Lecturas obligatorias.
Estamos a doce días antes de las elecciones regionales y municipales. Como todos hemos percibido, la campaña por parte del chavismo y ha girado en torno al Führer y su proyecto del “socialismo del siglo XXI”. El bululú de la lucha entre oficialismo (en términos militares) y disidencia, oposición y resistencia (en términos de un enfrentamiento democrático) ha impedido una reflexión seria acerca de lo que será el futuro de nuestra sociedad; esto es: pocos han sido los debates profundos acerca del tipo de esfuerzo que había que hacer para discernir entre el proyecto neototalitario del chavismo y la continuación del proyecto democrático.
Da la casualidad de que he venido leyendo, durante las últimas semanas, dos libros que giran en torno al totalitarismo. Se trata de Mao: La historia desconocida de Jung Chang y Jon Halliday y La Rusia de Putin de Anna Politkovskaya (asesinada en octubre de 2006). Jung Chang y Jon Halliday presentan, no precisamente una biografía de Mao Ze Dong, sino una detallada y muy cuidadosamente documentada narración de cómo el líder chino montó su imperio totalitario a lo largo de sus 82 años de vida, a través de su inefable olfato del poder, de una capacidad ilimitada de intrigas, de su absoluta falta de escrúpulos morales en el trato de sus “camaradas” y de sus compatriotas y de su siempre mal intencionada “inteligencia”. Chang, autora de una extraordinaria novela titulada Cisnes salvajes, y Halliday, un historiador largamente comprometido con la máxima de Leopold von Ranke de “escribir la historia tal y como ha ocurrido”, logran presentar, en base a un análisis detallado de innumerables fuentes y documentos, la degeneración de su proyecto político, basado en el “marxismo-leninismo-estalinismo”, hacia una un régimen de terror que costó la vida de aproximadamente 70 millones de seres humanos.
Anna Politkovskaya describe el camino desde la implosión de la Unión Soviética en 1991 hacia la restauración de sus rasgos más perversos, básicamente después de la elección de Vladimir Putin como Presidente de Rusia como sucesor de Yeltsin. Argumenta, en base al análisis de las dos guerras contra Chechenia, como se restituyen los rasgos del predominio del militarismo, se revierten los intentos de Gorbatchow y Yeltsin de construir estructuras e instituciones democráticas y se eliminan los intentos de descentralizar ese gigantesco Imperio. Lo logra mediante la descripción de las vidas y destinos de innumerables individuos y el retorno a un Poder Judicial sometido incondicionalmente al Poder Ejecutivo.
Dadas las similitudes de los procesos de China y Rusia con los de los últimos diez años de nuestro país y la admiración del Presidente Chávez por Mao y Putin, la lectura de estos dos libros es, a mi modo de ver, obligatoria para los intelectuales, académicos, estudiantes y políticos de la Venezuela contemporánea. Sus análisis y enseñanzas contienen numerosos elementos que pueden reforzar el pensamiento democrático y nuestro intento de llevar a nuestra sociedad hacia su predominio.
Pienso que, cuando empieza el 24 de noviembre, independientemente cuantas gobernaciones y alcaldías y votos pierda el Führer, debe iniciarse también una severa y seria reflexión sobre si queremos un futuro político democrático, en libertad, en tolerancia y en paz o si vamos a permitir que se nos impongan los modelos de Mao y de Putin. Esta reflexión debe ser un esfuerzo mancomunado de toda la sociedad, fundamentado en la ética y la sociabilidad que están tan amenazadas.
P.D. Dado que se me ha dado un nuevo pasaporte del país del que me siente ciudadano, aprovecho la oportunidad de agradecer profundamente las tantas muestras de solidaridad que mis conciudadanos me han demostrado.