Las rabietas de Miraflores
No se requiere ser historiador, politólogo o internacionalista para ver y caracterizar que las relaciones diplomáticas, comerciales y demás entre Venezuela y Colombia nunca antes en nuestra historia habían tenido tal nivel sostenido de tensión, crispación y vaivén. La constante son las rabietas y ofuscaciones del presidente Chávez que maneja las relaciones y vínculos con los países como si se tratase de una relación entre el capataz de una hacienda y un peón.
Las relaciones comerciales entre Colombia y Venezuela alcanzan anualmente los diez mil millones de dólares, y si bien es cierto, Colombia en cierta medida depende y requiere del comercio con Venezuela, no es menos cierto que ese país tiene su dignidad y sus principios que están sobre cualquier otro tema o variable. Las FARC han sido la manzana de la discordia entre Caracas y Bogotá debido a los amoríos y simpatías del gobierno del presidente Chávez con estos terroristas. El serrucho se tranca porque son demasiadas las acciones y evidencias en las que queda claro el apoyo del gobierno venezolano, lesionando y además interviniendo directamente en la política interna de Colombia.
Chávez no sólo ha hecho retroceder la economía venezolana, sino que ha destruido a la pequeña y mediana industria, la infraestructura empresarial esta mermada y afectada, y en ese mismo orden de ideas se ha incrementado el desempleo, las restricciones de toda índole que unido a la inseguridad, la inflación y demás indicadores nos demuestran el retroceso que experimenta el país y en vez de mirarlo e invertir recursos en carreteras, hospitales, educación y otros, se ha dedicado a intervenir e entrometerse internamente en los asuntos de países latinoamericanos como Colombia, Honduras, Bolivia, Ecuador.
Retirar al embajador en Bogotá Gustavo Márquez quien fue llamado a consulta es el paso previo a una ruptura que no sólo no nos beneficia, sino que no sabemos los alcances y magnitudes, no sólo por el daño moral a la relaciones de dos países hermanos con un pasado, presente y futuro común, sino porque para nadie es un secreto que Venezuela cada día produce menos y nuestra soberanía alimentaria no es tal, lo que realmente tenemos es una dependencia alimentaria de países como Colombia, principal abastecedor alimentario para no hablar de otros rubros.
De tal manera que las bravuconadas hay que manejarlas y Colombia y los colombianos son una Universidad de la diplomacia, del manejo acertado de la política y además del ingenio. Chávez y sus más cercanos colaboradores deberían aprender a controlar los ánimos porque sus decisiones afectan al país por entero. Además, el país que realmente tiene motivos y ha sido afectado por el apoyo e intromisión de Chávez con las FARC, es justamente Colombia, quien reacciona con calma, ponderación y sigilo, a diferencia de nuestra cancillería que se conduce con los esfínteres. Esperemos que como en otros momentos y lamentables situaciones las aguas vuelvan a cause, y no volvamos a oír y ver la triste expresión de Chávez el domingo 2 de marzo de 2008 cuando el conflicto bilateral Colombia – Ecuador expreso “Señor ministro de la defensa muévanme diez batallones a la frontera”.
Chávez debe entender que los códigos del siglos XXI son los derechos humanos, la primacía de la Ley, el respeto por el otro, la ciencia y la tecnología, la productividad, la calidad de vida, la protección por los más desvalidos, el crecimiento y capital financiero y humano, material e inmaterial como conceptos que no pueden ser ideologizados porque terminan siendo un fraude, un retroceso y una estafa a la población a nuestros ciudadanos que lo único que quieren es trabajo, salud, seguridad, educación y vivir en paz no sólo dentro del país sino con los demás países. Los latinoamericanos queremos vivir en paz o como diría Juanes paz sin fronteras.
(*) Profesor de la Universidad de Los Andes E-mail: