Las minorías de ayer y de hoy
Hace algunos años, el entonces vicepresidente de la República, José Vicente Rangel, afirmaba ante la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, la ex Presidenta de Irlanda, Mary Robinson, quien visitaba oficialmente el pais, que la oposición que había gobernado los últimos 40 años, debía aceptar su condición de nueva minoría y respetar las reglas del juego. Eso era la democracia. Ello era cierto, en 1999, el nuevo gobierno habia creado serias expectativas y creado muchas ilusiones. El chavismo se convertía en la mayoría. Pero, el incuestionable fracaso del régimen, caracterizado por su ineficiencia, sus claros rasgos totalitarios, sus políticas divisionistas y exclusionistas, hundido en la una corrupción sin precedentes, ha llevado a las fuerzas bolivarianas, a convertirles en la nueva minoría.
Las encuestas serias señalan, en efecto, que el chavismo es hoy la minoría, lo que sabe perfectamente su dirigencia. Esta nueva situación, sin embargo, lejos de ser aceptada y respetada es absolutamente ignorada por los bolivarianos. Las reglas del juego que invocaban una vez los dirigentes «revolucionarios» no son respetadas hoy por el régimen que intenta imponer por todos los medios, por vias alternas absolutamente ilegítimas, las reformas políticas, económicas y sociales que los venezolanos rechazamos mayoritariamente en diciembre pasado. El oficialismo, pese a saberse minoría, insiste peligrosamente en imponer el disparate del siglo XXI.
Una aventura que no terminará bien para la nueva minoría. Sin duda, será muy difícil, imposible me atrevo a afirmar, que se impongan tantos disparates, a la mayoría. El anunciado curriculum bolivariano es una muestra clara de esta realidad. El régimen, ante el rechazo de la inmensa mayoría de los venezolanos, de los estudiantes, de los gremios, de todos, debería abandonar el programa de educación que solamente busca ideologizar a las nuevas generaciones y destruir la libertad de pensamiento. Aunque algunas declaraciones parecieran indicar retractación, el régimen lejos de modificar su postura y aceptar el criterio y el rechazo de la mayoría, buscará de nuevo imponerlo. La insinceridad, junto a la ignorancia y a la arrogancia, constituye una de las caracteristicas más propias del pensamiento bolivariano.
La minoría chavista, en clara desbandada hoy, por una intensa lucha por el poder, está contra la pared, agobiada por la inminente derrota que suifrirá en las elecciones de noviembre próximo. El desespero que muestran a diario sus dirigentes, es una muestra de la realidad que reconocen internamente pero que no aceptan.
Al régimen solamente parece importarle la creación de nuevas misiones, de circos regionales, la estabilidad en Bolivia, la salud económica de Argentina, el fin del imperialismo, la liberación de presos comune (no los políticos) y estrambóticos anuncios «revolcuionarios», como el fin de la descentralización y las nuevas exporpiaciones. El despilfarro, la ineficiencia, la corrupción, la destrucción del país, en general, golpean a diario a la nueva minoría. Los recursos del pais, utilizados a su antojo por el régimen, no servirán para detener la caída de la que una vez fuera la mayoría en el pais, un error de apreciación colectiva que pesará por muchos años.
Si las reglas del juego fueran respetadas por los «revolucionarios», si el pensamiento verdaderamnente democrático prevaleciera en la mente bolivariana, si los cambios sociales fueran realmente auténticos, la paz y la tranquilidad reinarían en el pais; pero, el chavismo no acepta su condición de minoría, por ahora; porque, sin duda, despues de las elecciones de noviembre, si no hay se imponen los criterios «mugabianos» que el dictador de Zimbawe ha intentado imponer en su país, la situación será definitivamente distinta. La minoría tendrá que respetar a la mayoría de los venezolanos.