Opinión Nacional

Llantén y despedida en el CNE …

Al escuchar las declaraciones de Etanislao González, Presidente del CNE, en las que anunció -estertoroso y con el agua al cuello- haber sido víctima de amenazas junto a sus colegas, para luego decirnos que la empresa encargada de las megaelecciones los había engañado, he sentido pena muy propia y no ajena. A fin de cuentas el país nos duele a «casi» todos y a mí, en lo personal, no menos que a los demás.

Etanislao ha tenido la audacia de simplificar las cosas -sus cosas- en términos que ofenden al más elemental de los escuchas. Señaló que el problema causado en y por el CNE no es su problema. Según él, estaríamos en presencia de un problema del Estado. Tanto como decir que es un problema de todos, por lo mismo de nadie y menos de Etanislao.

Por otra parte, fue puntilloso al decir, con alevosa oblicuidad y en discurso gastado, que la empresa responsable del supuesto y fraudulento engaño era «gringa». De consiguiente, detrás de la descubierta y por él denunciada maniobra golpista en marcha estarían los oscuros intereses del Imperialismo, maridados con la corrupción puntofijista.

Y uno se pregunta con ingenuidad: ¿Quién contrató a estos señores y cómo lograron colarse en el seno monolítico de un CNE tan «quintaesencialmente» neobolivariano como éste?

Para nadie es un secreto que la directiva del CNE es una sucursal del Congresillo, al igual que éste lo es del Palacio de Misia Jacinta. De modo que, al pedirle Etanislao a los demás poderes, entre ellos al Tribunal de la Revolución, que den la cara, no hace otra cosa que recordarles que sólo no cargará con los platos rotos de este monumental fracaso, inédito en la historia democrática del país. Pues, si se trata de resolver constructivamente el problema ¿porqué apelar a los poderes partisanos y no a todos los dirigentes -revolucionarios y contrarevolucionarios- involucrados en los comicios?

A menos que, en el fondo de todo, este mediando una mera y zorruna treta de Estanislao, al mejor estilo de Reineke. ¿Acaso para separar las elecciones, realizar sólo las presidenciales y postergar el deterioro hoy manifiesto de sus camaradas de las regiones y de los municipios?

Lo único veraz, a fin de cuentas y por ahora, es que avanzamos hacia terrenos movedizos, en los que de nada ya vale invocar a los fantasmas del Pentágono o a las ánimas de un pasado que fue y que, por obra de la fatalidad o de la temporalidad, ya no es ni lo será en lo sucesivo.

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