Opinión Nacional

La tragedia avanza indetenible

Está probado en el tiempo. Esta década es el mejor ejemplo. No importa la magnitud del gasto. Los pueblos que se resignan a vivir del estado-gobierno están condenados al subdesarrollo y a la mendicidad. La crisis estalla precisamente cuando Venezuela ha recibido los mayores ingresos fiscales de la historia, pero despilfarrados en una danza inmoral e ideologizada que, a billetazo limpio, destruye valores y principios.

El gobierno podrá disponer, como ha dispuesto estos años, de todos los recursos posibles, pero la estructura misma del gasto público los hará ineficientes. Los canales de una incompetencia engrasada por la desaforada corrupción existente, lo obligarán a apelar a la represión, a la violencia institucional y física para mantenerse. Ya empezó. No hay esquema socialista ortodoxo capaz de funcionar. Todo régimen que responda a esos esquemas envuelve un capitalismo de estado que no puede ni debe confundirse con la economía liberal. Entre nosotros jamás ha existido a plenitud. Por el ingreso petrolero en Venezuela siempre hubo un estado fuerte e intervencionista y una economía dependiente en grado superlativo. En el pasado eso, lejos de ser una ventaja, se convirtió en debilidad a pesar de que con timidez se apoyó el desarrollo privado en áreas importantes de la economía, casi siempre con grados de intervención oficial inconvenientes. No olvidemos que el mismo día en que se promulgó la Constitución de 1961, se suspendieron las garantías económicas. Esta situación se mantuvo por casi tres décadas generándose vicios y desviaciones que erosionaron gravemente al sistema democrático. La exagerada dosis de presidencialismo, la cultura de concentración de poder en pocas manos en la capital que conocemos como centralismo y el partidismo agudo desnaturalizaron la democracia misma, abriéndole el camino a la barbarie chavista. Estos factores están agravados con peligro mortal para la República bajo el actual régimen.

Independientemente del ingreso fiscal, Venezuela necesita un régimen basado en las líneas básicas de una economía liberal. La iniciativa privada y la libertad de trabajo tienen que garantizarse plenamente a las personas naturales y a las jurídicas, es decir a las empresas, con un respeto sacrosanto a la propiedad privada en los términos constitucionales. La economía de mercado no excluye la acción del estado. La reclama y la necesita dentro de normas sabias y estables, dictadas por el estado quien debe ser el primero en cumplirlas. El rol del estado debe ser básicamente promotor y supletorio. Así, liberado de su probada ineficiencia empresarial, podrá dedicarse a lo que realmente le toca: seguridad y defensa, salud, educación, infraestructura y política exterior. Con Chávez es imposible. Comunista atolondrado, arbitrario y sin dinero atracará a la gente.

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