Opinión Nacional

La tormenta perfecta

“Hay que ser absolutamente moderno”, decía Rimbaud. Y no lo decía por capricho. Lo decía porque la modernidad es la pulsión de la vida a la actualización permanente e ininterrumpida de los anhelos, los sueños, las esperanzas. El latido vital de la vida. Quien se ancla en medio del torrente impetuoso de las circunstancias, será arrasado por ellas.

Este 2014 no habrá elecciones. Por lo tanto, esa entidad creada para articular la unidad electoral de la oposición democrática entra en latencia, vegetará en ese estado de semi vigilia en que invernan los animales de sangre fría, terminará acurrucada en el rincón del polvo y del olvido. Me refiero a la MUD. Salvo que se convierte en una entidad política con capacidad de decisión articulada sobre todos los partidos que la integran y sus bases sociales: la sociedad civil. Algo por ahora impensable. Jamás fue un núcleo de dirección política orientada a diseñar e implementar una estrategia de Poder: así, con mayúsculas. Que eludió exigir lo que correspondía a una auténtica, a una verdadera estrategia de Poder, así lo fuera por la vía electoral: condiciones electorales mínimamente decentes, compatibles con un sistema democrático.

Jamás se nos podrán aclarar las razones que impidieron a quienes constituyen el cogollo de la MUD se montaran en el potro y pusieran nuestra masa de respaldo electoral – ese 52% de las elecciones parlamentarias, de creerle al CNE, lo que no es mi caso – frente al ministerio electoral del régimen y dijeran: ¡Basta! Queda una zona turbia, brumosa, que retroalimenta sospechas de connivencia, temores reñidos con la gravedad de las circunstancias, cuando menos pusilanimidad ante el inclemente despliegue hamponil del gobierno. Que nos ha impuesto sus horcas caudinas y la humillación de tomar por santos resultados pervertidos, viciados de imparcialidad por un fraude continuado de abusos, de arbitrariedad, de cohecho. Resultados que al final nadie, salvo los tecnócratas de la electrónica electoral de la MUD y algunos secretarios generales aceptan como legítimos.

De allí el desconcierto ante un año de vacancia electoral, pero preñado de las más graves amenazas: si a estas alturas, comenzando el año, el pan escasea, por decir lo menos, ¿qué nos prometen los meses por venir? Está tan agitado el mar que nos rodea, que ya ni recuerdo qué fue lo que vino a derrumbar la ingenua presencia de una de nuestras bien amadas actrices en un pregón navideño para gloria y majestad de la pareja de ex asaltabancos que fungen de altos magistrados. No sé si fue uno de los tan horrendos crímenes, una salida de madre del mampuesto o vaya a saber Dios, pero la buena fe y los santos oficios se evaporaron como la inexistente leche al coger el hervor. Y todavía sentían nuestros alcaldes el calor del apretón de manos que prometía concordia cuando asesinan a Mónica Spear y se desatan los demonios. Se recicla la leyenda: los 240 mil asesinatos son herencia de la IV, producto del capitalismo imperial y otras obscenidades de mala muerte. A falta del porfiado, los medios: ante la falta de pan nos culpa de montar un espectáculo. Y se esgrime una amenaza real banalizada de seudo economía: no hay divisas para papel periódico.

Digamos: estamos frente a la borrasca que promete tempestades perfectas. Y que me perdonen los señores secretarios generales de los partidos que constituyen la cúpula de la MUD, pero a estas alturas de lo que se avizora, se acrecientan las dudas sobre su lucidez, su claridad estratégica, su eficacia para enfrentar en alta mar la furia de los elementos. La marinería está aterrada, y el pasaje – nosotros, veintiocho millones de pasajeros – temblamos como esos personajes de Lord Jim, entregados a la sevicia de una tripulación que prefirió salvarse ella abandonando a sus pasajeros antes que ponerle pecho a la tragedia.

Por todo ello, porque veo refulgir la mirada asesina en quienes detentan el Poder a distancia y perifonean a sus títeres desde La Habana, es que me pregunto: ¿existe un plan de contingencia en los archivos secretos de la MUD? ¿Alguien se encargó de la bitácora y dibujó la eventual carta de navegación para sortear la borrasca? ¿O nuestros capitanes prefieren esperar al pairo por un milagroso amanecer?

Llegó la hora de no temerle a la verdad y sacudirla a los cuatro vientos. ¿Cuál es la estrategia, cuál la táctica que han diseñado nuestros altos dirigentes ante la tormenta perfecta que se nos avecina? ¿Esperan evadir la furia de los elementos al pairo, hasta la próximas elecciones presidenciales? O algo verdaderamente aterrador: ¿bajar la Santamaría y entregarles el país llave en mano a los invasores?

Yo apuesto al Estado que somos. Es cierto, y lo reconozco. Una obra de ingeniería debida en gran medida a la MUD. Que todos debemos agradecer. Pero las circunstancias han cambiado brutalmente y debemos adecuarnos a un año sin elecciones. El Estado que somos, al cual debemos exigir perentoria e irrevocablemente se le devuelvan todas sus atribuciones, sedes, instituciones y presupuestos, complementado con un Frente de Liberación Nacional. Que asuma la dirección de nuestras luchas cotidianas. No un ente hipnotizado por el ritual de elecciones cada día más alejadas del horizonte de nuestras últimas esperanzas. Hibernando en la absoluta catatonia. Esperamos las respuestas. He comenzado a temerlas.

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