Opinión Nacional

Legitimación imposible

Las actuaciones del Consejo Nacional Electoral y las omisiones del Tribunal Supremo de Justicia con relación a las pasadas elecciones presidenciales, reafirman la convicción de fraude existente. Un manto de ilegitimidad rodea a Nicolás Maduro. Su designación inconstitucional como encargado de la presidencia siendo vicepresidente y las precipitadas proclamación y juramentación al margen de la ley, sería suficiente para desconocer su investidura en cualquier país democrático. Aquí no. Desdibujada la Constitución y muerto el Derecho, hay pocas esperanzas para resolver civilizadamente el problema. Sin embargo, Maduro ayuda con su torpeza infinita. Las cosas aparentemente buenas que se propone, le salen mal y las cosas malas las hace perfectas.

Maduro ha iniciado contactos a los más altos niveles buscando legitimación y reconocimiento internacional como respuesta al sentimiento cuestionador de la mayoría del país. Ofrece, compromete al país, ratifica convenios de dudosa conveniencia, firma otros de naturaleza desconocida pero de elevados costos, insoportables para las destartaladas finanzas públicas. Alborota a los petrochulos del continente y profundiza la relación con países totalitarios y organizaciones subversivas y comunistoides en el mundo. Alborota a dirigentes y sectores bien financiados, pero todo se le derrumba cada vez que abre la boca sobre temas trascendentes. Insólita la manera como alteró la relativa normalidad de las relaciones con Colombia. Las acusaciones directas contra Santos y Uribe, contra los sectores económicos de allá y de aquí, los señalamientos a la Gente del Petróleo que trabaja exitosamente en el hermano país como responsables de la compra de ocho aviones de guerra para la oposición venezolana, para derrocar al gobierno y matarlo a él, para sólo citar algunas cosas lo proyectan como un irresponsable no apto para desempeñarse como Presidente.

Ninguna prueba relativa a las graves acusaciones conoce el país. Las relaciones están en un mal momento. La torta está puesta. Ahora busca refugio y la legitimidad perdida en la jerarquía eclesiástica nacional y llega hasta el Papa Francisco. El tipo no sabe nada de nada, menos sobre el delicado mundo que explora. En La Habana deben estar súper alarmados. Atención.

 

 

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