La tortilla volteada
Es público y notorio que el teniente coronel presidente aplica constantemente la estrategia de “voltear la tortilla”. Atribuye a los demás todo aquello de lo cual él mismo es el autor o el responsable.
Los culpables de los apagones y de los cortes de energía eléctrica somos los “oligarcas”. Los culpables de la escases de agua y del racionamiento de ese elemento esencial somos los “escuálidos”. El odio y la polarización que hoy existe en nuestro país es obra de los partidos y de los líderes políticos de la oposición. Lleva once años de permanencia arbitraria e ininterrumpida en el poder, pero la culpa del deterioro general del país no es de su “quinta República” sino de la “cuarta”, como llama al período democrático que precedió a su dictadura, durante el país registró el avance más firme y constante hacia el progreso y el desarrollo. Acusa a los medios de atribuirle intenciones guerreristas quien desde que asumió la presidencia no ha hecho sino hablar de guerra y amenazar a la disidencia con sus advertencias de que su revolución está armada, tiene cañones y está lista para proteger su dictadura.
Dice que el presidente Uribe es un “lacayo” de los Estados Unidos, que ha sacrificado la soberanía colombiana sometiendo su país al “imperio” cuando es él quien ha entregado la soberanía venezolana a Cuba, recibe instrucciones de “papá Fidel Castro” y trae mercenarios cubanos para que manejen el país en todos los ámbitos, desde su propia seguridad, pasando por la fuerza armada, los cuerpos de seguridad e inteligencia, la educación, el deporte, la asistencia médica, las comunicaciones, la administración de puertos y aeropuertos, el turismo, los sistemas de registros civiles, comerciales y electorales, las comunicaciones, hasta el control de la inmigración.
Dice que “es el colmo del cinismo” que lo acusen de expansionista cuando vemos que ha convertido a Bolivia, Ecuador y Nicaragua en simples satélites suyos y no cesa en su empeño por implantar en el resto de Latinoamérica, comenzando por Colombia, su comunismo del siglo XXI.
Pero el colmo de esa estrategia de voltear la tortilla es el cinismo y el descaro con el cual, después de haber amenazado con emprender una guerra con Colombia, pretende hacer ver que son Colombia y los Estados Unidos los que amenazan con agredir a Venezuela. En este caso no es una simple tortilla sino una auténtica y gigantesca torta que ha puesto y ahora quiere hacer creer que el repostero es el presidente Uribe.
En todo el continente y en el resto del mundo se vio y se escuchó al teniente coronel presidente ordenando a la fuerza armada prepararse para la guerra contra Colombia y los Estados Unidos. “Compañeros militares, no perdamos ni un día en el cumplimiento de nuestra misión: prepararnos para la guerra y ayudar al pueblo a prepararse para la guerra porque es una responsabilidad de todos”. “A formar cuerpos de milicianos, adiestrarlos, los estudiantes, que son la mayoría, los trabajadores, las mujeres, todos listos a defender esta patria sagrada que se llama Venezuela.” “Si al imperio yanqui se le ocurre utilizar a Colombia para agredir a Venezuela aquí comenzará la guerra de los 100 años que se extenderá por todo el continente”.
¿Quien puede dudar que esa arenga constituye una amenaza de guerra abierta y descarada? Sin embargo, todavía no había dejado de retumbar esa amenaza en los oídos de venezolanos y colombianos cuando el mismo personaje, con el cinismo y el desparpajo que le caracteriza, trató una vez más de voltear la tortilla. “Somos una sola patria. Aprovecho para ratificar nuestro amor eterno por Colombia. No nos dejemos conducir a una nueva guerra fratricida” (¿Cuál fue la anterior?). “Estoy seguro de que ambos pueblos derrotaremos la pretensión yanqui y de la oligarquía colombiana de ponernos a pelear entre nosotros”.
Como no hay mal que por bien no venga, todo esto ha servido para, una vez más, poner en evidencia al estrafalario personaje y echar definitivamente por tierra la imagen que a fuerza de dinero de los venezolanos ha venido tratando de construirse en la opinión pública internacional.
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