La Universidad Central de Venezuela: sin cariño
No hay duda que los seres humanos desarrollamos afectos por los espacios y lugares en los que transcurre nuestra existencia. Los centros de estudios son algunos de esos espacios que en el tiempo su recuerdo nos causan nostalgia si en ellos las vidas nos pasaron con vitalidad y alegría. En mi caso particular, por mi mente navegan los tiempos y espacios del Colegio Salesiano de Táriba, La Salle de Barquisimeto, la Academia Militar de Venezuela y especialmente la UCV. Todas esas instituciones han marcado mi vida y mis recuerdos de distintas maneras.
Es esa última, la UCV, la que repaso con mayor nostalgia por esa intensa etapa de la vida que dejamos de entre pasillos y aulas cuando apenas éramos unos adolecentes. La UCV de antes y de ahora es una institución maravillosa. Llena de vida, formas, talentos, colores y abundancia de estampas que se impregnan en las paredes y en donde se reflejan los sueños de siempre, se protesta por lo que falta por hacer y se reclama por un mundo más justo y mejor.
Lamentablemente, en estos tiempos nuestra principal casa de estudios requiere de mayor afecto en respuesta por todo lo que le ha brindado a este país. En esta oportunidad me quiero referir a un tema que debe producir la mayor de las preocupaciones. Esto es, el estado deplorable de mantenimiento y limpieza de la ciudad universitaria, particularmente, el exceso de basura que inunda la mayor parte de su extensión.
No quisiera responsabilizar en particular a ninguna instancia, pues no conozco los pormenores y entendería que ningún “ucevista “se complace por tal estado de descuido. Si deduciría que independientemente de las razones objetivas, formulas se tendrán que implementar para superar la poca limpieza y el exceso de basura que inunda esa casa de estudios. Recuerdo, de mis tiempos de estudiante y en otros como docente, una Universidad con obreros que la cuidaban, la mantenían limpia y protegían sus áreas verdes. En aquel entonces, seguramente mi generación no apreciábamos ni reconocíamos el esfuerzo de mantenimiento que hacían esos hombres a lo largo y ancho de la universidad.
Hay quienes dicen que la situación actual de la Universidad es una extensión de los problemas de mantenimiento del resto de Caracas. Triste que ello fuera así. Existe demasiada juventud y talento en esa Universidad como para que no se propongan soluciones permanentes independientemente de las limitaciones objetivas.
En días pasados me comentaba un operador turístico que había recibido una solicitud de una empresa Europea para que se incluyera la UCV, toda vez patrimonio de la humanidad, entre las prioridades del recorrido por la ciudad de Caracas. Me explicaba que luego de una inspección general la empresa había decidido retirar a la UCV del itinerario por las condiciones deplorables de abandono y acumulación de basura. Sin duda, no era una buena imagen ni para la ciudad, ni para las expectativas que creaba el reconocimiento mundial que había recibido la UCV de la Unesco, encontrarse con lamentable situación de limpieza.
Lo cierto es que un esfuerzo comunitario debe hacerse, que incluya gobierno local, autoridades universitarias y estudiantes para que regrese el rostro amable que aun recordamos de nuestra principal casa de estudios. Los egresados, las autoridades y los estudiantes deberíamos avocarnos a una solución y dar nuestro aporte. Me sumo a cualquier esfuerzo. Quisiera que mis alumnos, mis hijos egresados de esa Universidad y los que vendrán guarden en el tiempo sus afectos por ese maravilloso espacio que formo parte de muchas de nuestras vidas.