Las primarias: beneficios colaterales
(%=Image(5333758 ,»C»)%)Las primarias celebradas por la oposición el domingo 25 de abril tuvieron muchas virtudes. Algunas de ellas ya han sido bastante destacadas: el milagro de la unidad y los acuerdos a los cuales pudieron llegar 16 partidos y más de cincuenta organizaciones de la sociedad civil, el volumen de la participación, el cual estuvo por encima de los promedios internacionales para este tipo de eventos, el elevado nivel de eficiencia demostrado por los organizadores y ejecutores de la consulta electoral, son algunas de las bondades que mostró esa importante e histórica cita.
Conviene reconocer públicamente la labor de la Mesa de la Unidad y, en especial, de su Comisión Técnica. Destaca aquí el trabajo de Ramón J. Medina y María de Oteiza. También hay que alabar la labor de dirigentes como Ramón G. Aveledo, Antonio Ledezma, Henry Ramos A., Ismael García, Julio Borges, Leopoldo López y Omar Barboza, artífices de los acuerdos que se lograron. En el futuro el análisis desapasionado de los logros obtenidos permitirá mostrar las limitaciones y errores cometidos. En este momento prefiero destacar los éxitos. Si en alguna oportunidad ha tenido sentido la frase según la cual la política es el arte de lograr lo mejor dentro de lo posible, es ahora.
La lista de los 165 candidatos que propone la oposición para las elecciones del 26 de septiembre presenta fallas y debilidades, pero luego de discusiones tan arduas como las que hubo en la fase previa, esa fue la que pudo conformarse. Por lo tanto, esa es la mejor. Lo otro –lo “perfecto”, lo “deseable”- nos habría conducido al fracaso; y el naufragio de la unidad habría sido una catástrofe para la democracia. Por eso resulta incomprensible e inaceptable la actitud impropia de Enrique Mendoza, quien pretende erigirse por encima de las negociaciones, las reglas y los acuerdos, como si estos no fuesen la médula de la política. Sin embargo, su actitud prepotente y fuera de lugar no empañará el enorme triunfo que significó el 25-A.
Las primarias arrojaron algunos beneficios colaterales que quiero subrayar. En primer lugar, el sector del pueblo venezolano que sufragó ese día demostró que no le tiene miedo al comandante, a pesar de su talante autoritario y de los mensajes intimidantes que transmitió los días previos con la juramentación de las milicias bolivarianas y el desfile en Los Próceres. Sin presiones, sin chantajes, sin sobornos ni coacción de ningún tipo, 25% de los electores identificados con la oposición salió a depositar su papeleta por el candidato de su preferencia. No le tuvieron miedo a que el gobierno armara otra lista Tascón. El régimen había sugerido veladamente esta amenaza y coqueteado con esa posibilidad, pero la gente no se intimidó.
Otra ganancia adicional consiste en que ese día el país pudo comparar y contrastar dos modelos de entender el la nación. Uno, el de la oposición democrática, basado en el ejercicio de la participación civil y la aplicación de los principios republicanos. Las FF.AA. participaron como un apoyo del proceso comicial. No invadieron el espacio que le corresponde a la sociedad civil. Fue ese un evento signado por el orden no compulsivo. En la acera opuesta estuvo colocado Hugo Chávez, disfrazado de oficial (nadie logra descifrar a cuál tradición castrense pertenece esa indumentaria), rodeado de militares y de tanques, hablando de las bondades del régimen de Marcos Pérez Jiménez. Todo un ambiente caracterizado por la desmesura personalista, militarista y caudillesca del personaje. En esta atmósfera se produjo el anuncio del aumento lineal de 40% para todas las clases del estamento armado. Chávez apaciguó los ánimos luego de las documentadas denuncias del general Antonio Rivero. Su comportamiento se ubicó en el punto contrario de la jornada democrática que estaba protagonizando la oposición.
El estilo cuartelario adquiere cada vez mayor presencia en los actos donde interviene el jefe del Estado. Últimamente ha aparecido trajeado de militar en dos actos de naturaleza estrictamente civil: la celebración del 19 de abril y el encuentro en el Teresa Carreño destinado a promover las primarias del PSUV. El mensaje es claro: su aliado fundamental son las Fuerzas Armadas, en ellas reposa su apoyo más importante, no importa cuánto fervor popular atraiga. El esquema ceresoliano está en acción. Se muestra dispuesto, al igual que Fidel Castro, a gobernar aún siendo minoría. Para ello cuenta con la plataforma que le brindan unos oficiales y una tropa que le son leales, aunque el pueblo le haya retirado su favor.
Otro beneficio que dejaron las primarias es que al oficialismo se le agotó el manido argumento de la oposición golpista y fascista. Se demostró, una vez más, que la oposición funciona apegada a los cánones democráticos y que el único que viola los valores del sistema republicano es el comandante Chávez Frías. Es él quien se disfraza de militar, a pesar de haber sido electo en comicios universales para ser el Presidente de una República, en teoría, democrática y civil.
Los laureles conquistados en las primarias fueron numerosos. Ahora hay que cuidar y potenciar ese triunfo. La misma dirigencia que alcanzó la unidad debe tener la suficiente sabiduría para evitar que unos pocos mezquinos tiren por la borda lo que el liderazgo y la gente obtuvieron