Opinión Nacional

La trampa

El embaucador construye su propia e inevitable trampa en la medida en que va cosechando triunfos y se hace de más y más poder. Porque es posible que una mentira resulte exitosa y hasta que muchas lo lleguen a ser, mientras la técnica del solapamiento les de apariencia de ser la primera, en especial si se trata de ofertas para el bien común. Pero cuando el producto de lo ofertado no se conjuga con los voluminosos ingresos provenientes de la renta petrolera y las generosas erogaciones destinadas al dominio comunista de otras naciones, queda al descubierto todo el palabrerío falaz utilizado a modo de alucinógeno y comienza a rasgarse el velo tras el cual se oculta el fabulador y aun los más embelesados comenzarán a descubrir que la palabra “dignificado”, tan trillada por el embaucador en su malabarismo verbal en consonancia con las de un prestidigitador ha perdido valor, que ya no tiene la fuerza que dimana del vocablo.

La rasgadura del velo la dimensión del estafador de su fe. Allí comienza su angustia y surgen las preguntas que irán cobrando altisonancia. ¿Dónde están los puestos de trabajo, la vivienda salubre, la superación de la marginalidad?; ¿dónde el control de la delincuencia y las casas de rehabilitación de drogodependientes?; ¿dónde se desarrolla algún programa de reinserción para miles de niños y jóvenes que viven en las calles?; ¿dónde, por Diós, está escondida la mejor calidad de vida prometida si los centros hospitalarios están vueltos escombros y las “Escuelas Bolivarianas” son las construidas en la otra República con el agregado de algunas aulas y uno que otro comedor donde los depredadores de las meriendas y los almuerzos perpetran el crimen?; ¿Adónde ha ido el dineral que nos esta dando la madre naturaleza?.

Y la respuesta comienza a ser: en lo que paga por que soporten y aplaudan, en uniforme rojo-rojito, sus peroratas; en el uso abusivo de los medios para el masivo lavado cerebral en marcha; en el costo de la propaganda que se hace del hegemón en el exterior; en la construcción de viviendas para los pobres de otras naciones; en el saneamiento ambiental de ciudades ricas, así como en la construcción refinerías, plantas generadoras de energía, carreteras y de redes eléctricas en países del continente, alimento para una fijación delirante, la Unión de Repúblicas Bolivarianas y Socialistas de América del Sur, desde el Río Grande y hasta el Polo Sur, Malvinas de por medio; en la compra y distribución gratuita de mate de coca recién anunciada, excelente trampeadora del hambre.

Ahora bien, cuando su dadivosa mano comienza a palpar que el contenido del saco esta menguando, se encasqueta el sombrero de copa del prestidigitador y ordena que el aumento de los combustibles no se refleje en los precios de la cesta alimenticia; que las renacionalizaciones no afecten el flujo de caja y que todo en poder del Estado, incluido el Magallanes, funcione mejor y a meno costoso; que se pechen con fuertes impuestos por igual casas, apartamentos, automóviles yates, obras pictóricas y toda esa “bisutería” del gusto burgués, porque él si atreve y mete en cintura a los ricos.

Pero el asunto es que la miseria que sufren quienes fueron embobados continúa allí y en aumento; que la sumatoria de los engaños pesan demasiado y comienzan a vencer la resistencia del piso de la trampa que, en su momento, cederá y quedará pendiendo…

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