Opinión Nacional

Las empresas y el desarrollo social

Escribo esta nota el domingo 17, mientras nuestro show semanal televisivo nos anuncia el lanzamiento de un satélite desde China y también el lanzamiento de un gigantesco programa endógeno de producción de cacao desde Sucre y para todo el país. En paralelo, ni los seis años de la revolución en el campo venezolano, ni la recuperación de tierras ociosas e improductivas, ni el reparto de tierras al movimiento cooperativo bolivariano, ni la importación de vaquillonas argentinas preñadas han logrado estimular la producción agropecuaria y tienen al país sufriendo de escasez de carne bovina y tenemos que realizar el “lanzamiento” de otro gigante programa de importación de carne desde Paraguay. Mientras lanzamos más y más nuevos proyectos semanales seguimos aceitando la máquina implacable de generar pobreza. Y es que cuando las iniciativas empresariales están mediatizadas por el apoyo gubernamental, a través de la obtención de créditos blandos y aportes directos del ejecutivo, dichas iniciativas, bien sean individuales o cooperativas, siempre van a estar orientadas a vivir de las prebendas estatales y no a producir. Más aun cuando se les dice que no formen empresas capitalistas orientadas al lucro sino organizaciones con fines sociales.

El mejor fin social que puede tener una empresa, tanto capitalista como socialista del siglo XXI, es producir el bien o el servicio para el que se ha creado, en condiciones de eficiencia y al menor costo. Cuando una empresa tiene que combinar su producción principal con la ayuda a las comunidades y con la creación de unidades educativas o sanitarias o alimenticias, por lo general, no hace ni lo uno ni lo otro. No optimiza su producción original ni presta buenos servicios sociales. Todas las grandes corporaciones tienen alguna forma de apoyo a la comunidad, pero hay que estar claros, esto no es desarrollo social sino propaganda y para que surta efecto hay que hacerla bien, buscando aquellas actividades de apoyo a la comunidad que tengan mayor impacto comunicacional. Pero la verdadera contribución de las empresas al desarrollo social es la producción competitiva.

En contrapartida, el Estado tiene instituciones especializadas para dedicarse al desarrollo social, tanto ministerios como institutos autónomos dedicados a la salud, la educación, los servicios sociales y la infraestructura. Son estos organismos los que deben conocer los problemas, saber cuales son las necesidades y donde están. Si las empresas transfirieran los recursos que dedican al desarrollo social a estos organismos la aplicación del gasto sería más efectiva y eficiente. El socialismo del siglo XXI debería pedirle a las empresas públicas que transfirieran los recursos a estas instituciones, en vez de tener a las propias empresas haciendo obras sociales, por supuesto, los recursos que corresponden: impuestos y dividendos. De esta forma no tendríamos a Cadafe dedicada a estos menesteres mientras el país se llena de apagones; ni veríamos al Presidente de PDVSA anunciar inversiones en vialidad o generación eléctrica como si fuera el Ministro de Planificación, en tanto desvía su atención de la producción de petróleo.

Zapatero a tus zapatos es una vieja regla que debería aprender el socialismo del siglo XXI para comenzar a mejorar su eficiencia. De lo contrario seguiremos hundiéndonos en una pobreza que no se podrá evitar ni con programas de Aló Presidente a diario.

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