Las elecciones de Septiembre
Todos saben que las elecciones del 26 de septiembre son fundamentales. La renovación de la Asamblea Nacional es perentoria. Después del disparate de la oposición en las elecciones anteriores, cuando su abstención produjo una asamblea monocolor, esta se convirtió en el templo de la aquiescencia borreguil ante el poder omnímodo del presidente Chávez, dando así su aporte a la novísima doctrina de la inconveniencia de la separación de los poderes. La sola presencia de la oposición en la cámara no basta para modificar esa conducta, basada en una clara vocación de servilismo, pero sin duda una bancada opositora, aun minoritaria, haría más difícil ese ejercicio de aquiescencia irracional y sistemática.
Por otra parte, su presencia en la Asamblea le daría a la oposición otra tribuna, aun más eficaz que sólo los medios de comunicación. Y es obvio que la voz opositora tiene una incidencia muy importante en la formación de la opinión pública, nacional e internacional.
Esto en el supuesto de que la presencia opositora en la Asamblea fuese minoritario. Si aun siendo así superase la tercera parte de los diputados, aquellos supuestos favorables se enriquecerían, al poner en manos de la oposición la clave para tomar decisiones por mayoría de las dos terceras partes, como la designación de los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia, la de los miembros del Consejo Nacional Electoral y algunas otras.
A lo dicho se agrega la posibilidad de obtener la mayoría de los diputados. La posibilidad, digo, porque es absurdo dar por sentada la derrota del chavismo el 26 de setiembre. Es, por supuesto, una meta alcanzable, a juzgar por los resultados de las encuestas más conocidas y confiables. Pero no hay que olvidar la inmensa capacidad del chavismo para la trampa y el fraude. Las últimas reformas legislativas y reglamentarias fueron fríamente calculadas para dar ventaja a los candidatos chavistas. Aun así existe la posibilidad de revertir la trampa y el fraude, y obtener el control de la Asamblea. Lo cual sería mortal para el chavismo, a la vista de las elecciones presidenciales de 2011.
No hay que hacerse ilusiones. La oposición va a las elecciones de setiembre en condiciones en que lo mismo puede obtener una victoria que una derrota. En lo que no puede haber duda es en la necesidad de votar, con la convicción de que, sea lo que fuere, la presencia de la oposición en la futura Asamblea Nacional es una necesidad que sólo puede aportar efectos positivos.