La urgencia alimentaría
La inclemencia de los cambios climáticos que ponen en jaque la estabilidad atmosférica; la escasez, acentuada y progresiva, de las fuentes de agua dulce en todo el mundo; la incorporación de 1300 millones de personas (la población china) al mercado de bienes y servicios del mundo occidental en forma plena; la desertización que produce la tala y la quema de los bosques del planeta; el incremento en el uso de la energía en todo el mundo. La potencial explotación irracional de la biomasa vegetal y animal para producir energía. . Todas estas situaciones, apuntan hacia consecuencias de gran impacto en la vida de la civilización global. Uso este término, debido a que las antiguas divisiones entre la civilización occidental y la oriental, entre el norte y el sur, están desapareciendo en la medida en que mejoran sus procesos de comunicación e integración. Sin embargo, algunas se fortalecen mientras otras se proyectan a su desaparición.
Lo cierto es que la infraestructura del suceso comunicativo del desarrollo sigue siendo la economía, el elemento imprescindible, porque es por medio de su compleja red de intercambios de bienes y servicios como fluye la prosperidad en todas aquellas naciones capaces de plantearse planes y escenarios a corto, mediano y largo plazo.Vale decir, regiones donde se desarrolla una visión de futuro fortaleciendo las capacidades económicas de la población.
Los retos que plantea el desarrollo a toda la civilización humana, radican en que es necesario replantearse el panorama del crecimiento del consumo que se traduce en el incremento de la demanda sin una oferta sustentable que la soporte. Se trata de una auténtica necesidad de replantearse el crecimiento en términos de equilibrio, ya que las notas que nos tiene reservada la evaluación de los recursos naturales del planeta es realmente baja y con los resultados obtenidos, no tenemos garantizada la estabilidad del mundo futuro.Podríamos decir más: estamos muy lejos de alcanzar el estado que deseamos.
Partamos del gran problema de la producción de alimentos: 850 millones de seres humanos tienen que dormir con hambre.No solo ello, sino que tienen vivir toda su vida con este flagelo social que nos obliga a plantearnos como es posible que hayamos llegado a esta cifra.
Igualmente, es increíble que más de dos mil millones de personas en todo el mundo viva en pobreza extrema, es decir, una de cada tres personas en el mundo. Esto sencillamente quiere decir, que no estamos empleando los mecanismos idóneos en nuestra civilización global para resolver este gran problema. La producción de alimentos está quedando rezagada con respecto a la demanda y, además de ello, la tercera parte de la humanidad no tiene como adquirirla.Lo mas grave de la situación es que el desequilibrio aumenta cada día más. Si los glaciares del Himalaya llegan a desaparecer, el río Ganges y su cuenca tambien lo harán. Cerca de mil millones de indos se verán desplazados en su búsqueda de alimentos.La situación se reflejará en los monzones del sureste asiático y el preciado líquido tambien escaseará en esa región tan populosa.Hambre y sed, una combinación letal, recorrerá la geografía planetaria con los vientos de la desertización.Todo este panorama está a la vuelta de la esquina. Y vemos a todas las naciones de la Tierra durmiendo un pesado sueño de inacción y apatía, como si el futuro no nos estuviera alcanzando con más calor para todos.
Somos unos terrícolas privilegiados. Estamos viendo y estamos viviendo en la Tierra del día antes. Con seguridad, primero se nos acabará el agua que el petróleo.Pero la gran mayoría de la gente sigue viviendo sin una conciencia realmente clara del problema. No solo en nuestro país sino en todo el mundo. El derroche de energía que ocasionamos cuando la emisión de calor es mucho mayor que el que necesitamos, se convierte en el factor fundamental que acarrea el calentamiento global. De nuevo la lección del equilibrio nos llega una y otra vez. Por eso debemos realizar los ajustes necesarios para trabajar todos juntos en la creación y difusión de una arraigada cultura ecológica.
Uno de estos ajustes importantes, es el comenzar a preocuparnos por producir lo que consumimos. Es absolutamente necesario e imprescindible, el que adoptemos no solo una política, sino una cultura de seguridad alimentaria, que es mucho más amplia y vasta que aquella, porque más allá de la pervivencia de un Estado de lo que se trata es de la sobrevivencia de una Nación. Y una Nación es su población, su elemento activo, su componente vivo. La vida de sus habitantes es su tesoro y la calidad de esa vida es la calidad de Nación que se tiene. Esa calidad no se puede comprar. Se produce para alcanzarla. Se organiza para mantenerla. Se desarrolla para expandirla.Se siembra para cultivarla.
De allí que sin el esfuerzo sincero de todos, es imposible llegar a generarla.Porque esa calidad tiene que fluir por todos los estratos sociales. Porque esa calidad debe propiciar la educación para capacitar y cultivar el talento natural de cada habitante, porque su horizonte, es el horizonte de la Nación, el cual depende del tamaño de su capacitación, del grado de su cultura, del nivel de su ciudadanía. En ese esfuerzo mancomunado, debemos procurarnos de la seguridad agroalimentaria.Debemos estudiar el problema en todos sus frentes. Debemos ganarle la batalla al hambre en nuestro territorio, vencer la marginalidad, derrotar la exclusión. Si logramos hacer nuestro trabajo efectivo como sociedad, le daremos al mundo un método exitoso para lograrlo y un ejemplo a seguir. Allí hay un trabajo por hacer, que nadie ha hecho. Allí hay un logro por alcanzar, que nadie ha obtenido. Podemos vencer el subdesarrollo si mentalmente nos fortalecemos y comenzamos a pensar como una nación de primer mundo. No esperar que la solución nos llegue del cielo en forma de lluvia, sino antes bien, sembrar la nube de vapor de agua para hacer la lluvia posible en el momento y lugar que la necesitemos.Es investigar el ambiente en el cual desarrollamos todas nuestras actividades, para acrecentar nuestras posibilidades de éxito.Es retomar la vieja tradición del huerto familiar y la de enseñar horticultura y nutrición en la escuela. Debemos entender que aprender a sembrar, cuidar las plantas y cultivarlas es tan importante como aprender a realizar las operaciones aritméticas o conocer el lenguaje. Ese conocimiento, es un conocimiento práctico de la vida que debe manejar la población para mejorar su calidad precisamente. Haga una pregunta a sus allegados, a sus amigos, sobre todo a los jóvenes: ¿Has sembrado alguna vez, un árbol? Se sorprenderá de los resultados.Encontrará menos árboles que oasis en el Sahara.
Que bueno sería que la educación retomara aquellas lecciones de geografía económica que permitía a cada niño valorar a cada región del país y a conocer sus cultivos, sus minerales, su economía. Que los propietarios de las tierras ociosas tomen consciencia y las coloquen a producir los alimentos que la población necesita , dándole trabajo al campesino y generando un entorno de alta calidad de vida que le permita la capacitación en las novedades de la Agronomía.Quizás allí encontraremos la semilla de un nuevo liderazgo constructivo que abone la cooperación, el respeto y la estima entre los ciudadanos, única fórmula que permite a las naciones obtener los abundantes frutos del desarrollo.