Opinión Nacional

Las elecciones

Esto a pesar de que la candidatura de Maduro se ha recostado de forma enfermiza y de alguna manera grotesca sobre los huesos del caudillo.

La estrategia es sólo acertada, en la medida en que Maduro no encaja en un escenario distinto que no sea el que le han diseñado los tiranos cubanos. Hay que considerar que carece de perfil político propio y su notoriedad y exposición pública se las forjó de su docilidad acrítica, sumisión y ciega obediencia a su jefe. Su designación surgió de una especie de mandado como el legatario de una revolución que Chávez dejó en sus manos. Eso en sí le dio legitimidad y algún impulso en lo interior del partido (PSUV), en su militancia, en el aparato y en los socios internacionales, por lo que Maduro no está haciendo nada distinto a lo que se le encomendó. Por el momento, ha logrado contener las tendencias internas, pero no así la disciplina del voto chavista de las amplias masas de votantes que lograron conectar con Chávez.

Yace allí la gran incógnita y una de las rendijas por las que se puede colar Capriles. Las debilidades de Maduro ante su oceánica mediocridad se harán más profundas, opinamos, justamente porque tiene la infeliz misión de representar, a propia confesión, a un «superhombre» inigualable e inimitable, y a muchos seguidores del caudillo la autopostulación de ser su «hijo» alcanza todo lo más a ser un eructo de aquel. En esta ocasión, el aparato del Estado y del partido recurrirá como nunca a las más obscenas maniobras, ventajismos, triquiñuelas y trampas, para empujar a como dé lugar y por medios ilícitos su pesado bacalao en búsqueda de una meta, que visualmente al menos, luce más complicada y difícil que consiga, que para su contrincante.

Las estrategias de campaña, ambas, se enfocan en tratar de desmovilizar a los electores de cada tendencia. El oficialismo ha corrido la especie de que Capriles iba a declinar su aspiración. Con la complicidad de las instituciones públicas, tampoco han renunciado a buscar el mismo efecto exhibiendo crudamente la parcialización de los poderes públicos, la violación de las normativas constitucionales y legales sobre propaganda, el pronunciamiento del ministro de la Defensa a votar por Maduro y la indiferencia del CNE de intervenir para que cesen estas abiertas transgresiones. El empleo de la fuerza pública y de los grupos armados, ha servido al gobierno para perseguir este objetivo.

De la misma forma, Capriles viene desafiando a Maduro con un vigor que no tuvo contra Chávez que le va a favorecer a su votación-, para que no se siga aprovechando del muerto, y el uso del remoquete «Maduro, tú no eres Chávez». Las acusaciones de Capriles continúan dando en el blanco, cuando para desmotivar a los seguidores del expresidente, hace llegar el mensaje, a que se resistan a votar por quien les mintió y manipuló, engañándolos, de que Chávez regresaría, que se reunía con él por horas tomando decisiones sobre la marcha del gobierno e informando que el enfermo, que finalmente falleció, se estaba recuperando. Las acusaciones igual apuntan sobre la injerencia de Cuba en las decisiones de la política venezolana, y evidenciando que el usurpador es un agente manejado como un monigote por los dictadores de la isla.

Buena campaña, hay margen para el triunfo, pero es de rigor votar, y defender los votos afincando los dientes.

 

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