Levántate y anda
Por caridad. Para saber a qué atenerse. Se conoce que haces milagros; recientemente el país asistió a la multiplicación de los pranes y ya se sabe que aunque todavía no caminas sobre las aguas, te has convertido en 140 caracteres de Twitter cuando envías tus pará-bolas a quienes las estiran sin misericordia. Te has trasmutado en voz: ya no eres sino que hablas; y de vez en cuando reencarnas en la figura del Comandante para simular que eres el que eras y el que ya no serás más.
El país asiste a una descomunal simulación. La de tener un presidente que dirige, gobierna, administra y habla. No hay tal. Al margen de las gravedades que se suponen y atenúan cada vez que dice una pachotada, celebrada por los Caballeros de la Mesa Ovalada, la certeza nacional es que un fantasma ronda la presidencia de Venezuela, el fantasma del comunismo y de su sosías el Caudillo. No hay ejercicio de gobierno; no hay un líder que estudie un asunto, que lea recomendaciones y las debata, que escuche alternativas de sus ministros, que module las políticas públicas. Lo que hay es un tren que alcanzó velocidad de crucero, que tiene el piloto automático, y que se desplaza por unos carriles que lo llevan a la Estación bautizada como El Desastre, sita en Sabaneta. El Presidente manda en la medida en que su estado de salud le permite atrincherarse detrás del mostrador en que se ha convertido el salón de sesiones del Consejo de Ministros y desde allí lanza improperios y sarcasmos, en medio de los cuales dicta una instrucción. El acto de gobernar era un espectáculo ahora semeja cada vez más sus intermedios.
TENTACIONES DE LA AUSENCIA. La desaparición del ejercicio presidencial, en la práctica, ha destapado una dinámica de fingimiento y disimulo para hacer creer que el que estaba, está. Se han puesto en marcha dispositivos que contemplan no sólo el Plan B, sino el C y el D, hasta llegar al Z.
Desde esta columna se dijo hace varios meses que se amasaba una reforma constitucional. Dos son los propósitos de esa reforma que ya está estudiada, aunque no está decidida: el primero es el de arreglar la sucesión presidencial, en caso de que Chávez sea reelecto y no pueda continuar, para que no exista la necesidad de convocar a elecciones dentro de los primeros cuatro años del período constitucional y el vicepresidente pueda continuar como presidente. El segundo propósito es eliminar los impedimentos para que un familiar del presidente en ejercicio pueda ser vicepresidente. Estos designios no están decididos pero sí están estudiados y hay la tentación de meterlos de contrabando en una enmienda o reforma más amplia, so pretexto de simplificar y actualizar la Constitución. Parece grotesco y suena como imposible que pueda hacerse, pero hay que estar atentos porque ya amagaron con envolver sus objetivos con el proyecto de Ley de Misiones que Primero Justicia ha promovido y que desean usar como excusa para el nuevo mamarracho constitucional.
La otra tentación es no dejar que Henrique Capriles sea candidato activo por la vía de anularlo en la calle. Provocar la violencia a su paso y acusarlo luego de ser el autor de los hechos es la estrategia predilecta, no porque los estrategas del gobierno piensen que la maniobra es muy fina, sino porque el propósito es obligarlo a desaparecer de la calle. El gobierno se ha propuesto que Capriles no realice más actos en Caracas y están dispuestos a repetir el incidente que ya ocurrió. Es prudente que el candidato democrático tome medidas sin renunciar a caminar la ciudad que es lo que el régimen quiere.
EN CASO DE QUE LÁZARO NO SE LEVANTE. Si el caudillo no puede concurrir a las elecciones hay dos opciones: un candidato suplente coronado por Chávez, al que le procure transferir un mandato postrero, y la otra -si la primera no parece funcionar- es la de provocar situaciones de orden público que conlleven un «estado de emergencia» en el marco del cual suspendan las elecciones.
En este último caso se piensa, no sin cierta razón, que el caos puede ser terreno fértil para que los que tienen la sartén por el mango continúen teniéndola dado que poseen las armas y el dinero, mientras la sociedad democrática no. Pueden calcular mal porque cuando las sociedades se movilizan no se detienen fácilmente y los militares pueden ejercer un riesgoso papel arbitral, pero eso es ya adivinación.
Cierto es que hay conversaciones por trascorrales. Aproximaciones para saber cuál es el terreno del otro. En un mundo de relativa sensatez en el cual las fuerzas están más o menos equilibradas, un entendimiento debería imponerse; sin embargo, aunque algunos tienen conciencia del asunto del lado del gobierno, no se atreven a pasos concretos por el riesgo de que se entere la Reina y ordene «¡que le corten la cabeza!»
EL OTRO INGREDIENTE. Es el fraude, el ventajismo electoral y la intimidación. De este último hay amplia documentación apenas se mira hacia afuera, se enciende la TV o se escucha el ruido de fondo de un régimen que aprieta tuercas aquí y allá. Igualmente, basta saber que hay industriales que han recibido la amable visita de miembros del régimen para comunicarles que cualquier contribución a la candidatura opositora será considerada como «aporte al terrorismo».
Lo más importante es el asunto electoral en sí mismo. A pesar de que el rector Vicente Díaz con insólita petulancia pretendió desmentir las inquietudes de técnicos y expertos calificados, lo incontestable es que hay problemas serios. Por fortuna, en los días recientes se ha generado una corriente de opinión en la que concurren dirigentes, expertos y líderes de opinión para plantearse el tema. No hay que olvidar que el pulcro CNE todavía debe centenas de actas del referendo constitucional de 2007; tampoco hay que echar en saco roto el que la integración entre la captahuella y la máquina de votación es un acto de intimidación; ni hay que desechar que la observación internacional independiente está impedida. ¿Y el RE? Ni se diga.
INCREMENTAR LOS VOTOS. Ante este panorama hay que prepararse para que las acciones antidemocráticas sean contrarrestadas. Fundamental es incrementar los votos de Capriles. En la medida en que éste se convierta en el símbolo de una avalancha por el cambio crecerá la fuerza para impedir los propósitos violentos y continuistas del régimen. Capriles es el instrumento que se dio la sociedad opositora para provocar un cambio.
Si a usted le gusta el candidato; vote por él. Si a usted no le gusta el candidato, también vote por él. Hay que tratar de que gane aun sobre el sectarismo que lo rodea. En realidad, no importa si Capriles quiere tenerlo a usted a su lado; vote y busque votos para él y así contribuir a generar un cambio irreversible. Si Capriles logra los votos entregarán, por las buenas o por las mejores.
Twitter: @carlosblancog