Las mujeres y el poder
No es asunto de sexismo. La contienda electoral entre Michelle Bachelet y Evelyn Matthei ha captado la atención de muchos porque, más allá de la novelesca saga familiar que envuelve la elección, la inusual competencia entre dos mujeres por la presidencia de la República destaca un hecho cada día más notorio en América Latina: la preparación y capacidad de las mujeres por encima de los hombres. No es el caso de la Venezuela revolucionaria, donde las mujeres que actualmente ocupan los poderes públicos y ministerios han ascendido al poder por un vergonzoso culto y reverencia al caudillo y al macho, sino el de una verdadera influencia y liderazgo con base en virtudes y competencia.
Un reciente artículo de Harvard Business Review indaga por qué todavía hay tantos hombres incompetentes que se convierten en líderes. La razón, argumenta el autor, es que frecuentemente confundimos exceso de confianza en sí mismo con competencia. Los hombres somos más narcisistas, autocentrados y jactanciosos. Sufrimos de hubris. El mal es que, generalmente, las personas confunden el delirio de grandiosidad con liderazgo y carisma. Los hombres, sencillamente, se creen equívocamente superiores. Los mejores líderes, sin embargo, son humildes y las mujeres nos sobrepasan decididamente en humildad. Numerosos estudios indican que las hembras puntúan significativamente por encima de los hombres en inteligencia emocional. Son más sensitivas, consideradas, compasivas y modestas. Los machos, por el contrario, son más arrogantes y manipuladores.
El liderazgo femenino tiende a ser más eficiente, busca empoderar a los subordinados, estimula la autoestima y el respeto en sus seguidores y está orientado a la solución de problemas. Eros y ánima reconcilian y unen. Hay perversos mecanismos inconscientes que vinculan masculinidad, psicopatía, narcisismo y poder que han causados demasiado daño en Venezuela. La evidencia indica que las mujeres facilitan un liderazgo de transformación. Es tiempo para lo femenino.