“La vieja política”
Parece que no están descartados los métodos y procedimientos de lo que, de manera por demás arbitraria, se ha dado por llamar “la vieja política”. En efecto, si se analizan las posturas que se adelantan dentro del movimiento opositor de cara al proceso que, conforme al artículo 72 constitucional, debiera concluir con la celebración del referendo revocatorio, habrá que tomar en cuenta el sentimiento a favor de la unidad de los distintos factores existentes en aquél, para concluir que la tan denostada forma de hacer política aún tiene largo trecho por recorrer.
No de otro modo puede entenderse el comportamiento de la dirigencia política que, pese a las constantes apelaciones a la contemporaneidad y a la modernidad en el ámbito político, invariablemente concluyen en que el diálogo y la negociación continuan siendo herramientas indispensables para establecer acuerdos duraderos capaces de superar los enfrentamientos y disidencias que obstaculizan la adopción de actitudes definidas frente a las diferentes conductas asumidas por el oficialismo en los más distintos asuntos públicos.
Es así que a la prédica excluyente que trata de condenar al leprosorio a todo cuanto tenga la más remota vinculación con los gobiernos de carácter civil, decadentes y frágiles bajo esa errónea visión, por contraste con la aparente fortaleza de los de extracción castrense, es por lo que se impone la respuesta única que concede a la democracia la facultad de garantizar a la ciudadanía el pluralismo político y el ejercicio de los derechos y libertades que consagran el texto constitucional y la legislación pertinente.
Por ello vale señalar que mientras algunos analistas y comentaristas se empeñan en flagelar, valga el término, a la política convencional, a la que se ha dado en llamar vieja, no es fácil desprenderse de ésta de modo radical puesto que en cuanto a las maneras y las formas, en ese campo, no es tanto lo que resta por aprender. Antes bien, la verdad es que, quieras que no, cuando de negociaciones y pactos se trata, invariablemente hay que acudir a lo conocido, por lo que no tiene nada de extraño cuanto está ocurriendo en el seno del movimiento opositor al promocionar acuerdos que resguarden la unidad indispensable para el éxito del referendo revocatorio, que debe ser norte y guía del quehacer político en las actuales circunstancias.
Por supuesto, lo apuntado en los párrafos anteriores no quiere decir que no sea necesario renovar para cambiar en el área política, tal como lo reclaman los nuevos tiempos. Tanto más cierto esto cuanto que las nuevas generaciones, esas que se agrupan en las nacientes organizaciones políticas, así como en las de antiguo existir, son las que están destinadas, obviamente, a procurar la asunción del poder por las vías democráticas y superar así la pesadilla política que agobia al país desde que en los comicios presidenciales de 1998 la mayoría del electorado ungió con sus votos a un mandatario que ha perdido su legitimidad al presidir un gobierno de neto perfil autoritario y personalista, como también de inconfundible linaje militarista, condiciones todas, entre otras, que explican las constantes violaciones a las que es usualmente sometida la Constitución de la República por parte del titular del Ejecutivo Nacional.