Opinión Nacional

La URIBEMANÍA de la oposición

Más que acusar pretendo advertir, en tanto que la lucha que libran los demócratas venezolanos por deshacerse del proyecto militar- autoritario y de su narciso y enfermizo conductor viene dislocando perniciosamente, por boca de analistas e internacionalistas y el sentimiento de un amplio sector de la oposición democrática, las visiones de la realidad y del sentido y conveniencia que debe leerse del contexto internacional.

Dicho de otra manera, parece necesario recordarle a muchos venezolanos que Alvaro Uribe Vélez es el presidente de Colombia, que por más que nos agraden sus condiciones de estadista y sus éxitos políticos contra la violencia en su país y esté ganándole el careo a Chávez en las pretensiones de éste de desprestigiarlo, fortalecer así la posición de los insurgentes y convertirse en un factor decisivo de la política colombiana, irresponsablemente se viene creando la sensación que el liderazgo venezolano, que busca la salida democrática de Chávez, es incapaz por si mismo de construir su propio liderazgo, programa, diseño y acción para bregar con el desafío de derrotar a Chávez, jornadas, por lo demás, de predominante incumbencia de los venezolanos. Guindársele en las solapas con devoción salvadora al líder paisa, celebrando el goce del daño que le causa al radical líder “bolivariano”, como lo hace cierta prensa y desacertados orientadores de opinión, resulta tan indigno, que es comparable al bajo y servil rastacuerismo de algunos de los mediocres mujiquitas que hemos visto desfilar hasta el cansancio, en su babosa adulación al ex comandante golpista.

Lo peor de todo esto, es que Uribe tiene líneas de identidad sicopolítica dentro de las ondas hertzianas del autoritarismo del venezolano. Llega al poder arrimado a la brecha del agotamiento del sistema de los partidos históricos. Otro rasgo fundamental es su presentación como líder político por encima de la politiquería y la corrupción reinante en la vida nacional colombiana. Buena parte del apoyo político a Uribe provenía de la pulsión moralista de su discurso antiparlamentario y antipolítico. Estas coincidencias convergen en la más importante. Uribe, como el de aquí, creen más en el personalismo (en el suyo, claro está) que en la vigencia y solidez de las instituciones, consecuencia directa de sus ambiciones perpetuas de gobernar. Aunque la política colombiana está ligada secularmente al delito- el mismo Uribe no se salva de esos vínculos-, a pesar de ello, las instituciones en Colombia no fueron completamente destruidas ni cooptadas por el antioqueño, como sí lo fue en Venezuela.

No obstante, Uribe con sus renovadas intenciones reeleccionistas, se perfila como el peor de los incórneos y el más inoportuno para servir de “paradigma” a los demócratas venezolanos en contra de la voluntad de Chávez de eternizarse.

Para la resistencia democrática, se trata de un asunto de coherencia y de fidelidad a los principios, siendo irrelevante el buen o mal desempeño del uno y del otro.

Si es inaceptable que el venezolano se reelija por tercera vez ¿que justifica que si el hombre es Uribe sería cojonudo ?

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