La tragedia de Carlos Escarrá es la pudrición del alma.
En marzo de este año la escritora española Cristina López le escribía una nota al diputado chavista Carlos Escarrá, en la cual decía:
“Querido: …Va y dice usted en el Parlamento que Venezuela tiene que demandar a la Corona española por los cien millones de muertos de la Conquista. Ya le vale. Si quiere, nos ponemos los españoles a reclamarles a los musulmanes por la invasión del 711, o a los romanos por la conquista de la península. Tiene usted manifiesta dificultad para distinguir la Historia del presente. Por supuesto, nadie le compraría lo de los cien millones de muertos. En el siglo XV América entera no tenía esa cifra de habitantes. Mi querido señor diputado, si usted existe es porque sus abuelos, no los míos (que se quedaron aquí), se unieron a las indias y le engendraron a usted. Presente las reclamaciones en el cementerio. En fin, triste América la de Chavez”.
Escarrá pedía que Venezuela demandase a la corona española por la muerte de 100 millones de personas durante la conquista. Este tipo de actuación se ha hecho frecuente en la trayectoria de este abogado rechonchete, con cara de torta burrera. Nadie como él ilustra tan fehacientemente el progresivo descenso espiritual que han sufrido algunos seguidores de Hugo Chávez, hasta llegar a ser ciegos y sordos ejecutores de las tareas más repugnantes que Chávez encarga a sus acólitos. Nadie como él ha hecho estas tareas con mayor despliegue de cinismo e indecencia.
Desde que integró la Asamblea Constituyente que dio inició al despotismo chavista, en 1999, el alma de Escarrá se ha ido convirtiendo en el equivalente del retrato de Dorian Gray. Mientras Escarrá apenas parece haber añadido algunos kilos más a su grasosa morfología, su alma se ha ido cubriendo con las llagas del deshonor.
Escarrá surgió como estrella del jalabolismo cuando, hace unos tres años, comparó a Chávez con el sol “alrededor del cual giramos todos los venezolanos”, en una infeliz parodia de palabras de Bolívar que se referían a un sistema político y no a persona alguna. Más tarde aseguró, ufano, que Hugo “se quedará toda la vida en el poder”, una declaración que ya lo pone en el saco donde se retuercen y se emponzoñan mutuamente las víboras de las dictaduras. No otra cosa que una dictadura sería la presidencia perpetua. Escarrá se va despojando de la decencia, como quien se quita un par de calzoncillos sucios, y se gana el desprecio hasta de la gente de izquierda.
Simón Rodríguez Porras dice lo siguiente sobre Escarrá: ”Para Escarrá el sujeto histórico del proceso revolucionario es el presidente Chávez. De tal manera que el socialismo del siglo XXI se inscribe en el planteamiento altamente reaccionario y personalista, antimarxista, y definitivamente antisocialista, de que los protagonistas de la historia son los héroes y grandes dirigentes, y no las clases sociales. Para los socialistas revolucionarios, la liberación de los trabajadores sería obra de los trabajadores mismos; para los “socialistas del siglo XXI” no hay proyecto emancipatorio, lo que hay es un sujeto histórico cuya autorrealización dicta el rumbo de la sociedad, y que se llama Chávez. “Chávez es el pueblo”, “Con Chávez todo, sin Chávez nada”, “Chávez es socialismo”. Eso, por supuesto, no es socialismo del siglo XXI ni nada similar. Eso es simplemente jalabolismo del más rastrero.
Agrega Rodríguez Porras que “Escarrá disertaba acerca del concepto de propiedad social con Mario Silva en el programa televisivo “La Hojilla”, y cuando este último le pidió que bajara a tierra con una explicación que todo el mundo pudiera comprender, el diputado hizo el siguiente relato a modo de ilustración: «Cuando Escarrá estudiaba primaria, no era muy bueno para tomar apuntes en las clases; había un estudiante que siempre tenía sus apuntes al día, pero al que no le gustaba compartirlos con sus compañeros. Escarrá y otros niños decidieron acorralar un día al niño de los apuntes para amenazarlo con darle una parranda de golpes si no entregaba el cuaderno de los apuntes. Los apuntes fueron entregados y dejaron de ser propiedad privada para ser propiedad social….Para Carlos Escarrá, la socialización de la propiedad es un proceso en el cual se priva a alguien por medio de la coacción del producto de su trabajo personal”.
Como se verá por este ejemplo Escarrá ha sido un vulgar gangster desde chiquito. Robarle los apuntes a un estudiante que si se ha tomado la molestia de trabajar para elaborarlos, indica una alma torva, dispuesta a todo para beneficiarse. No otra cosa es la actual dedicación que el pícnico invertebrado muestra por el déspota. En recientes declaraciones dice que “El 19 de abril [1810] hubo una primera etapa de nuestra independencia hasta 1930, cuando Páez y Santander acaban con la Gran Colombia y comienza la larga y tenebrosa IV República….. De igual forma hoy en día nosotros estamos concluyendo en este tiempo lo que se inició en aquella época”. Pretende Escarrá que este régimen inepto, corrupto y podrido represente la culminación de la primera etapa de la independencia. Por supuesto, el no lo cree así pero lo dice porque, para el malandraje chavista, es importante auodefinirse como herederos de la gesta libertadora. Ya Guzmán Blanco lo trató de hacer y nadie se llamó a engaño. Estos malandros de hoy ni siquiera pueden mostrar la postura modernizante que si tuvo Guzmán. Por el contrario, todo lo de Chávez huele a primitivo, anticuado, babaláico y marialiónzico.
La guinda en la torta es la afirmación de Escarrá que “La exhumación es mucho más importante para el país que la comida podrida”. Esta frase pinta al personaje de cuerpo entero. No solo glorifica el asalto a la memoria de un héroe nacional, hecho con propósitos innobles, sino que trata de minimizar lo que ha sido uno de las más grandes crímenes jamás cometidos contra el pueblo venezolano, la pudrición de 150 millones de kilogramos de comida comprada, no para comerla, sino para hacer negocio. Escarrá hace realidad el cuento del pescado podrido que produjo la intoxicación de los comensales en un conocido restaurant caraqueño. La investigación de la policía llevó a un viejo capitán margariteño, quien dijo: “Si. Ese pescao lo traje yo pero que brutos son. Ese pescao no era para comer sino para hacer negocio!”. El gangster que siendo niño le robó los apuntes al buen estudiante ahora justifica, como adulto, el robo más horroroso que ha cometido este régimen que él simboliza contra el pueblo venezolano.
A medida que ha ido descendiendo hacia los infiernos, el alma purulenta de Escarrá le ha ido tomando el gusto a sus iniquidades y ahora es posible decir que ha efectuado completamente la transición de ciudadano a crápula.