Las historias de Germán Carrera Damas
“MI CONFIANZA EN LA DEMOCRACIA VENEZOLANA ES HISTORICISTA,
NO POLÍTICO CIRCUNSTANCIAL”
La extensa y profunda obra de Germán Carrera Damas, figura señera de las ciencias históricas venezolanas, se ha visto enriquecida por la edición de “Mis Historias. Contribución a las historias colectivas” con que el Fondo de Humanidades y Educación de la Universidad Central de Venezuela contribuye una vez más a la difusión del pensamiento del gran intelectual cumanés. Desde El culto a Bolívar y Una nación llamada Venezuela, obras maestras de la reflexión histórica venezolana que conocieran varias ediciones y se convirtieran no sólo en obras de consulta obligatoria sino en auténticos best seller, Carrera Damas no ha cesado de indagar en el laberinto de nuestra nacionalidad. Autor de más de cuarenta obras de gran envergadura, su densidad analítica y su capacidad sistematizadora le han permitido reconstruir el hilo rojo de nuestro intrincado, azaroso y muchas veces irracional decurso histórico, señalando sus líneas maestras y sus tendencias fundamentales.
Invitado a integrarse al cuerpo de asesores científicos encargados de redactar la Historia del Desarrollo Científico y Cultural de la Humanidad, la Historia General de América Latina y la Historia General del Caribe, tres de los más ambiciosos y trascendentales proyectos de la UNESCO, Germán Carrera Damas ha participado asimismo en la redacción de la Historia de España Menéndez Pidal y la Historia de América Andina, con extraordinarios ensayos de interpretación sobre el Caribe, Venezuela, la Gran Colombia y el continente en su conjunto. Ha entrado así en el muy selecto grupo de los grandes historiadores contemporáneos, entre quienes no faltan figuras emblemáticas – como, por ejemplo, el hispanista y americanista británico John Lynch – que se reconocen sus deudores.
ASG: Dos conceptos cruciales de la reconstrucción teórica y la sistematización de la historia de América Latina y de Venezuela en particular desarrollados en su obra son el de implantación – para referirse al carácter sobre determinante de nuestra estructura social – y el de Proyecto Nacional para indicar los propósitos históricos de nuestras clases dominantes independentistas. Aquel pareciera encontrarse en una de nuestras más complejas determinaciones fundacionales. Éste se muestra al día de hoy aún inacabado.
GCD: Son dos realidades distintas que no pueden ser consideradas bajo una misma óptica. La implantación se refiere a un hecho inédito en la historia universal: la decisión de los conquistadores españoles de asentarse en territorios previamente ocupados por poblaciones indígenas más o menos densas poblacional y culturalmente, y sin poder trasplantar plenamente los esquemas europeos crear nuevas sociedades, bajo nuevos parámetros y con nuevos propósitos. Es el inconmensurable aporte de América Latina a la cultura universal. Algo que la cultura anglosajona no hizo ni en Norteamérica ni en África, en donde se prescindió de los pobladores nativos, para permitir un trasplante de las culturas originarias de los conquistadores. Hablamos de un esfuerzo histórico universal de inmensa envergadura: la creación de las sociedades criollas, del mestizaje, en todos los ámbitos, con un aporte de gran trascendencia para la modernidad: la república liberal en el mundo hispano-lusitano.
El Proyecto Nacional es el esfuerzo implementado por los vencedores, en el marco de la disputa de la independencia, cuando partiendo de una realidad sociohistórica subordinada política e ideológicamente a la Monarquía – una realidad tangible, perfectamente materializada y visible – debió crear y someterse a una nueva deidad: la Nación, y su voluntad como legitimación de la república. Entidades que nadie sabía, a ciencia cierta, en qué consistían, que no había cómo materializar y convertir en paradigmas claramente perceptibles por el todo social, y que sin embargo terminaron por convertirse en el factor movilizador de ese gigantesco esfuerzo humano y material que fue la edificación de la república moderna liberal. Porque la pugna de naturaleza histórico universal que se libró a comienzos del siglo XIX en la América hispana no fue un enfrentamiento entre Monarquía e Independencia – fue posible instaurar monarquías independientes, como ocurrió en Haití, México y Brasil – sino un conflicto mortal entre Monarquía y República. Y eso supuso un inmenso esfuerzo para la clase dirigente que asumiera la lucha emancipadora, pues la cultura política dominante en el pueblo era monárquica, y por añadidura absolutista.
ASG: ¿Bolívar fue la Nación?
GCD: No. Bolívar fue la emancipación. La Nación fueron Páez y los sobrevivientes de la clase dominante colonial que lo rodearon. Como lo he señalado en reiteradas ocasiones, Bolívar correspondía al espíritu del siglo XVIII, era ilustrado y eminentemente emancipador, en nombre de principios universales. Páez, en cambio, correspondió al espíritu del siglo XIX, que concibe lo nacional y persigue la construcción de La Nación. A Bolívar lo convirtieron en deidad protectora y justificación trascendente en otras circunstancias y para otros propósitos. Es cuando se dio nacimiento al fenómeno socio político y cultural que he llamado “el culto a Bolívar”. Cuando la nación ya había encontrado su primera forma de expresión.
ASG: ¿Una nación democrática?
GCD: Aún no, si bien el concepto y el propósito se encuentran señalados en nuestra constitución de 1821, en gran medida gracias a la mediación del liberalismo grancolombiano, que consagró los principios fundacionales de la actual Venezuela, de libertad, seguridad, -es decir Estado de Derecho-, propiedad e igualdad, lo que fue posible porque Nueva Granada no sufrió los terribles y devastadores costos que debimos pagar los venezolanos. Pero a pesar de lo asentado en la constitución, en la práctica venezolana se impuso la república liberal autocrática, manejada por la clase militar, que aún es la clase dirigente que emergió de la disputa de la independencia ante la práctica devastación de la clase dominante, los criollos de la colonia. En Venezuela debió transcurrir casi un siglo para que se impusiese la república liberal democrática, postulada por Decreto del general Juan Crisóstomo Falcón en 1863. El principal responsable de este primer triunfo de la democracia fue una de las más grandes personalidades políticas de nuestra historia, Rómulo Betancourt. Quien, al promover la plena ciudadanía política de la mujer, y extenderla a los mayores de 18 años y a los analfabetas, mediante el voto universal y secreto, abrió las puertas a la incorporación decisoria de las grandes mayorías en la vida política nacional. Todo ello favorecido por la peculiar coyuntura histórica universal, entonces caracterizada por el entendimiento de las grandes potencias – sobre todo de Los Estados Unidos y la URSS, por mediación de la Gran Bretaña – en el gran frente de la democracia contra el fascismo. Fue también la situación internacional la que tres años después, en medio del grave peligro que entrañaba la fuerza expansiva de la Unión Soviética, dio inicio a la llamada Guerra Fría, y condujo a quitarle el piso de sustentación a la democracia venezolana, propiciando el golpe de Estado que derribó el régimen democrático presidido por Rómulo Gallegos. Con esto rebrotó el militarismo autocrático, la larga y persistente sombra de nuestro pasado republicano.
ASG: ¿El mismo que se impone hoy travestido de socialismo del Siglo XXI?
GCD: Exactamente el mismo, en su esencia: el militarismo autocrático en manos de troperos que se sienten dueños de la nación y herederos de quienes libraron, heroicamente, las batallas independentistas, pero que nunca han aceptado en buena ley la formación y el papel protagónico de nuestra sociedad civil. La república liberal autocrática se impuso en contra de la sociedad civil, identificada ésta, consecuentemente, con la república liberal democrática, vista aún hoy por el militarismo como su principal enemigo, si bien se intenta confundir a la nación con la palabrería anti imperio. La interrupción de la Segunda República liberal democrática, instaurada en 1958-1961, revela que el conflicto entre el militarismo y la sociedad civil sigue siendo el fondo de nuestras luchas sociopolíticas.
ASG: ¿Entonces la llamada V República viene a interrumpir el curso de la Venezuela democrática para volver a imponer la Venezuela militarista y autocrática?
GCD: Así es. Lo repito: el actual gobierno es un mando autocrático, militarista que se define como abiertamente dictatorial. Que considera que su enemigo principal es la sociedad civil. A la que teme con horror. De allí el esfuerzo que realiza, -que se revelará vano-, por inhabilitarla y terminar por aniquilarla. Porque ha quedado históricamente establecido, y muy a su pesar de esa fuerza retrograda e históricamente caduca, que la democracia ha echado profundas raíces en Venezuela. La democracia venezolana es una de las tres más tenaces del mundo contemporáneo, en unión de la japonesa y la india. Basta considerar lo que significa que cuatro millones y medio de ciudadanos hayan puesto su nombre, su firma y su huella digital para manifestar, valiente y documentalmente, que están por la libertad y la democracia, y contra el mando militarista autocrático. Y que tres años después hayan vuelto a manifestar esa voluntad: arriesgándose a perder sus vidas, sus trabajos, su futuro. No creo que exista otro caso semejante de fidelidad a un proyecto democrático como éste.
ASG: De modo que es optimista en cuanto al eventual desarrollo histórico futuro de Venezuela.
GCD: Profundamente optimista. Pero entiéndame: más que mi optimismo, mi confianza en la democracia como una realidad insoslayable es estrictamente historicista, tiene que ver con una visión de mediano y largo plazo. No es político circunstancial. Mi confianza de historiador se basa, particularmente, en los jóvenes y en la mujer venezolana. Como quedó demostrado durante las jornadas del 23 de enero de 1958: la democracia había echado insospechadas raíces en el cuerpo social. La sorpresa por el despertar de la conciencia ciudadana, que obligó a los militares golpistas de entonces a rendirle el protagonismo histórico a la civilidad, que terminó imponiéndose por sobre las camarillas militaristas que pretendían controlar el proceso, fue descomunal. Yo estaba entonces exiliado, junto a Gustavo Machado, y militaba en el Partido Comunista. Nadie esperaba tal despertar ciudadano. Todos nos asombramos de ver a tantos jóvenes y a tantas mujeres que exigían democracia y más democracia. Han pasado casi cincuenta años desde entonces. Ahora, ese despertar es memoria activa. Y esa es una gran diferencia con otros países de América Latina: entre nosotros, la democracia está en la memoria. La democracia es ya parte de la genética nacional. El pueblo venezolano tiene memoria democrática; no necesita imaginarla.
ASG: ¿A pesar de los pesares?
GCD: Debemos valorar históricamente nuestra democracia. La democracia misma es un invento sociopolítico reciente. Comparado con la autocracia es una recién nacida. Apenas tiene dos siglos de existencia, mientras el autoritarismo tiene milenios. De modo que sus accidentes, prueba de su juventud, son históricamente necesarios, en el sentido de inevitables. Europa y los Estados Unidos han transitado, a ese respecto, por etapas espantosas,-recuérdense la Guerra de secesión y la abolición legal de la segregación racial; las guerras mundiales y las luchas contra las perversiones del socialismo, es decir: el leninismo, el fascismo, el estalinismo y el nazismo. En este sentido, la recién nacida democracia latinoamericana lo está haciendo de manera que permite confiar en su viabilidad. El futuro, visto en las amplias perspectivas de la historia, no puede ser más promisorio.
LA HISTORIA DE MIS HISTORIAS
ASG: Debe sentir un gran orgullo por pertenecer a la pléyade de grandes humanistas y científicos convocados por la UNESCO para desarrollar tan trascendentales proyectos culturales.
GCD: En todo caso, debo explicar que no llegué a la UNESCO como enviado de gobierno alguno. Lo hice como experto científico y por recomendación espontánea de Antonio Pascuali, quien con inmensa generosidad propuso mi nombre para elaborar las bases metodológicas para la Historia General de América Latina. Mi incorporación a la Comisión científica Internacional encargada de elaborar la Nueva Edición de la Historia del Desarrollo Científico y Cultural de la Humanidad, fue decisión no menos espontánea del humanista brasileño Paulo Berredo Carneiro, luego de considerar el dictamen que me solicitó sobre los 14 volúmenes de la primera versión.
ASG: Su labor sistematizadora y su gran densidad intelectual son verdaderamente ejemplares. ¿Cuáles son las raíces de esa formación?
GCD: Cuanto soy desde el punto de visto académico y de historiador profesional se lo debo a la Universidad Central de Venezuela, y muy en particular a la autonomía universitaria: política, intelectual y científicamente. Un logro que le debemos, entre tantos otros, a nuestra democracia. Me siento muy orgulloso de haber crecido en sus aulas y de haber podido enseñar en ellas. Jamás me cansaré de señalarlo.
ASG: Aún cuando su obra ha sido difundida y con gran éxito, ¿no siente la necesidad de alcanzar mayores audiencias y facilitar el conocimiento de la historia entre los venezolanos? ¿Conocen los venezolanos su propia historia?
GCD: Son preguntas muy interesantes. Sobre la última le diré que sería preciso conocerla: es nuestro principal atributo. Sobre la segunda le diré que no puedo quejarme. Mis obras han sido publicadas y difundidas. En lo fundamental gracias a la UCV. Pero también gracias a la pasada editorial MonteAvila. En cuanto a esta edición en particular, debo señalar que las obras aquí mencionadas son poco menos que inaccesibles para nuestra empobrecida población universitaria. De modo que el Fondo Editorial de Humanidades y Educación de la UCV decidió reunir todos mis trabajos, como colaborador en grandes obras de Historia Universal, y hacerlos accesibles al público universitario y a todo aquel interesado en estos temas tan cruciales para nuestra vida como nación.
ASG: En este contexto, ¿Cómo ve usted las relaciones entre Intelligentzia y Poder? ¿Cómo ve a nuestra élite intelectual?
GCD: En general, y salvo notables excepciones, empantanada. Sin suficiente capacidad de respuesta ante este gravísimo ataque a nuestra tradición democrática. Lo peor y más doloroso es la falta de coraje intelectual de los sobrevivientes de la izquierda que participó de la subversión y la guerrilla de los 60, en connivencia con Fidel Castro y los invasores cubanos, entre los cuales el mismísimo Comandante Arnaldo Ochoa Sánchez, el héroe de Ogaden. El que aún hoy no se haya producido una auténtica autocrítica de quienes fueran responsables por la muerte de unos seis mil venezolanos – que esa es la cifra de víctimas mortales calculadas para ese período de nuestra historia – es una verdadera vergüenza. Sobre todo porque desde entonces, derrotada por los gobiernos democráticos, esa izquierda siguió conspirando activamente contra la democracia. Y ahora, sumada al militarismo autoritario y autocrático, se presta al intento de recomponer la trama de la República liberal autocrática, sacrificándole los que fueron sus principios ideológicos.
ASG: ¿Ese es el socialismo del siglo XXI?
GCD: Así es: la restauración del absolutismo militarista y dictatorial amparado en un manido y estridente bolivarianismo, ahora empaquetado como marxismo-leninismo-bolivarianismo. Más nada..
HERRAMIENTAS CIUDADANAS: UN CUESTIONARIO
PL: ¿Cómo describiría el actual momento venezolano¿ ¿Con qué palabras?
GCD: Restauración de la República Liberal Autocrática; es decir, militarismo y dictadura.
PL: ¿Podría nombrar algunas personalidades admirables? ¿Por qué razones?
GCD:
Arnoldo José Gabaldón, héroe de la hoy desertada lucha contra el paludismo, que fuera el enemigo público Nº 1 de la sociedad venezolana.
Rómulo Betancourt, padre de la democracia venezolana.
Carlos Andrés Pérez, que libró la batalla, con un éxito que parecía imposible, por el rescate de nuestra principal riqueza, la petrolera, fortaleciendo nuestra soberanía, hoy zarandeada.
PL: ¿Qué debiéramos evitar a todo costo?
GCD: Seguir tras los señuelos con que el mando militar pretende distraer a la sociedad civil mientras persigue su objetivo estratégico: la demolición de los fundamentos de la democracia, suprimiendo los conatos de descentralización sociopolítica y regimentando el pensamiento.
PL: ¿Qué no debemos olvidar jamás?
GCD: El papel protagónico que le cabe a la sociedad civil en esta lucha por la democracia.
PL: Una experiencia ciudadana que lo haya conmovido.
GCD: El firmazo y el reafirmazo. Como lo explicara antes, dudo que en otro lugar del mundo se encuentren cuatro millones y medio de ciudadanos dispuestos a firmar y estampar sus huellas digitales en contra del mando autocrático.
PL: ¿A quien le parece que debiéramos entrevistar en El Papel Literario?
GCD: A Eduardo Roche Lander, un ilustre venezolano que tiene muy importantes experiencias democráticas que comunicar.
PL Un destinatario y un mensaje
GCD: Destinatario: El pueblo democrático. Mensaje: quisiera pedirle a la mujer venezolana que no olvide nunca que su existencia ciudadana es obra de la democracia. Como suelo decirlo a mis alumnos, que gracias a la democracia son hoy mayoritariamente del sexo femenino: deben recordar que el apellido de todas nuestras mujeres es Betancourt, porque fue Rómulo Betancourt quien luchó e impuso el reconocimiento político pleno de la mujer, y con ello se completó la sociedad venezolana. Este no solo fue un logro auténticamente revolucionario, sino el más trascendental de nuestra vida republicana.