Opinión Nacional

La violación de Isaías Rodríguez

Como resultado de lo que dijo Rodríguez la nueva Fiscal General de la República, Luisa Ortega Díaz, pudiera estar pensando en una reforma constitucional que le permita llevar a cabo actividades ciudadanas esenciales para todo venezolano. Básicamente ella desea comer arepas y tomar chicha, lo cuál no le fue permitido por siete largos años a Isaías Rodríguez.

Esta reforma, pensaría la Fiscal General, no tendría que ser objeto de un referendo sino de la más expedita disposición conocida como “error de copia”, técnica que consiste en hacer la modificación deseada en la constitución y luego reimprimir la nueva versión en la Gaceta Oficial. Este mecanismo hubiera sido más eficiente y más económico para imponer la reforma constitucional derrotada en el referendo del dos de Diciembre.

La reforma de Luisa estaría diseñada para evitar que a ella le suceda lo mismo que le sucedió a Isaías, víctima de extremo sadismo político. A Isaías Rodríguez, en los siete largos años que estuvo al frente de la Fiscalía General, no se le permitió sentir en la panza el reconfortante peso de una arepa con caraotas negras o de un vaso de guarapo de piña. Ello representa, sin duda alguna, una monstruosa violación de sus derechos humanos.

Así lo declaró Isaías, con voz temblorosa y rostro desencajado a “El Universal” el 27 de Diciembre pasado. El infortunado poeta musitó: “Creo que he vivido un poco más de 1700 años en estos siete años”, sometido a tal privación gastronómica. No hay dinero en este mundo ni embajada en Europa que pueda resarcirle a Isaías esos siete largos años en los cuáles, como el denunció, no había podido comerse una sola reina pepeada ni tomarse una chicha en El Silencio.

Aunque esta fue la más grave de las torturas sufridas por el hijo predilecto de Valle La Pascua el régimen le asestó otros bofetones morales y físicos. Así lo narra a “El Universal” con voz quebrada por la emoción: “Extrañé el cine…. Las librerías, los parques… asomarme a ver las tardes”. Realmente, nos parece el colmo del sadismo haber privado a Isaías Rodríguez del placer de asomarse a ver las tardes. Supongo que Pedro Carreño habría ordenado la clausura de todas las ventanas de su oficina, a fin de que evitar que viese “el patatús del sol sobre el Waraira Repano”, como el poeta lo hubiese cantado.

Una privación particularmente dolorosa para Isaías, además de no poder ver las películas de Harry Potter, fue esa de “no poder caminar por la playa, quitarme los zapatos sentir que la espuma me tocaba los pies”. Que mano perversa habrá establecido la incompatibilidad constitucional entre el ejercicio de la Fiscalía General y el mojarse los pies en la playa?
En su lamento sobre esos siete años de privaciones que le parecieron más de 17 siglos Isaías añade: “No pude sentarme en un banco de la plaza o limpiarme los zapatos frente al Parque Carabobo”. Se imaginan ustedes como habrán quedado los zapatos de Isaías? Mugrientos, tan enlodados como el expediente de Danilo Anderson.

Isaías admite haberse sentido “preso” por siete años, tantos como los que pretende darle ahora a Enrique Mendoza. “Aprendí” le dice al periodista “que no se puede jugar en este cargo”. Este fue un descubrimiento importante. Ojala lo hubiera puesto en práctica, junto a los otros miembros del Poder Moral, de la Asamblea Nacional, del Tribunal Supremo y al mismo Chávez, en lugar de jugar vilmente en sus cargos con los venezolanos y con el bienestar de la nación.

El cineasta Oliver Stone, actualmente en la selva Colombiana jugando “Doñana no está aquí, está en Fuerte Tiuna”, ha dicho que proyecta filmar la vía crucis de Isaías como parte de su trilogía venezolana.

Al partir hacia la Gran Sabana Isaías Rodríguez nos deja algunos memorables legados:

Lo que declaró sobre la muerte de Danilo Anderson: “Lamento su muerte más que la muerte de mi madre…”.

Su aspiración al dejar el cargo: “Desearía ser Alcalde de la Gran Sabana”.

Sus declaraciones insensibles y escatológicas sobre el asesinato del Padre Jorge Piñango.

Sus afirmaciones sobre la propiedad privada: “La propiedad privada de los medios de producción frena el desarrollo de la sociedad”.

Su novedosa teoría sobre el papel del Estado en la economía: “El Estado está obligado a hacerse cargo de las empresas de poca rentabilidad”.

Su obra poética, con influencia de Delpino y Lamas:
“ A el le gustaba fregar
fregaba los platos,
fregaba las ollas,
y fregaba la paciencia”

“Antología Poética”, página 68

Su obra en prosa: “Ni el sueño, ni el trabajo, ni el amor , ni el sexo, ni conversar por teléfono…. Ni siquiera los monólogos conmigo mismo (sic) parecían tener sentido alguno”.

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