Opinión Nacional

Las Giocondas, Carpediem

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Tendría yo cinco años y tu futura mamá seis, cuando vencimos el temor escénico y bailamos el jarabe tapatío en un acto cultural del Colegio Fátima, Mérida 1951. La gitana que se escondía en cada uno de los González Sánchez también hizo que tu abuela Miña, con Homero y el chorro de hijos a cuestas, siguiera los pasos de sus hermanos, a Caracas, hasta recalar en la casa de San José, donde celebraron su boda la gocha tapatía Gioconda y Pedro José, el pichón de abogado con permanente vocación de buscapleitos. Eso fue en diciembre del 62, en esa época no se hacían los niños de prisa, Gioconda y Pedro se tardaron dos años más o menos en hacer a cada una de ustedes, las tres hembras. Con Pedrito les tomó siete años (prueba irrefutable de que es más complicado elaborar el varoncito. En el resultado estamos igual, tres hits seguidos y un tubey). Cuando tú nacías yo iniciaba mi carrera en el viejo e inolvidable Pedagógico de El Paraiso.

No puedo dejar de mencionar un incidente en casa de tus abuelos paternos, cerca de una nochebuena, y ustedes tres, Lala, Maru y tú, emocionadísimas por la llegada del Niño Jesús y sus regalos, hasta que les agüé la ilusión al informarles seriamente sobre el papel que en esa obsequiadera cumplían tus padres, abuelos y tíos. De inmediato supe lo que era la transmutación. Aquella afable prima al enterarse del atentado a la creencia cristiana me increpó furibunda, convertida en locuaz dragón; “¿pero qué hiciste, vale.? ¿cómo se te ocurre piazo’e loco decirles la verdad a esas niñas.? No sé cómo repararon el bienintencionado daño, pero además de que me consta que ustedes siguieron gozando las navidades, con niño Jesús incluido, quiero imaginar que aquella revelación inaudita sembró en tí una de las primeras semillitas de curiosidad intensa, que te conduciría a escoger la carrera que te permitiera indagar profesionalmente acerca de las múltiples verdades que nos niegan los que manejan el poder político, económico y hasta cultural. Aunque te tuviste que enfrentar a la orden paterna, empeñada en mantener la continuidad en torno a los estudios jurídicos o emparentados a estos, a escondidas te entregaste a lo que ya intuías como el crisol donde brillarías con luz propia y muy valiosa, el periodismo.

De tu ejercicio en plan de comunicadora ya se expresaron y muy bien tus colegas de El Nacional. Te retratan tan precisamente; “su curiosidad era un resplandor, fue una mujer llena de descubrimientos, su sentido del humor era un antídoto cotidiano contra cualquier adversidad, irremediablemente ligada a la fiesta de los sentidos y de los afectos, muy autocrítica, los cuentos de sus rollos eran los más hilarantes del mundo, no hay fronteras entre su nobleza y su afán por la precisión, sibarita del placer por las letras, afrontó su enfermedad con valentía, a pesar de todo estaba alegre”, que el natural egoísmo nos hace sentir celos, por haberte disfrutado durante todos esos maravillosos momentos dedicados al trabajo, tiempo que hubiéramos querido monopolizar nosotros. Alberto Barrera, Cristina Marcano, Mireya Tabuas, Ignacio Serrano, Reynaldo Trombetta, Fabiola Zerpa, Amarelis Vásquez, te mantuvieron secuestrada el suficiente tiempo como para llegar a conocerte y quererte de la bella forma que plasman en su reseña.

Te nos fuiste apenas ocho días antes de cumplir 19 años de tu boda con Txomin, con quien pareces haber dividido a partes iguales la inmortalidad genética, Joana es una copia tuya, Diego es copia de su papá (aunque no sé si Txomin fue prematuro en materia de noviazgo, pero en lo del buen gusto se cumple el adagio, “de tal palo tal astilla”). Sólo un reclamo debo hacerte, trastornaste una de mis efemérides más significativas, pues los lunes 20 eran para mí el feliz recordatorio del nacimiento de mi primera hija, y ahora me van a obligar a asociar esa fecha con tu tímida despedida. Otro vínculo me surge al pensar que a mi querida suegra, mujer sencilla y generosa, también le tocó en mala hora lidiar con ese duendecillo funesto que se aloja en los tejidos donde elaboramos nuestros sentimientos y pensamientos. Su competencia vital fue más corta. Probablemente ayudó a que vencieras los peores diagnósticos y prolongaras tu presencia entre nosotros, esa maravillosa y muy útil compañía que la Gioconda tapatía te prodigó con esmero y amor. Ambas se propusieron posponer la fecha designada por la ciencia, y lo lograron a costa de sacrificios y sufrimientos, siempre maquillados por ese envidiable sentido del humor que procuraba reducirnos la tristeza. Si el cielo existe, ustedes dos se ganaron una suite VIP muy cerca de la gerencia (la palanca de Mayita también ayuda).

En lo particular me dejas esa deliciosa anécdota de Pompeyo enamorado, a todos nos legaste valiosas informaciones, puntales de la Historia que pretenden deformar, JV negando al Montesinos que tú hiciste aparecer, JV declarando un vacío de poder que ya no podrán disfrazar, entre muchas. Bastantes secretos de la política dejaron de serlo gracias a ti. Y nosotros, los Cuevas, González, Las Heras, orgullosísimos
Por último, seamos pragmáticos y hablemos de Finanzas Circulatorias: Aparte de los bienes materiales (lo que menos te importaba), tus grandes razones fueron el país, el periodismo (con esas dos cumpliste satisfactoriamente) y la Familia, donde tenemos una auditoría pendiente, ya que te fuiste mucho antes de lo estipulado en el contrato general en base al cual todos hacemos planes. De modo que todo ese inmenso amor que teníamos para ti, para írtelo dando con el correr del tiempo, está a buen resguardo en un Fideicomiso a nombre de tus dos hijos, y créeme que es una cantidad importante, que además aumentará con los correspondientes intereses, cada vez que tu recuerdo nos invada. Proviene del aporte conjunto de la abuela, los tíos abuelos, los tíos, y esa catajarria de primos de esta voluminosa y querendona familia. Así que por falta de afecto nunca van a enfrentar problemas Joana y Diego. Tú lo sabías y eso te tranquilizaba.

Giocondita, te decimos hasta luego. Las lágrimas van de ñapa.-

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