Opinión Nacional

Llegó la dictadura

En Venezuela existe una dictadura comunista a la cubana adecuada a las circunstancias de lugar y tiempo. No es una copia al carbón, pero ha sido consecuencia de un golpe de estado de ejecución progresiva ejecutado astutamente por el brazo ejecutor del castro-comunismo en Venezuela y para otras áreas del continente y del mundo. No es que estemos en camino de la dictadura. No. Llegó bajo la forma de una autocracia totalitaria, retrógrada, reaccionaria, a la cabeza de la cual está un personaje subversivo, tan enfermo de poder como lleno de complejos, entre estos últimos brilla la ignorancia en todos los campos que importan para la vida nacional. Pero con poder político y económico suficiente para destruir a la nación sobre la base de la represión, de la violencia física e institucional que puede resultar peor que la otra.

Todos los diagnósticos están hechos. La realidad está a la vista de propios y extraños. La comunidad internacional está atenta a cuanto sucede, esperando la definitiva reacción de un pueblo harto y fatigado que siente la amenaza inminente, pero que se acostumbró a una comodidad incompatible con un régimen comunista. Poco a poco toma conciencia de las obligaciones de lucha que impone una cultura democrática sólida, la vocación libertaria que está en nuestras raíces. Los venezolanos sabemos que llegó la hora de que cada quien defienda lo suyo, su vida, su familia y sus bienes. Y todos juntos a organizarnos para defender lo nuestro, la patria, la libertad, la soberanía, la integridad territorial y la dignidad nacional que estos bárbaros se empeñan en pisotear. El espectáculo del nuevo presidente de la Asamblea Nacional, su prontuario, los discursos y declaraciones, las groserías y amenazas contra los representantes de la mayoría absoluta del país, envuelven un problema de dignidad que debemos asumir con todas sus consecuencias.

Presenciamos el desarrollo de una verdadera guerra civil, aún en las sombras, pero todas las alternativas posibles, bajo este régimen, conducen a un desenlace producto de una confrontación terrible que ya empezó a los efectos del gobierno, aunque en el lado no oficialista no exista todavía disposición plena para organizar la resistencia activa que impida la tragedia. Es oportuno recordar, una vez más, que la única guerra imposible de ganar es la que no se libra y que tan criminal es quien promueve una guerra innecesaria como quien la evita cuando es indispensable librarla. El ciudadano común tiene clarísimo el problema. Observa con atención al liderazgo, a la dirigencia política, económica y social. El pueblo pareciera estar, nuevamente, por encima de sus dirigentes. El reciente mensaje de la Conferencia Episcopal Venezolana muestra en toda su estatura el coraje de la Iglesia. Es una invitación seria, reflexiva y obligante a la acción con el objetivo de ponerle punto final a este régimen. Todos conocemos la verdadera naturaleza del problema. No es electoral, sino existencial.

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