La universidad ausente: yo acuso
El tema universidad es muy complejo. Como toda institución, la universidad es el producto de mandatos históricos a través de factores y actores, que intentan satisfacer esperanzas, deseos e intereses tanto sociales como individuales. Históricamente, la universidad venezolana es de factura reciente: con excepción de la Universidad Central de Venezuela y la Universidad de los Andes, creadas en la Colonia aún después de otras en la América Hispana, la mayoría de las demás surgió luego de 1945. Si bien es cierto que toda universidad es, en esencia, una institución de tipo político, la venezolana se caracteriza por estar enormemente politizada y provista de gran carga ideológica, lo que se observa al analizar la forma como establece sus relaciones de poder y liderazgo. Hoy en día se está de acuerdo en que ninguna sociedad moderna puede desarrollarse ni progresar sin universidades o con instituciones universitarias débiles, ajenas a sus necesidades, que no vayan más allá de lo estrictamente profesionalizante.
El caso Dreyfus
El “yo acuso” no me pertenece. En 1898 el célebre novelista francés (%=Link(«http://www.epdlp.com/zola.html»,»Émile Zola»)%) publicó su aniquiladora carta pública (%=Link(«http://analitica.com/bitblioteca/yo_acuso.asp»,»J’Accuse»)%), dirigida al presidente de la República, que sentaría en el banquillo de los acusados a su gobierno el cual, cuatro años antes, había imputado falsamente de alta traición y condenado a cadena perpetua al capitán judío Alfred Dreyfus, del Estado Mayor General. Durante más de una década, la defensa de la verdad y de la justicia del caso condujo, finalmente, al indulto y posterior rehabilitación de Dreyfus. Trabajadores e intelectuales de vanguardia habían actuado a favor del oficial, pero el documento de Zola fue determinante en esa dirección, a pesar de que él mismo fue condenado y expuesto al exilio en Inglaterra. Fue también amenazado de muerte. Falleció en su casa, en 1902, misteriosamente asfixiado por el humo que escapaba de la chimenea. Nunca se investigó lo sucedido.
La crisis venezolana
Con frecuencia se ha manifestado, que la actual crisis multifactorial venezolana se debe fundamentalmente al estruendoso fracaso económico gubernamental y al intento de imponer una economía estatizada, al irrespeto sistemático de los principios y valores de la convivencia pacífica, a la grosera e impune corrupción, a la destrucción de las instituciones, particularmente la de la justicia y el estado de derecho, y su sustitución por enunciados huecos adelantados por la dirigencia del régimen, que ponen en evidencia tanto su espantoso cinismo, la mentira y la falsificación de las realidades como su atraso y desarraigo históricos y su orfandad intelectual. A ello se añade la traición a la patria por la renuncia inconsulta del Esequibo expresada por el Presidente y su Canciller, por permitir la penetración interventora de la dictadura castrista en el país y por el descarado soporte a la guerrilla colombiana en las zonas limítrofes occidentales. Son muchas otras las guerras sucias que se cuecen en la (%=Link(6567799,»trastienda del Estado Venezolano»)%).
Lo que escasamente se ha dicho o no se ha querido comprender es que la sombra de la barbarie se cierne ya sobre Venezuela. La democracia pregonada por el Poder Ejecutivo es una ficción, una delgada cáscara que cubre un inmenso vacío, preludio de un régimen dictatorial. Y con él ya comienzan a definirse en el horizonte las pesadas nubes oscuras que anuncian la tragedia. La primitiva, brutal, desproporcionada y criminal represión, que abierta ante los ojos escrutadores de la observación foránea del (%=Link(«http://www.rnw.nl/informarn/html/act040301_venezuela.html»,»G-15″)%) se produjo a finales de febrero último (http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/latin_america/newsid_3494000/3494332.stm), conjuntamente con la reaparición de métodos y procedimientos represivos y violadores de los derechos humanos que se creían sometidos -allanamientos sin orden judicial, tortura, desapariciones, encarcelamiento arbitrario- son muestra palmaria de ello. Los asesinatos cometidos por fuerzas del (des)orden y bandas armadas gubernamentales durante la protesta cívica que se extendió por varios días, producto del desconocimiento, por el Consejo Nacional Electoral, de las firmas legítimas del Reafirmazo para solicitar el revocatorio del mandato del Presidente de la República, ¿a quién claman?
El silencio del colectivo universitario
A pesar de la enorme carga política e ideológica de la institución universitaria venezolana antes mencionada, produce desasosiego constatar, que ella, como colectivo, no se ha pronunciado en la crisis que carcome al país. ¿Por qué?, ¿Es que ya no tiene voz conductora? ¿Dónde están esas casas que vencen a las sombras? ¿Están aisladas del entorno nacional que las nutre y al cual se deben? ¿Cuál la excusa que las mantiene aletargadas? ¿Es, acaso, tan marcada la crisis institucional y su declinación intelectual que les impide manifestarse? ¿Dónde reposa la élite y la excelencia intelectual que, aún cuando en minoría, todavía las conforma? ¿Es tan profunda la mediocridad? ¿Es miedo institucional a decir las cosas? Si es así, entonces la institución se encuentra en la antesala de la intolerancia y de su propio ocaso.
Es por ello que expongo mi Yo acuso personal. Acuso al Estado Venezolano para denunciarlo con firmeza. Pero acuso también al colectivo universitario venezolano, que es mi mundo, por su silencio inexplicable ante la explosiva situación del país. No lo hago por vez primera. En otras circunstancias, preámbulo de aquel insensato paro nacional, lo expresé en (%=Link(«http://archivo.eluniversal.com/2002/12/27/27291EE.shtml»,»otros medios»)%). No hubo respuesta institucional.
¿Qué hacer?
La gravedad de la situación es tal, que ya no bastan los pronunciamientos timoratos aislados y de conveniencia, publicados en la prensa escrita nacional o regional por Consejos Universitarios o de Facultad, con los consabidos votos salvados razonados. Ya no se trata de probar cuál universidad produce los comunicados más largos, llenos de considerandos, rebosantes de hojarasca adjetival, diseñados para autocomplacerse y creyendo haber cumplido así con el país. Inútil proceder porque pocos los leen. En estos momentos de tan elevada y rápidamente cambiante entropía social y de decisiones trascendentales tampoco se trata de dar respuesta cualitativa a los graves problemas cotidianos de la nación. Estos pasaron a un segundo plano. Se trata de aparecer y expresarse, colectiva y sincronizadamente, todas las universidades del país, en el escenario político nacional y hacer valer, con valentía, sus capacidades orientadoras y doctrinarias ante un pueblo inerme que necesita ser conducido por el camino de la paz, la tolerancia, la justicia social y el respeto a la dignidad humana, en una acción conjunta con otros segmentos democráticos de opinión y acción del país. Es indispensable actuar sobre la base de una estructura ética global, sin la cual ningún sistema puede permanecer en el tiempo y sobre proposiciones de vida para la población diferentes a las del Gobierno. Para ello habrá que escoger a sus legítimos, probados y auténticos conductores, que son muy escasos. Tendrán que convencer y practicar también el inmenso arrojo y la resistencia del bravo pueblo manifestados recientemente, con lo cual el comandante de Miraflores no contaba.
El silencio del colectivo universitario (¿disfraz del silencio oportuno o del oportunismo extra-académico?) cohonesta los engaños del régimen y avala la sistemática transgresión de la Constitución, que el gran violador de la misma, el presidente de la República, hipócritamente pregona defender. Callar es avalar la barbarie. Ese colectivo universitario parece no entender que la democracia es, para el régimen venezolano, un simple by pass, un rodeo, una transitoriedad para alcanzar el estadio dictatorial. Olvida que universidad y dictadura son incompatibles: aquélla es expresión de la libertad del pensamiento y la libre discusión de las ideas y en ésta sólo la voluntad del tirano es permitida. No reconoce que estamos en presencia de un genuino Estado fascista, disimulado bajo los adjetivos de democrático y de derecho. ¿Cuánto aguardará la universidad venezolana para manifestarse? ¿Esperará a que los muertos sean incontables?