Opinión Nacional

Las cartas sobre la mesa

El director de la orquesta

Se está hablando en estos días de “un reagrupamiento y redefinición de una alternativa política”, de “un movimiento que aglutine las voluntades” de todos, “oposición” y chavismo consciente, de los ciudadanos que rechazaron, a través del voto o de la protesta abstencionista, el intento de cambiar la democracia por un modelo personalista y totalitario al estilo cubano. Coloco la palabra “oposición” entre comillas pues desde ahora habrá que buscarle otro nombre y otro espíritu, ya que muchos disidentes de la izquierda y chavistas de corazón han dicho “No” a las pretensiones de su comandante, pero ellos y muchos otros lejos están de identificarse con eso que se ha llamado oposición y menos con sus líderes. Sin embargo, aún hay ilusos que hablan de una “conducción colectiva” del mismo.

La mejor analogía para contestarles es la de una orquesta sinfónica, donde hay un director y donde cada uno de los diferentes músicos y sus instrumentos se han puesto de acuerdo en interpretar una partitura, sobre la cual desarrollan individualmente su virtuosismo demostrando así que el todo sinfónico es superior a la suma de las partes. Esto es así, si es que la gente quiere organizarse para reconstruir el país. Parte del fracaso de la oposición de los últimos años y su debilidad presente, huérfana de ideas y políticas, se debe, entre otras, a que tienen un director para cada músico y diferentes partituras para las partes que la componen, pretendiendo de esa forma ejecutar una sinfonía. El número de sus voceros se ha multiplicado en forma exponencial en los últimos años. En contraposición, el oficialismo siempre ha tenido un solo director y una sola partitura acompañando a un solo tenor. ¿No ha llegado el momento de aprender de los errores propios y ajenos?
Otra pregunta que hay que hacerse: ¿existe alguien fuera de Chávez que en este momento pueda aglutinar al pueblo venezolano alrededor de una causa? Pensamos que sí. La otra pregunta clave es ¿cuál causa?, ya que hay que construir una causa que nos conmueva y nos movilice permanentemente en defensa de la democracia que aún sigue amenazada. Para eso requerimos de un líder, necesitamos de un buen director para esta orquesta de 26 millones de músicos, una voz que logre suplantar slogans confusos y superficiales por ideas constructivas, creativas e innovadoras, esas que nutren las causas y los pueblos.

El futuro de la izquierda en Venezuela

Norberto Bobbio, dedicó los últimos años de su vida a analizar las ventajas y desventajas del liberalismo y del socialismo, tratando de mostrar que quienes defienden ambas ideologías debían basar sus luchas en el respeto al orden constitucional y en el rechazo a los métodos antidemocráticos. En una oportunidad afirmó: «Vivimos en una economía de mercado, pero no en una sociedad de mercado».

Los movimientos de centro-izquierda en Europa y otros países durante los últimos años representan, ciertamente, una reacción contra los dogmatismos tanto de izquierda, que pretenden reeditar revoluciones comunistas que fracasaron el siglo pasado, como contra la filosofía neodarwinista de la economía y la sociedad, en especial la de las corporaciones trasnacionales que se han constituido en los nuevos amos del mundo. Un modelo de centro o de centro-izquierda o de neo-centro-izquierda, se hace necesario en la reconstrucción del escenario político venezolano. Pero ¿lo permitirán quienes al verse descubiertos en su orfandad ideológica y sacarán un AK-47 cuando menciones la palabra “democracia”, “globalización”, “políticas públicas”, “descentralización”, “inteligencia”, “idea”, “creatividad”, “talento”, “eficiencia” o “diálogo”? Convivimos con una izquierda militarista y enloquecida que aun piensa y habla de socialismo utópico y de socialismo real, que propone un pensamiento único, que desea la sociedad uniformada, la disidencia, sea de izquierda, centro o derecha, estigmatizada, eliminada y mejor muerta. Como si a los libros de historia le hubieran arrancado las páginas de los últimos cincuenta años, incluyendo la aparatosa caída del comunismo soviético y sus campos de concentración estalinistas que sirvieron de modelo a los nazis, el feroz y cruel maoísmo que borró a millones de sus camaradas, el mar de la felicidad cubano y la rapiña sandinista, entre otros.

La izquierda no puede ser un neoluddismo, sino una política de oportunidades donde se apueste al triunfo de la democracia y a la creación de riquezas materiales y espirituales, que a través de la educación y el conocimiento hagan avanzar las sociedades para hacerlas, al decir de Daniel Bell, menos susceptibles de embaucamientos ideológicos. Pero para eso hay que trabajar intelectualmente, hay que promover el debate en las universidades, incentivar centros de pensamiento y esto se puede hacer sólo en democracia, no se puede dialogar con ignorantes encapuchados, milicias y fanáticos armados. Un slogan que recorrió las convenciones de la izquierda francesa fue: “El futuro de la izquierda, es idéntico a su capacidad de proponer y transformarse”.

El socialismo real, no fue ni socialismo, ni real, sino la fachada totalitaria y dogmática de una economía sin libertad ni eficiencia, de un Estado que asfixió las libertades individuales a través de un eficiente aparato represivo, mientras creaba un mundo ilusorio a base de slogans, donde degradaron y asesinaron a millones de personas en nombre de un “elevado sentimiento moral: la lucha por el hombre nuevo”, ideal que se desbarató al caer el muro de Berlín en 1989. ¿Acaso no murió de sombra el Paraíso Socialista, que al encerrarse en sí mismo como en un invernadero mal construido quedó obsoleto ante las tendencias de la modernidad occidental?.

Los movimientos de centro-izquierda en países europeos durante los últimos años han vivido “una realidad inescapable que es la de la globalización económica y deploran, no el hecho de la globalización, sino el hecho de una globalización sin ley, abandonada a su capricho especulativo y superior a toda normatividad nacional o internacional”.

Utilizan a su conveniencia la globalización, en ningún momento la niegan. “Si algo une a la nueva izquierda europea es su decisión de sujetar la globalización a la ley y la política”. El «darwinismo global» sólo genera inestabilidad, pérdida de soberanía, crisis financiera y desigualdades crecientes. La misión de los demócratas y de la nueva izquierda es controlar la globalización y regular democráticamente los conflictos que de ella se derivan. Ello no significa que la izquierda tema a la globalización. Al contrario, ve en los procesos de “mundialización” un nuevo reto, una circunstancia donde adaptar sus planes políticos y sociales, cosa que sería una misión imposible moverse en este escenario para la intelligentsia que rodea a Chávez.

Existe, en otras palabras, una economía veloz y una adaptación política lenta de los gobiernos ignorantes, lentos e incapaces como el de Chávez, ese es el verdadero drama darwinista del tercer mundo. En estas circunstancias, la izquierda debe combatir con “inteligencia” y “creatividad”, palabras claves para poder innovar y corregir las distorsiones del mercado con medidas de solidaridad social, defensa del medio ambiente, creación de acertadas y eficientes políticas públicas. Innovar utilizando las herramientas de la información y del conocimiento, promover una revolución espiritual y mental de cada individuo. Darle prioridad a la política como instrumento de decisión racional, a través del consenso y la negociación, no como el capricho e imposición de un grupo que amenace con hacer “polvo cósmico” a quienes no piensen como ellos..

“El capitalismo propone las razones de la economía, pero la democracia propone los valores del consenso político”. Hace falta en Venezuela, una nueva izquierda que, si quiere sobrevivir, debe abandonar los terribles lastres de los dogmatismos que han conducido, una y otra vez, a su fragmentación y a su fracaso histórico. Lo que hace falta para sacar hacia adelante el país es menos ideología y más ideas.

Desfibrilizar la política

Antes de Chávez, los políticos tenían 50 años hablando de política pero nunca hablaban de “políticas”. Con Chávez, sencillamente la política desapareció, la discusión de ideas no existe y menos el hablar de “políticas” públicas. La política se ha limitado a su agenda de su enorme y enceguecido ego, seductor y amenazante, que ha penetrado todos los espacios físicos y espirituales del venezolano para dividir y destruir, en vez de solucionar las urgentes necesidades del pueblo que ha venido clamando por seguridad, empleo, alto costo de la vida, abastecimiento, salud, vivienda, unión, paz y progreso. Chávez, ha demostrado su ignorancia sobre temas fundamentales para dirigir una nación moderna, su desorientación, su desgobierno, su ineficiencia, su falta de políticas públicas, su estilo autoritario, su discurso de odio y exclusión. Pero todos han caído en la “trampajaula” de su agenda mediática y exhibicionista, permitiendo que la política haya perdido su voz cívica, su voz crítica de ideas. A pesar de los desacuerdos entre los diversos actores, éstos comparten una visión muy pobre del concepto de ciudadanía, lo que afecta las posibilidades de encarar la ansiedad y frustración de los ciudadanos, de nutrirlos y ensamblarlos alrededor de una idea, de una causa.

El escritor austríaco Gustav Mayrink expresó en una oportunidad: “Las respuestas están en todas partes, el problema es que no formulamos la pregunta adecuada”. Si pudiéramos recuperar nuestra voz cívica, es posible que lográramos encontrar una forma de debatir para formular las preguntas que hemos olvidado plantear y determinar qué debemos hacer. De exigir más y mejor democracia, que se apliquen de una vez por todas la Constitución y las leyes y no conformarnos solo con votar. De exigir nuestros derechos y cumplir con nuestros deberes cívicos.

Acordémonos que comunicación es palabra, pero también es acto, gesto. ¿Dónde está la comunicación para fomentar el nivel de confianza entre los integrantes de la sociedad, la capacidad de sinergia de la sociedad, la conciencia cívica y los valores éticos, la libertad, la justicia social y la seguridad?. Por el contrario, la fábrica moral y ética de la sociedad la están demoliendo con discursos de odio. Para uno y otro bando, las palabras van por un lado y los actos por otro. El futuro depende de que superemos las frases fabricadas, las creencias aprendidas, los dogmas anacrónicos y las conjeturas confusas sin esperanza de realización. Depende de que adoptemos una perspectiva moderna y coherente sin ambigüedades y una fuerte determinación para diseñar en forma creativa planes y proyectos racionales que se traduzcan en políticas públicas viables, una idea de desarrollo humano sustentable que encaje en este mundo real, globalizado y competitivo y a la vez frágil y expoliado donde estamos insertos. “Lo lograremos sólo cuando los que integran el Estado y la sociedad civil, se comprometan con una ética de servicio al país y con una profunda, constante, inmutable, resuelta y firme actitud de transformación y perfeccionamiento para lograr una filosofía pública efectiva, moderna y eficaz que aglutine todas las voluntades, partiendo de la actitud revolucionaria, de transformación espiritual, de cambio de actitud de cada individuo”.

Debemos, entonces, ir a una batalla de ideas y esta comienza con un diálogo sincero, de corazón a corazón. Eso sería el primer paso para salir de esta crisis y de esta facción de la izquierda anacrónica y desquiciada que ha llevado al país a saltar al vacío. Es el momento de poner las cartas sobre la mesa.

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