Lección histórica
Convengamos en que la izquierda gobierna actualmente al país, si hacemos caso de la caprichosa y desconfiable distinción topográfica. E, incluso, aceptemos, equiparándola provisionalmente, que no se parece al otrora marxismo venezolano, por lo menos respecto a sus afanes de estudiar nuestra particularidad sociopolítica, añadiendo una conducta heroica y –valga subrayar- ejemplarmente austera, a pesar de la procedencia social de muchos de sus fundadores.
Luego de la dramática derrota de la subversión armada de principios de los sesenta, deslumbrada por la revolución cubana, ella experimentó una profunda transformación que convierte la presente era saudita en el reverso de la que conocimos a partir de 1974. Y, sorprendida por el ascenso al poder en 1999, atada a la cola del caballo de un prófugo del siglo XIX, emplea exactamente lo que tenía en su equipaje político y cultural para una importante lección a los sectores de la oposición que claman por la salida de Hugo Chávez, conservando exactamente el equipaje que hizo posible su entrada.
Es necesario indagar en el pasado relativamente remoto e, independientemente de sus posturas, tomar el testimonio –por ejemplo- de José Mendoza Angulo, quién se preguntaba “¿existen izquierdas en la universidad?” (El Nacional/Caracas, 15/07/81). Y, al efecto, partía de una visión que la izquierda tenía de sí misma, considerada como un movimiento, persona o pensamiento que se identificaba con la suerte de los sectores marginados de la sociedad, enfrentada al status quo, propugnando un proyecto de avanzada, pero –he acá lo importante- con espléndidas oportunidades para demostrar sus intenciones al ejercer cuotas sobresalientes de poder en las universidades públicas, incurría y exageraba en los defectos que solía imputar a otros.
El articulista reconoce críticamente al país de entonces, como transido de desorden, despilfarro, corrupción, tráfico de influencia, contradictorio y esa izquierda, con responsabilidades universitarias, se hizo igualmente portadora de esos males, realizando el oportunismo y el clientelismo, sin un aporte profundo, coherente y riguroso para abordar académicamente las realidades que se convirtiera en bandera convincente para los sectores sociales que dijo representar. Antes que la ruleta histórica la pusiera en el camino del poder, hizo todo el aprendizaje necesario para desnaturalizar, aún invocándola, toda transformación social y, por consiguiente, no debe sorprendernos el curso que toma el socialismo campamental en Venezuela, añadido el desconocimiento de la autonomía universitaria que ayer dijo fieramente defender y de la cual –comprobadamente- fue indiscutible beneficiaria.
Es necesario citar otro ejemplo, pues el propio Mendoza como rector de la Universidad de Los Andes, le confirió el merecido doctorado honoris causa a Gustavo Machado, en un acto cuyo orador de orden fue Miguel Otero Silva (El Nacional/Caracas, 28/07/81). Y no se trató de una traición de Machado la aceptación de la referida distinción, pues jamás renegó de sus ortodoxas convicciones y, por lo demás, al retirarse de la política activa, advirtió que cumpliría el mandato del partido (PCV) para escribir sus memorias, como lo comentó a Campos Martínez (ibidem, 20/07/77). Digamos, mejor, que fue un evento de absoluta tolerancia con el que pensaba diferente y hacía cosas igualmente diferentes, sin equivalente alguno en la ya larga gestión del Presidente Chávez.
Estimamos necesaria la lección, sobre todo para la actual oposición que debe ser ejemplo viviente del país y de la sociedad que todos deseamos: libre, democrática, honesta, creadora, disciplinada. Y es que lo peor que nos puede pasar es que, llamados a una transición post-autoritaria, tenga repleta las maletas de los mismos vicios que denuncia.