La transición venezolana
El país concluyo en medio de ponche crema y hallacas, abrazos de fin de año y cohetones un año muy movido, e iniciamos un año más activo, y además, con incertidumbres que se desprenden de la ausencia real del Presidente de la República, que si bien fue reelecto el 7-O en medio de una salud precaria, al día de hoy no sabemos a cien y a ciertas su estado real sólo que está muy delicado, sólo que está ausente, sólo que ayer 10 de enero de 2013 termino formalmente su periodo de gobierno y por su enfermedad y ausencia no tomo juramento e inició formal, legal y legítimamente el nuevo gobierno.
De tal manera que no es un problema de interpretaciones sino de realidades, de aspectos secundarios sino vitales. La Asamblea Nacional debe declarar la ausencia temporal (transitoria) o absoluta (definitiva) del Presidente de la República, y seguidamente el propio presidente de la Asamblea Nacional tomará juramento y de inmediato si se considera que la falta es absoluta deberá convocar a elecciones presidenciales, de no hacerlo se violentaría el hilo constitucional y democrático, extender el gobierno sería un atropello a la Constitucional Bolivariana de Venezuela porque no estamos hablando de cualquier funcionario sino del Presidente de la República que a todas luces aparte de no estar el país no está ejerciendo sus funciones.
Repetimos estamos en presencia de una transición política que es indetenible además de estar pautada en la Constitución y ser un hecho natural en cualquier país. Lo sano para el país nacional, para la sociedad venezolana y para el propio y deteriorado estado de derecho sería convocar a elecciones generales, y naturalmente llenar el vacío de gobierno que hay, y que no admite interpretaciones porque es un hecho tácito y palpable. Hemos dicho y repetido que el liderazgo de Chávez, amado, odiado, admirado es sui generis, no tiene traducción o duplicado ni en el país ni es América Latina.
La revolución bolivariana fue edificada en base a la figura única y protagónica de Chávez su ausencia condiciona la marcha del llamado proceso, herido en sus cimientos por la enfermedad y ausencia del Presidente, y consecuentemente por la ausencia de liderazgo y relevo. En el seno de PSUV y revolución no hay acuerdos todo lo contrario privan las diferencias en la marcha, en las decisiones y estilos, entre civiles (Nicolás Maduro) y militares (Diosdado Cabello y once gobernadores) es una auténtica carnicería entre sectores en pugna, que paradójicamente sólo los aglutina y cohesiona el presidente Chávez, al faltar este no hay garantía de nada.
Hugo Chávez Frías naturalmente ocupa un ciclo en nuestra historia contemporánea, y ese ciclo nace y concluye con él por la manera cómo nace, fue concebida y se le dio organicidad a la llamada revolución. La política del poder en estos años ha sustituido a la política de las ideas, y los ciudadanos seguimos despojados de poder e ilusiones, las realidades son crudas no sólo en el alto gobierno sino en la cotidianidad, en un país que apertura un año lleno de dificultades de diversa naturaleza, un gobierno deteriorado que de no saber manejar la transición incurriría en ilegalidad e ilegitimidad, además de los graves y sostenidos problemas de gestión, reformas pendientes, ineficiencia, y que sólo es posible sortear dichas dificultades con ingenio, respetando a la Constitución y recuperando la institucionalidad democrática muy venida a menos, y ello implica y supone inequívocamente de acuerdos, partidos, conversaciones, metas claras y otros aspectos y factores que no se pueden imponer porque estamos en el siglo XXI no el XIX. Los venezolanos no podemos ser esquivos, cómodos o irresponsables si algún déficit tenemos es de democracia y ciudadanía. Veremos…
