Lanzándose al abismo
Circula un documento del MVR fijando la estrategia para enfrentar las presidenciales del 3 de diciembre: Chávez va solo y le ordena a sus lacayos parir diez millones de votos, así sea con el fórceps de Simbad el Marino. De la tarea debe encargarse su jefe de campaña, el inefable José Vicente Rangel. De la vicepresidencia se encargará entre tanto Jesse Chacón, Y el siquiatra Rodríguez hace mutis en el dorado exilio londinense, convirtiéndosenos en embajador. Si pudo Villegas, el ágrafo, ¿por qué no él, que es doctor? Fernández Daló o cualquier otro figurón de la Cuarta es buscado ansiosamente para cubrir su vacancia. Todas señales inequívocas de que el teniente coronel ya ha ingresado definitivamente al laberinto de su locura. Digno de Charenton, el asilo de desquiciados en que pasó sus últimos días el tristemente célebre Marqués de Sade.
Asegura el teniente coronel que ninguno de sus ya declarados o prospectos de antagonistas – desde Borges hasta Roberto Smith y desde Ojeda hasta Teodoro Petkoff y Manuel Rosales – le hace el peso. “Atado de pendejos” juran haberle oído exclamar. “Me ofendería a mí mismo compitiendo con cualquiera o todos ellos” parece haber agregado. Si eso piensa de una figura señera del izquierdismo venezolano, qué no pensará de Claudio Fermín. De quien se le ha oído comentar entre íntimos ser un lambucio que vive del candidaturismo. Rápida y discreta forma de ganarse unos reales sin dar golpe.
De allí la estrategia de convertir a George Bush en su contrafigura. Achacándole por anticipado todos los argumentos que, convertidos en matriz de opinión de la sociedad civil, lo arrastraran por el suelo el 4 de diciembre pasado. Y volverán a hacerlo sin duda ninguna el próximo 3 del mismo mes, pero de este año 2006. Diseña así el más bizarro e insólito enfrentamiento electoral entre él solo y la nada, eximio representante del presidente de los Estados Unidos. Y como al parecer tampoco Bush es candidato de suficiente densidad y envergadura, lo ha enmorochado con Tony Blair, a quien acaba de insultar llamándole irresponsable, inmoral, desvergonzado y lacayo del imperio. Pocas dudas debían caberle al país y al mundo de la gravedad del desorden conductual del teniente coronel.
Para imponer este colosal boxeo de sombras, acaba de ponerle un taco de dinamita a la ruta electoral ordenándole a sus amanuenses detener y encarcelar a María Corina Machado. Cosa que ni corta ni perezosa ha corrido a exigir una fiscal bolivariana, de esas que cantan de toga y birrete: “¡Uh, ah, Chávez no se va!”
Se derrumbó el viaducto electoral. ¿O alguien se imagina participar en las presidenciales con el símbolo de la limpieza comicial en el Junquito? Chávez ha perdido la única tuerca que le quedaba. Se enfrenta a Bush, a Tony Blair, al mundo libre y la sociedad civilizada. Se alía con Cuba, Siria e Irán. Y apuesta al holocausto nuclear. Todo ello, mientras se le derrumban puentes y autopistas, los varguenses se mueren de hambre y el país comienza a arder por los cuatro costados. Con un icono de la democracia tras las rejas.
Caballeros: el comienzo del fin. El hombre se nos está lanzando al abismo. No tendrá quien recoja los restos.