La tiranía de la mayoría
En las primera fase de la revolución bolivariana el
mecanismo de opresión del modelo político
revolucionario, intentó imponerse a través del
caudillo al resto de los venezolanos que no compartían
el entusiasmo de las masas que le eran adeptas,
creando un tipo de presión inercial que tendiera a que
la opinión predominante fuera socavando y asfixiando
el punto de vista de la minoría.
En buena parte de esas etapas iniciales el ensayo
funcionó, hasta el punto que las encuestas reflejaban
una popularidad para el presidente Chávez cercana al
80%.
Esta tiranía expresada en opiniones y sentimientos
colectivos prevalecientes en un momento determinado
por medios diferentes a la sanción legal y con un
carácter dictatorial de supremacía de la voluntad de
la mayoría sobre aquellos que disentían de ellas, no
sólo parece haberse definitivamente quebrado en contra
del proceso y el presidente, sino invertido en forma
peligrosa en relación a la tolerancia y la
convivencia.
Es importante tomar en cuenta, que los peligros a la
libertad no se derivan únicamente de un impropio
ejercicio del poder político sino también y de modo
significativo, cuando los gustos y opiniones tratando
de prevalecer suprimen la opinión de las minorías
forzando en tantos casos psicológica y físicamente a
individuos y grupos a someterse a la opinión de los
otros. En Venezuela, por desgracia, los grupos que
adversan al presidente Chávez sintiéndose la nueva
mayoría despliega en algunos de sus voceros y
militantes, un envalentonamiento fanático y excluyente
que al negar a Chávez y al desastre material e
institucional al que ha sometido al país, niegan a su
vez las causas del chavismo y lo que aún es peor, a
sus simpatizantes de carne y hueso asociándolos sin
excepción como miembros de círculos asesinos, a
Llaguno, o a otorgarles connotaciones despreciables de
ñángaras, pordioseros y marginales.
Dicho de otro modo, la opinión que tratará de
imponerse y que ya ha ganado mucho terreno para
prevalecer como nueva tiranía de la mayoría, es que la
discriminación dominante ya no será la utilizada por
los afiliados al oficialismo —en minoría— tales como:
oligarca, puntojifista o adeco, sino marginal, mono y
chavista»; nomenclaturas ya en uso y existencia, pero
dado que en apariencia el antichavismo está mejor
posicionado para triunfar, ésta exclusión y lenguaje
amenaza en propagarse como una dañosa epidemia por
todo el país.
Considero vital que un mundo postchavista asuma como
prioridad, el de liquidar el enguerrillamiento de esos
dos lamentables bandos ya hoy dispuestos a fumigarse a
plomo y a morderse.
Los medios deberían empezar de inmediato, a dictar
cátedra de convivencia, con programas y cuñas
institucionales que hagan relevante la necesidad de
encontrarnos. Si han sido capaces de convocar paros y
marchas, con mayor razón están casi obligados a trazar
plataformas, usando a sus «creativos», para hacer fértil
el campo de la tolerancia y de la paz .