos creyeron que la consigna se materializaría, llevando bienestar a las clases populares. Había esperanza sin que se borrara de la mente del venezolano lo antecedentes golpistas de Hugo Chávez, empero, se le dio el beneficio de la duda y en eso llevamos once años y lo único que hemos cosechado ha sido la ruina y destrucción del país. Por ello, hoy recordamos el aludido lema “llegó la hora del pueblo”. Será qué de verdad está por llegar viendo los acontecimientos funestos de la nación que si nos ponemos a enumerarlos sería incurrir en pleonasmo.
Antes había luz espiritual con cierta creación, y muy pocas veces se iba la luz en nuestros hogares. El agua fallaba, pero no tan seguido y para hacer un corte de 24 horas el gobierno buscaba las fechas oportunas como la Semana Santa, y pasaba meses explicando las razones por las cuales se realizaría. Normalmente eran los mantenimientos que requieren estos servicios. Cosa que nunca hemos visto durante la “revolución” encargándose en mantener algo, el tiempo se les ha ido en amparar “esquinas calientes” y otros grupos de exaltados. La política y los despropósitos ocuparon las mentes oficiales, tratando de borrarles a los venezolanos la honestidad y deseos de mejorar. Creyeron que el país físico era eterno o no existía, abandonándolo en aras de una revolución imaginaria y prosaica. Hoy somos damnificados de esa “revolución” y unos limpios por que ellos malgastaron los dineros del pueblo. Actualmente, tratan de salvar la fatalidad de su destino, que es el fracaso y cese de esta orgía “socialista” sin ningún parangón histórico, y que va más allá de la inmoralidad. Aquí nada se considera una revolución o cambio, aquí ocurrió un cataclismo con causantes plenamente identificados y debe comenzarse a reconstruir la nación o nos quedaremos sin ella. Sencillamente es eso, si antes hubo descuidos y omisiones en estos últimos años hubo destrucción con alevosía contra los bienes públicos y derechos humanos. Por eso, creemos llegará “la hora del pueblo” antes de que quedemos sin nada. El problema del agua no es del Niño o la Niña o de la Madre de alguien, sencillamente es por falta de previsiones en el mantenimiento y ampliación de almacenaje de unas instalaciones que periódicamente deben examinarse y extenderse en la medida que va creciendo la población. Con la luz ocurre algo similar o más grave, cuando a nuestro Presidente se le ocurrió regalarle las plantas de contingencias a Daniel Ortega que, servían para impedir los apagones en la región capital; en el interior la cuestión es peor ahora por abandono total. Ojalá, arranquen algo de una vez antes que nos caiga encima el propio cielo. Y ojala sea la hora del pueblo para que se den cuenta donde están sus verdaderas conveniencias y no sigan viviendo del engaños y de promesas fatuas. Llevamos once años en retrocesos sin ver cristalizar un solo proyecto de esta “revolución” Puro bla bla, y “Alo presidente” que no develan nada importante sino cerrazones y malas ocurrencias. Somos un pueblo de hombres y mujeres postergados, subestimados, tratados como estúpidos, la mediocridad nos rodea, y todo se viene abajo, ¿acaso no es la hora de despertar? Acaso como decía Shakespeare para que ocurra algo se necesita de una providencia especial y esa providencia especial está comenzando a avivarse ante el desespero, y carencias. Un gobierno que no garantice los servicios básicos, no es un gobierno. Un gobierno que no administre la cosa pública con probidad no puede mantenerse eternamente como pretende el “líder” de la revolución, contraviniendo todas las normas democráticas. Quien no sabe nada de nada no puede aspirar a nada, aunque la “suerte” lo haya aventado a la presidencia de un país. El soberano, el pueblo o como quieran llamar esa voluntad colectiva, es quien determinará finalmente los rumbos de la nación y ha de estar pensando en su hora de comenzar a restituir lo disipado.