Las trampas de la oposición
Aún funcionando tan mal los servicios públicos, agigantándose la inseguridad producto del malandraje desbordado, tupiéndose de conflictos las relaciones entre el Estado y los ciudadanos, proliferando la corrupción con envalentonados funcionarios protegidos por la impunidad reinante y, lo insólito, aumentando el desempleo no obstante los altos precios petroleros y el incremento del gasto público en programas asistenciales, no pareciera existir a estas horas una alternativa de oposición con posibilidades de triunfo.
Además de inagotables recursos financieros para dar, regalar, someter y maniatar a unos cuantos, Chávez ha abusado del poder del Estado en materia propagandística, como también ha tenido el tino de fabricar una polarización con elites económicas y cogollos políticos que no representan los intereses del común y las aspiraciones de cambio de las mayorías, incluidos los venezolanos decepcionados de haber votado por el actual gobierno.
Los partidos políticos se echaron al abandono. Se aislaron de sus bases. Clausuraron el debate programático. Al más estricto estilo chavista, se dieron a la persecución y exclusión de quienes no fuesen sumisos a la voluntad del jefe de turno. Para rematar, hicieron depender su suerte de promotores financieros y mediáticos, más pendientes del poder inmediato que del cambio político.
Como era de esperarse, ya muchos de esos antiguos promotores de conspiraciones, paros y guarimbas, están del lado del chavismo con armas y bagajes. Otros, creyentes en el valor político del escándalo y del sensacionalismo, promueven más el antichavismo, el odio a lo que existe, que el interés por una opción distinta. Mientras más griten y ofendan, al modo de quien pretenden combatir, más vara alta en sus medios. Los partidos no fueron sino meros instrumentos en la estrategia de choque que sectores de derecha asumieron, creyendo que apostaban a triunfar, cuando en verdad le pusieron en bandeja de plata al gobierno la atmósfera política que le convenía.
La decisión de desconocer los primeros triunfos electorales de Chávez, basados en irregularidades puntuales que no incidían en absoluto en los resultados, llevó a la construcción de un macizo frente abstencionista que iba más allá de lo electoral. Se creó un nuevo valor según el cual quien no votara era un ciudadano honesto y quien lo hiciese era un pillo, un sinvergüenza vendido al gobierno para legitimarlo.
Fue así como en los últimos años la oposición se encargó de menguar su propio mercado electoral. Por supuesto, los adalides de la “antipolítica” con una sonrisa en los labios porque si no salían de Chávez, al menos quedaban ellos como la única alternativa después de haber acabado con los partidos, los cuales necesitan del voto como reconocimiento material de estímulo y respaldo.
Como si Chávez no contara con ventajas, se empeñaron, seguramente asesorados por algún “experto”, en promover la tesis del candidato único. Así desmovilizaron totalmente al electorado, que en espera del “ungido” se negaba a explorar posibilidades, a promover candidatos, a escucharlos, en fin, a hacer campaña. Todo debía ser precedido por el pre-requisito del candidato único y en eso se les ha ido el año, maltratando, además, a quienes se han lanzado a la búsqueda del apoyo popular, con el argumento según el cual atentan contra la candidatura única.
Son esos “factores” de oposición los que se han hecho trampas a sí mismos, arrastrando en sus torpezas a todo un país que necesita y quiere cambio.