La voz del amo
“EL GRAN HERMANO TE VIGILA…la voz salía de
una especie de espejo empañado…llamado telepantalla, que podía
bajarse algo de volumen pero imposible de apagar”
(G. Orwell, 1984)
Comunicación y Sociedad son inherentes como el fondo y la forma, el sujeto y el predicado, la premisa y la conclusión. En toda conducta antisocial subyace alguna disfunción comunicacional; en toda sociedad cerrada y regimentada, el hegemonismo de una comunicación-diálogo degradada a información-orden, un Big Brother que des-pluraliza y des-democratiza, acapara y controla la mensajería.
Señala la vieja guardia mental que la petulancia del “hablachento” Chávez no pasa de ser exhibicionismo folklórico de escasa relevancia socio-política. Los hechos dicen otra cosa. El autoritarismo chavista crece pari passu con su despotismo comunicacional, y la hábil cortina de humo del affaire RCTV mal encubre otra vigorosa escalada del autócrata al absolutismo radioeléctrico.
El Chávez predicador mediático del septenio 1999-2006 ya era un caso de Guinness. Con sus mil quinientas cadenas nacionales y más de ochenta mil minutos hablando ante micrófonos y pantallas, a un promedio de 39 diarios, dejaba bien atrás cualquier prócer de la parlería, tipo coroneles africanos de partido único y reelección perenne, ciertos predicadores adventistas y el mismo Fidel Castro. Siete años aguantó el país tamaño abuso de posición dominante, esa indigestible monserga de resentimientos, culto de si mismo y bajo populismo que los despistados pretendieron atribuir a sus dotes de “buen comunicador”.
La reelección del autócrata en diciembre 2006 trajo no sólo otra carrera al modelo de socialismo derrotado por la historia (el de la estrella roja soviética de cinco puntas recuperada por el cripto-comunista Chávez) sino una concomitante exacerbación, ya fuera de parámetro, de su despotismo comunicacional. Desde el 23 de febrero 2007 -anunciado por una robusta campaña en medios que es un perfecto acto fallido: “Chávez también manda en radio”, “Ahora manda en TV los jueves…”- nuestro jefe de estado ha pasado a transmitir su “Aló Presidente”, otrora semanal, todos los días de lunes a viernes durante hora y media. A fin de evitarse el menor síndrome de abstinencia, integra esa dosis fija hebdomadaria con otras ruedas de prensa, cadenas, entrevistas y arengas internacionales, lo que arroja un nuevo promedio ponderado mínimo de 90 minutos diarios de prédica presidencial los 365 días del año: un 250% más de presencia en medios que durante el citado septenio, o día y medio laborable de cada cinco. Un caso de priapismo comunicacional único en la historia humana, digno de análisis multi e interdisciplinarios que trasciendan el folklore y las patologías personales para abordar el ingente tema de la desmesura extremista en las relaciones Comunicación/Poder.
La decisión de predicar urbi et orbi hora y media diaria coincidió, y no fue por azar, con el cierre de todas las oficinas de prensa del gobierno menos la presidencial, con la prohibición a todo funcionario de “contradecir lo que dice el presidente” y la degradación del MINCI a censor del régimen. En su viaje a la soledad incomunicada de la hiperinflación verbal, estimó el autócrata que no podía ya confiar en ninguna voz más que en la propia para explicarle al país el “socialismo del siglo XXI”, algo congruente con su auto-calificación de “el único” capaz de salvar a Venezuela.
También coincidió, tampoco al azar, con una sistemática política de compras, incorporaciones, reversiones, re-nacionalizaciones, silenciamientos, multas y hostigamientos de la libre opinión pública, para que la voz del amo resuene vigorosamente en el entorno, sin el ruido de lo que la obsoleta Democracia calificaba de “voces múltiples”.