Opinión Nacional

La tormenta perfecta

Notables, porque de forma acelerada estos elementos coadyuvan a una potencial situación de crisis de abastecimiento. Crisis que, no vacilamos al afirmarlo, podría alcanzar niveles de escasez, con respecto a la oferta de productos alimenticios básicos, cuyos efectos sobre la población serían similares a los de una «Tormenta Perfecta»[1].

En efecto, a la subestimación de la sobrevaluación de la moneda, tan propia de los administradores oficiales venezolanos, se suma la arrogancia del “comprador estatal de productos importados”. Una actitud que se traduce en la presunción de que por tratarse de “agentes gubernamentales”, los proveedores internacionales están «obligados» a complacerlos. Consecuencia de esa caprichosa lógica burocrático-militar, según la cual los deseos no son otra cosa que órdenes de inmediato cumplimiento.

Aunada a tal actitud destaca, el menosprecio por el productor nacional y su distorsionada capacidad de sumisión y sacrificio.

De la combinación de ambas prácticas, la arrogancia y el menosprecio, deriva la hoy sostenida situación de escasez en la oferta de productos básicos: leche, harinas de cereales, azúcar, huevos, cárnicos y aceites, entre otras familias de productos. De ahí que sea imperativo tomarse el tiempo necesario para el restablecimiento de una normal oferta de los mismos. De lo contrario la crisis de desabastecimiento elevaría a delicados niveles, el clima de conflictividad social.

Por lo antes dicho hay que destacar, en primer lugar, que la devaluación de más del 45% del valor de la divisa, sumado a la desaparición del SITME que servía de válvula de escape para los productos no licenciados, afecta directamente el abastecimiento del componente importado de nuestros suministros. Componente que ha venido creciendo en los últimos años a un ritmo totalmente atípico en nuestra historia económica. A ello se suman, en segundo lugar, factores coyunturales internacionales, como lo es el incremento de los precios de los principales comodities, lo cual ha tomado por sorpresa a la administración oficial. Es por ello que en su afán de sustituir la producción local por importaciones, hoy se ve en serios aprietos para disponer de las divisas necesarias que le permitan cubrir estos incrementos de precios.

Cabe mencionar, en tercer lugar, la política de agresión, intimidación e inseguridad jurídica y personal que viven los agentes económicos agroalimentarios de capital nacional. Tales circunstancias han generado el abandono de las prácticas agroalimentarias. O en todo caso, aquellos quienes aún persisten en ellas, a pesar de las adversidades, se han inhibido de realizar nuevas inversiones y/o mejoras tecnológicas. En complemento a lo anterior, la pérdida de productividad por ineficiencia, desconocimiento o corrupción de la gerencia publica, en los centros productivos intervenidos y expropiados, hoy se observa que los mismos operan a tan sólo un 30% de eficiencia de los niveles que se tenían mientras estuvieron bajo administración privada.

Las circunstancias hasta aquí mencionadas pronostican una crítica situación en lo que se refiere al abastecimiento. Situación para la cual el gobierno no está preparado actualmente y no podrá afrontar si no se introducen inmediatamente los correctivos necesarios. Asombrosamente, lejos de asumir una conducta responsable, lo cual involucra tomar medidas urgentes, los agentes gubernamentales siguen difiriendo tales decisiones y medidas, sólo en virtud de privilegiar las acciones que garanticen la sobrevivencia política. Esta reprimida respuesta y la falta de disposición y voluntad autocrítica auguran la continuidad de la actual política en su errada orientación.

La no rectificación de la misma llevará, inexorablemente, a una situación de escasez estructural. Es decir, que se impondrán las restricciones en variedades y presentaciones de los diversos alimentos básicos de la población nacional, y lo que es más grave aún, el racionamiento de los mismos.

Ya, para este momento, se puede considerar inevitable una situación de restricciones y carencias. Aun así, es posible tomar medidas correctivas que busquen inclusión y consensos; que se orienten a crear confianza y estimulen la inversión nacional; en fin, que puedan prevenir toda posibilidad de conflictividad social. De no ser así, podríamos afirmar que estamos viviendo los mejores meses del 2013 y, en tales circunstancias, sería el 2013 el mejor de los próximos cuatro años en nuestro porvenir.

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[1] En meteorología la definición de ‘tormenta perfecta’ involucra varios fenómenos poco frecuentes que tienen lugar simultáneamente. Ello desemboca en un evento de gran magnitud que entraña riesgos impredecibles

 

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