Las pataletas del Bellaco en Jefe
Cumpliendo instrucciones de Fidel Castro, el Bellaco en Jefe esparció la simiente del ALBA. Prendió gracias a la generosidad financiera del encomendero. Con empaque democrático, viajó la vocación expansionista, consustancial al modelo de dominación Castro-comunista.
Para materializar tal propósito era menester una robusta adhesión interna que lo sustentara. La demagogia y el asistencialismo, lubricado con petrobolívares, más la constante prédica de odio social por parte del jefe de los rojo-rojitos, cultivado en las misiones creadas al efecto, hicieron de armamento idóneo a ser utilizado en la fase doméstica del siniestro proyecto, concebido para pulverizar la institucionalidad democrática y motivar, hasta el fanatismo, a una población ahogada en policarencias.
Marchó a “paso de vencedores” hasta que, en 2001, pretendió sustituir los paradigmas de la educación democrática por el manual Castro-comunista. Concitó el rechazo unánime de la sociedad y hubo de echar “pié a tras”. Signo de grietamiento en su poder omnímodo. Se le fundió el microchip de la cordura y trascendieron las paredes de Miraflores los efectos lastimeros de la primera pataleta escenificada por el Bellaco en Jefe.
Así, continuaron dándose eventos que van desde incontables consultas electorales con máquinas trucadas, pasando por caminatas solicitando su renuncia invariablemente reprimidas, hasta una huelga general, tan prolongada e improvisada como el desacató de la orden de disparar contra la masiva protesta cívica que se dirigía hacia Miraflores. Se produjo el conocido vacío de poder. El desarrollo de tal evento no le provocó pataleta sino desfallecimiento y crisis de llanto con gimoteo incluido. Quienes le pidieron la renuncia habían caído en una celada urdida por él y su Ministro de Defensa. Un oficial de alto rango, hoy recluido en cárcel militar y con viciado juicio, lo repuso en su cargo.
El talante totalitario y la deuda penal con la sociedad no le permiten aceptar, de buena manera, derrota alguna. Por eso conculca la voluntad mayoritaria de los venezolanos, e insiste en la imposición del modelo Castro-comunista.
Bufante, parapetado tras la protección del G2 cubano, firma el ejecútese a la LOE. Trata de recobrar el respaldo popular que desciende en caída libre y, por enésima vez comienza, en medio de pataletas televisadas, su guerra verbal y de agresión económica contra Colombia, vigorizada con la derrota sufrida en Honduras por el ALBA, su invención para librar la guerra de expansión Castro-comunista.
Como de costumbre llegó desafiante a UNASUR. Saboreaba, por anticipado, la condena a un gobierno democrático acordada por el grupo mafioso. Para nuestra vergüenza internacional, sólo llevó como acusación puntos extraídos del llamado Libro Blanco, plan estratégico elaborado por el Comando Sur en 1995 y colgado en la web. Nada que ver con el uso de bases militares colombianas dentro de los límites del Plan Colombia, concebido para la lucha contra narco-traficantes y narco-terroristas. No aportó pruebas fehacientes de agresión colombiana. Uribe presentó alegatos contundentes. Expresiones públicas de adhesión a las FARC, decomiso de armamento venezolano incluido cohetes antiaéreos y antitanques en poder de los bandoleros, amenazas de ataques aéreos e invasión terrestre echadas al vuelo por el espectro radioeléctrico, dar cobijo en el territorio venezolano a descollantes figuras del narco-terrorismo. Todo con nombres y fechas.
La imagen del Bellaco en Jefe proyectada por la TV, fue la de un individuo esforzándose por contener la grosera e inevitable pataleta, cuando los asuntos no caminan en la dirección que ha prefigurado. Pero no cantemos victoria y, más bien, condolámonos del elenco de lambiscones que lo rodea, porque la destrucción de mobiliario, puñetazos a las paredes y descarga de improperios contra sus idólatras, volarán por los espacios abiertos de Miraflores y “cogerán la calle” más temprano que tarde.
